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Columna
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Mar de ignorancia

Paul Krugman

Las últimas nuevas sobre el presupuesto son incluso peores de lo que hasta los más pesimistas habrían creído posible. Pero el desastre fiscal que se avecina no ha penetrado todavía en la conciencia de la opinión pública, y el Gobierno trata de aprovecharse de ese mar de ignorancia.

En el año fiscal 2000, el presupuesto federal registraba un superávit de 236.000 millones de dólares. El déficit este año superará los 100.000 millones, y puede que los 150.000. El Departamento del Tesoro es el único que sabe exactamente cuánto dinero va a entrar, pero el relanzamiento de la campaña para elevar el límite de la deuda, que permitirá al Gobierno pedir prestado más dinero, da a entender que las nuevas no serán muy prometedoras. Hace un año, las autoridades de Hacienda decían que podían mantenerse dentro del actual límite hasta 2008; en abril, dijeron que podían durar hasta junio; ahora dicen que tocarán fondo en un par de semanas.

'Los verdaderos beneficiarios de la rebaja fiscal son los tremendamente ricos, para los que lo mejor está aún por llegar'

Y no es un déficit temporal. Un experto me dijo que me fijara en los planes para la siguiente subasta de bonos del Estado: 'Si el Tesoro subasta bonos a cinco años en vez de a uno, se revelará el secreto de que tenemos problema para largo, crónico'. Y, efectivamente, la mayoría de los bonos que se subastaron fueron emitidos a cinco años.

¿Cómo ha podido transformarse un superávit tan enorme en un déficit tan enorme? La recesión, la rebaja fiscal y el terrorismo -en este orden- han tenido algo que ver. Además, ahora parece claro que el gran superávit del año 2000 -que casi duplicó el superávit del año anterior- era una aberración, que la recaudación impositiva estaba inflada por la burbuja de las tecnológicas. Mirándolo retrospectivamente, resulta difícil creer que retuviéramos grandes descuentos fiscales a largo plazo basados precisamente en un año en el que el presupuesto de la Seguridad no Social registraba un superávit considerable (gracias, señor Greenspan).

Pero, en cualquier caso, '¿quién perdió el superávit?' es la pregunta equivocada. La pregunta correcta es si el Gobierno estadounidense tiene intención de reequilibrar el presupuesto, por no hablar ya de honrar la promesa de George W. Bush de emplear el superávit de la Seguridad Social para amortizar la deuda. Y la respuesta es no.

¿Y no ayudará el repunte de la economía? Sí, pero ni mucho menos lo suficiente. Ni siquiera una recuperación espectacular nos haría salir de los números rojos. Y lo que es más, aunque el gasto relacionado con el terrorismo es sólo un factor secundario en el presupuesto de este año, el Gobierno planea un rearme masivo que se tragará gran parte de los beneficios que traiga la recuperación económica. Por tanto, siendo realistas, este déficit presupuestario no va a desaparecer por sí solo.

Debe de ser hora de nuevos descuentos fiscales. De hecho, seguirá habiendo descuentos fiscales aunque no se promulguen nuevas leyes, debido a la forma deliberadamente engañosa en que se elaboró la liquidación del año pasado. La mayoría de la gente obtuvo la mayor parte de sus descuentos fiscales en el primer año; según el grupo Ciudadanos por la Justicia Fiscal, las familias de renta media pueden esperar unos descuentos fiscales futuros de unos 200 dólares como media. Pero eso no era más que un artículo de reclamo político. Los verdaderos beneficiarios de la rebaja fiscal son los tremendamente ricos, para los que lo mejor está aún por llegar: las familias en el 1% más alto de la distribución de la renta obtendrán como media otros 45.000 dólares al año adicionales en subvenciones fiscales. Y puesto que los ricos se quedarán con una parte tan grande del total final, eso significa que el 60% de la rebaja fiscal todavía tiene que hacer su efecto.

Ahora que estamos en apuros fiscales, se podría pensar que es hora de reconsiderar las rebajas fiscales que aún no se han llevado a cabo, especialmente cuando más de la mitad de esas futuras rebajas sólo afectarán al 1% de la población.

Después de todo, la Administración está reduciendo la financiación de muchos programas nacionales, alegando como excusa la guerra contra el terrorismo. ¿No se supone que una guerra es un momento en el que todos debemos sacrificarnos? Bueno, olvidémoslo.

La Administración y sus aliados en el Congreso no lograron imponer grandes subvenciones fiscales para las sociedades. Pero todavía confían en conservar las subvenciones para los ricos, eliminando la cláusula sunset (ocaso) incluida en la liquidación del impuesto del año pasado, la misma cláusula que se empleó para ocultar el verdadero coste de la rebaja fiscal. A falta de eso, intentarán anular permanentemente el impuesto estatal. La supuesta excusa económica para estas medidas -que es, cómo no, que impulsarán la recuperación- es tan pobre que dudo que nadie se la crea. ('Estaba pensando en comprarme un coche nuevo, pero me preocupan mis impuestos en 2011'). De lo que se trata realmente es de aprovecharse de un mar de ignorancia. Bush sigue subido a la ola de popularidad que le ha traído la guerra; la opinión pública no sabe todavía lo mala que es la situación presupuestaria.

Y si piensan que estoy siendo demasiado cínico, no han estado prestando atención.

Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE UU).

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