La infatigable pedagogía neoliberal
El mensaje de la libertad económica al modo neoliberal se ha extendido en el mercado editorial y de la comunicación como el virus de la gripe en el invierno. Apenas quedan reductos periodísticos que no dispongan de un ferviente predicador que se dice liberal ni transcurre un trimestre sin que se publique un libro, texto o folleto que pontifica, con ánimo pedagógico o polémico, sobre los males de la intervención del Estado en el ámbito económico, se explaya sobre la excelsitud del libre mercado y, de paso, propina gran lanzada al moro muerto de la economía marxista o socialista.
No es extraño tal poder expansivo; la buena nueva que se vende desde estos púlpitos consiste en cuatro lugares comunes, hilvanados con apreciaciones impresionistas que a nada comprometen, que suelen partir de ejemplos de economía robinsoniana del tipo 'supongamos que un panadero fabrica...' que tanto gustaba a los neoclásicos. El autor desarrolla casi siempre el mismo pie forzado: la libertad de la economía es un principio sagrado, el sector público es intervencionista por naturaleza, las empresas públicas son ineficaces y los precios facilitan todo lo que el consumidor quiso siempre saber sobre lo que se compra o se vende y el lector no se atreve a preguntar. El resultado es que todas las prédicas liberales lanzadas con este ánimo pedagógico y misionero se parecen como una gota de agua a otra y orillan con facilidad pasmosa las contradicciones o dificultades del discurso.
Economía liberal para no economistas y no liberales
Xavier Sala i Martín Plaza & Janés ISBN 84-01-37795-1
Sala i Martín -por cierto, doctor en Economía por la Universidad de Harvard- despliega todo lo anterior en 271 páginas. Con afirmaciones como éstas: 'Es necesario recordar que los impuestos distorsionan los precios de mercado y conducen a la toma de decisiones equivocadas. Cuando la propietaria de la panadería haga sus cálculos para decidir si puede montar la panadería y tenga en cuenta que, gracias al Gobierno, deberá pagar impuestos sobre las rentas que obtenga, deberá cotizar a la Seguridad Social por cada contratado, deberá imponer el impuesto sobre el valor añadido o IVA y deberá pagar todo un abanico de impuestos adicionales, se dará cuenta de que los beneficios ya no son tan grandes como antes. De hecho, es posible que lleguen a ser tan pequeños que, en vez de formar la empresa, prefiera quedarse en casa sin hacer nada (¡sobre todo si, además, hay un subsidio de paro que le da dinero si no trabaja!)'.
El párrafo resume a la perfección la cadena de simplificaciones liberales. Los impuestos parecen una fatigosa acumulación de impedimentos, sádicamente decidida para torturar a quienes desean ejercer de empresarios creativos; por supuesto, distorsionan los precios, pero el autor no menciona otras fuentes de distorsión del precio del pan que pueden afectar a la panadera del cuento que no proceden de la Administración; presenta los impuestos como si fueran una decisión unilateral del poder político, cuando es evidente que la fiscalidad es un recurso que la sociedad se da a sí misma para resolver los problemas comunes y de redistribución; y, por último,se permite la ironía fácil sobre el seguro de desempleo, como si el dinero que perciben los subsidiados no proviniese de aportaciones que ellos hicieron antes al sistema de protección legalmente constituido.
Cabe decir lo anterior si el discurso neoliberal simplificado se toma en serio; pero es mejor no hacerlo.
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