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Ahern busca la mayoría absoluta en Irlanda con la bonanza económica

La lluvia no logró desalentar la participación de votantes en las elecciones legislativas

Bertie Ahern no es un político particularmente brillante. Pero su sencillez -lo que de verdad le gusta es ir al fútbol y al pub- y el espectacular crecimiento económico pueden bastar para que consiga la primera mayoría absoluta en Irlanda desde 1977. Las elecciones se celebraron ayer en un día con mal tiempo que no pareció desalentar la participación. Los resultados de un recuento particularmente lento no se darán a conocer hasta esta noche o mañana.

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Los irlandeses deben decidir dos cosas: si el Fianna Fail de Bertie Ahern obtiene o no la mayoría absoluta y si el Sinn Fein consigue dar el gran salto que esperan sus dirigentes: pasar de tener un diputado a tener entre tres y siete.

Lo primero es bastante posible, pero no es seguro. Los sondeos garantizan la victoria del primer ministro saliente. Pero con una horquilla que va del 40% al 49% del voto, la mayoría absoluta está aún en el alero. En contra de Ahern juegan otros sondeos: los que proclaman que los irlandeses prefieren los gobiernos de coalición y a última hora pueden votar por el Fianna Fail menos de lo previsto.

El primer ministro juega sobre todo la baza de parecerse mucho al irlandés medio. Está más cómodo hablando en el pub que en la mesa del Consejo Europeo y disfruta más en las tribunas del fútbol que en las del Dáil, el Parlamento de Irlanda. La economía irlandesa va aún demasiado bien como para que hayan calado los agoreros cánticos de la oposición, que advierten de que el tigre celta anda ya herido. Irlanda ha pasado de ser uno de los países más pobres de la Unión Europea a tener tasas de crecimiento espectaculares que le han permitido abandonar el tren de la cohesión. Y su primer ministro, que ha perdido dos referendos en esta legislatura, tiene todos los números para ser reelegido.

Una de sus tareas principales será convocar un segundo referéndum que permita al país ratificar el Tratado de Niza o abrir definitivamente una grave crisis de confianza en la UE, la institución a la que el país debe gran parte de su progreso económico. Pero una de las consecuencias de ese progreso económico ha sido convertir en importador de mano de obra un país que siempre había visto a sus gentes emigrar a otras tierras para ganarse la vida. Y como Irlanda no parece una excepción, las tensiones sobre la inmigración empiezan a hacerse notar. Mientras algunas organizaciones denuncian abusos y acoso a los inmigrantes africanos o asiáticos, hay ya una candidatura contra los extranjeros: la de una maestra de Cork que defiende que Irlanda es para los irlandeses y que la inmigración ha de ser controlada.

Pero la otra gran incógnita electoral es el comportamiento del Sinn Fein. En las primeras elecciones al Parlamento de Irlanda desde que se firmó el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, el brazo político del IRA espera pasar de uno a siete diputados. Parece que tiene ya asegurados tres escaños. El Sinn Fein, con representación en Westminster, en la Asamblea del Norte y en el Dáil del sur de la isla, espera convertirse con el tiempo en un partido clave de la política irlandesa. La mejor medicina contra el retorno a la violencia.

Los escasos datos facilitados ayer hacían prever una tasa considerablemente alta de participación a pesar de la intensa lluvia que cayó sobre toda la isla. Los colegios electorales abrieron a las 7.30 de la mañana y no cerraron hasta las 10.30 de la noche. En tres circunscripciones se puso a prueba la votación electrónica. Modernizar los sistemas de votación es urgente en Irlanda porque tiene un sistema electoral extraordinariamente complejo. Pero aunque lento y complicado, es el más democrático sistema electoral a una sola vuelta. Los electores pueden votar a tantos candidatos como escaños hay en su circunscripción, indicando cuál es su preferido, su segunda opción, etcétera. Si nadie tiene la mayoría absoluta se atribuyen también los votos de segunda preferencia. Y así hasta que alguien tiene al menos la mitad más uno de los votos.

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