La receptividad
Una de las cosas más sorprendentes de las vanguardias del pasado siglo es la modestia del papel desempeñado por el arte británico. Es posible que a ello contribuyera el relativo aislamiento en que hubieron de moverse los artistas plásticos. No, desde luego, por el hecho de habitar una isla, sino, tal vez, por el influjo de las orientaciones formalistas al estilo de Roger Fry o de la distante elegancia de los círculos al estilo del de Bloomsbury, o de la moderación crítica de un Herbert Read. El caso de Ben Nicholson (1894-1982) resulta a este respecto bastante significativo. El propio comisario de esta exposición, Jeremy Lewison, recuerda las reticencias que hace menos de diez años, a propósito de su retrospectiva en la Tate Gallery, seguía despertando Nicholson: ¿fue un auténtico innovador o sólo un brillante y aplicado seguidor, un 'importador' de formas y estilos inventados fuera de Inglaterra? ¿Cuál fue realmente su lugar en la vanguardia europea?
BEN NICHOLSON
Pintura IVAM Centre Julio González Guillem de Castro, 118 Valencia Hasta el 7 de julio
Lo que es específico en Nicholson es su manera de asimilar, pero también de desarrollar los influjos a los que constantemente se sometía. Derain y Matisse, cubismo y poscubismo, surrealismo y constructivismo abstracto: de todo ello fue tomando nota a su debido tiempo e integrándolo en su obra sucesiva o incluso simultáneamente. Puesto que lo malo para un artista -explicaba en 1966- no es imitar a los otros (siempre que lo hagas a tu manera): lo malo es imitarse a sí mismo. Probablemente tenía razón. De hecho, componen su extensa obra paisajes y naturalezas muertas, evocaciones cubistas, sutiles relieves abstractos, construcciones sobre tabla que alguien ha calificado de 'antiséptica', pero no exenta de la necesaria dosis de pasión. Se diría que lo más importante lo hizo durante los años treinta y, ya más relajado, desde la cima del éxito, durante los cincuenta. Cuando se contempla el conjunto de su trayectoria, se advierte su extraordinaria capacidad para apropiarse de lo mejor que veía por ahí, procesarlo y restituirlo como un producto original. Nicholson no se reconocía a sí mismo como un pintor constructivista, sino como estrictamente constructivo, y siempre con un ojo puesto en la experiencia de la naturaleza. Esto le permitió profundizar en una actitud a veces sincrética, pero rigurosa, de la que han podido salir algunas cosas verdaderamente iluminadoras.
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