¡Que vote San Isidro!
Zapatero acompañó a los líderes del PSOE a la pradera, donde políticos de todos los grupos dieron un aire preelectoral a la fiesta
Olor a entresijos, tómbolas con muñecos de la serie Pokemon, música de los chicos de Operación Triunfo, carteristas, empujones... Un año más, llegó San Isidro. Miles de ciudadanos convirtieron ayer la pradera del santo en una inmensa marea humana poco apta para personas con fobia a los agobios. El paseo del Quince de Mayo se llenó de gente y más gente, algunos vestidos para la ocasión con el traje de chulapo y todos mirando de vez en cuando arriba por si las escasas nubes que había encapotaban el cielo.
Los políticos locales no quisieron ser menos. Candidatos a la alcaldía de la capital como Trinidad Jiménez (PSOE) o José María Mendiluce (Los Verdes-Izquierda de Madrid), o líderes nacionales como el secretario general de los socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero, acudieron a la pradera para darse un baño de masas. Y vaya si se lo dieron. La llegada de Rodríguez Zapatero provocó un auténtico delirio entre los asistentes, muchos de los cuales formaron un apretado remolino alrededor de él como si fuese una estrella de rock. '¡Zapatero, dame la mano!', '¡Zapatero, por tu padre, una foto con mi niña...!'. El líder socialista fue abriéndose camino a duras penas entre la multitud y dando besos a todo el que lograba burlar a sus guardaespaldas. '¿Aquí qué venden?', preguntó un hombre que pasaba por allí al ver la aglomeración.
También estuvo en la pradera la portavoz municipal de IU, Inés Sabanés y, por supuesto, el alcalde, José María Álvarez del Manzano, del PP. La visita del regidor fue más corta que un suspiro, porque tenía prisa por coger un avión que le llevase a Glasgow a ver jugar la final de la Liga de Campeones de fútbol. Eso sí, entre tanto trajín, le dio tiempo a beber agua de la ermita del santo acompañado por su esposa, María Eulalia. A la salida de la ermita se encontró con una manifestación de Ecologistas en Acción que protestaba contra la instalación de un tanatorio en el distrito de Carabanchel.
La primera teniente de alcalde, Mercedes de la Merced, del PP, tomó el relevo al alcalde y pasó todo el día en la pradera. Unas mujeres que la vieron pasar de lejos la confundieron, no se sabe bien por qué, con la cantante María Jiménez y se acercaron para verla más de cerca. Alguien las sacó de su error y las vecinas se fueron algo decepcionadas.
Mercedes de la Merced, que rehusó hacer declaraciones políticas, pidió a san Isidro 'que la gente disfrute de la fiesta, que el tiempo acompañe y que la gente sea capaz de convivir en paz'. El alcalde, en el corto rato que pasó por la pradera, criticó por 'incongruentes' a los 'políticos de la oposición' que, tras criticar el casticismo de Madrid, acudían a la pradera casi en campaña electoral: 'Ya era hora de que se dieran cuenta de que Madrid, aun siendo moderna, tiene que respetar sus tradiciones. Más vale que se den cuenta de una vez, aunque sea tarde', señaló el regidor.
Algunos fueron directos en sus ruegos al santo y le pidieron el voto de los madrileños para las elecciones municipales de mayo del año próximo. 'Pido a san Isidro el giro a la izquierda en el Ayuntamiento y la Comunidad. Si se produce, será a favor de los ciudadanos', afirmó el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero.
El líder socialista acudió a la pradera para apoyar la candidatura al Consistorio y al Gobierno regional de Trinidad Jiménez y Rafael Simancas, respectivamente. 'El PSOE ha hecho los deberes bien y pronto . Ahora, podemos dedicarnos a trabajar para la gente a fin de responder a los problemas de los madrileños', aseguró Rodríguez Zapatero. Para Jiménez y Simancas, éste era su primer acto público tras haber sido elegidos candidatos por el comité ejecutivo regional de la Federación Socialista Madrileña (FSM). Una mujer, para darle un toque castizo a Jiménez, le colocó un pañuelo blanco en el cuello.
'Muy ilusionada'
Jiménez se mostró sorprendida y muy ilusionada 'por las ganas de votar de la gente'. Además, la candidata a ocupar el primer sillón de la Casa de la Villa reclamó a san Isidro 'ser capaz de recuperar la confianza de los madrileños para que el PSOE vuelva a gobernar Madrid'. 'Pido para los ciudadanos una ciudad tranquila, segura, en la que todos estén a gusto y formen parte de un proyecto', dijo Jiménez. Tanto la candidata socialista a la alcaldía como Simancas y Zapatero agradecieron a su compañero Joaquín Leguina que se haya retirado de la carrera electoral para la alcaldía.
Mientras los representantes del PSOE confesaban qué pedían al santo, otro de los candidatos a primer edil para las elecciones de 2003, José María Mendiluce, de los Verdes-Izquierda de Madrid, se mezclaba con la muchedumbre. Mendiluce señaló que, desde que anunció su candidatura, se había sentido 'apoyado y querido'. 'Aunque no tanto por los representantes de algunos partidos políticos, que consideran el voto una especie de propiedad privada', añadió, con retíntín, aludiendo a las críticas del PSOE e IU. Tampoco Mendiluce se quedó sin pedir algo al santo: 'Que nos ayude a que el año que viene por estas fechas esté casi decidido que Madrid será progresista'.
En la otra punta de la pradera, la portavoz municipal de IU, Inés Sabanés, celebraba la fiesta en compañía de concejales de su coalición. Sabanés, que no precisó si será la candidata de IU, reconoció que este año la visita a la pradera tenía un marcado 'tinte preelectoral'. 'En el año que queda para las elecciones, la izquierda madrileña debe bajar al terreno de juego, dejar de ser intelectual y divina y centrarse en los problemas de los barrios', apuntó.
Los políticos se dispersaron finalmente por la pradera y miles de madrileños anónimos siguieron celebrando la fiesta a pesar de un calor agobiante que ya sabía a mes de agosto. Algunos esperaron más de una hora para coger agua de la ermita. Otros prefirieron saltarse el rito (y la cola) y fueron directamente a los puestos de comida, donde tampoco se libraron de esperar. Pero, a pesar del calor, del agobio, de los carteristas y de los empujones, la pradera no se despejó, en ningún momento, de la riada de gente que la abarrotó.
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