La cuna de los mejores violines
Los Stradivarius y el turrón encontraron su lugar en Cremona
Imaginamos que ciertos lugares tengan alma porque vemos, como ocurre también con las personas, un cuerpo animoso y dialogante, una geografía transida de guiños y atributos que parecen provenir de algún orden superior, armoniosamente trabado. Viene esto a cuento de Cremona, que es ciudad amable y bucólica. Nunca mejor dicho: el autor de las Bucólicas y de las Geórgicas, el poeta latino Virgilio, nació en una quinta engastada en su campiña. Una llanura dulce que bañan el padre Po y su corte de ríos feudatarios, la pianura padana, la Padania de ciertos sacamuelas políticos. Las églogas de Virgilio siguen valiendo como pie de foto para ese paisaje agrícola en el cual los tonos tienen menos que ver con el color que con una vaga melancolía.
Poco tiene de extraño que el poso genético de aquellos campesinos romanos cristalizara, siglos más tarde, en la plaza más humanista y transparente que cabe imaginar, la Piazza del Comune: al fondo, concentrando las líneas de fuga, la pureza octogonal de un baptisterio; a su izquierda, los volúmenes terrizos del Comune (ayuntamiento) y de una loggia cívica; a la derecha, la pantalla nacarada de la catedral, como una rama poblada de alas de piedra. Hermann Hesse, extasiado una tarde de lluvia de 1913 ante esa geometría sonora, alabó la plaza 'miríficamente compuesta y armoniosa... su entera construcción se presentaba como un todo homogéneo, bañado por una musicalidad de entonación exquisita'.
Ese ónfalos urbano proyecta una propuesta razonable de cuadrículas y de torres, que en las estampas del siglo XVIII daban a Cremona el empaque de urbe opulenta y sibarita. El rencor y la mala uva (caso de la demolición del templo de los Dominicos, que abultaba más que la catedral, por haber alojado a la odiada Inquisición), o la mala cabeza (caso de los destrozos del aggiornamento mussoliniano), privaron a la ciudad de buena parte de su musculatura arquitectónica.
En ese espacio habían latido con pasión las ideas y las artes. Los pintores locales habían trabajado a destajo. El interior de la catedral, por ejemplo, ha sido motejado como 'capilla sixtina del norte italiano', y lo asombroso es que los frescos que invaden como hiedra hasta el último resquicio no han sido restaurados nunca, su brillo y frescura son los que aplicaron los artistas del círculo cremonés. Entre ellos estaba la primera mujer que coqueteó con el estilo renacentista. Se llamaba Sofonisba Anguissola, y fue requerida por Felipe II con el lote de pintores de vanguardia que llevaron a la corte de Madrid la moda renaciente. Estuvo 20 años en ella, con título de dama de honor de la reina, y pintó un montón de retratos que han estado atribuidos en muchas ocasiones a Sánchez Coello. Después regresó a Italia, se casó, y gozó de la admiración de Miguel Ángel, entre otros.
Más que la armonía plástica, es la armonía sonora el jugo íntimo y generoso de Cremona. La afición musical le venía de lejos. Tal vez no fuera azar que naciera y se formara allí Monteverdi, el inventor del recitar cantando, y por ende de la ópera; Mozart peregrinó de joven a Cremona sólo para aspirar el aura del 'divino Claudio'. Mucho más tarde también nacería en una pedanía próxima Amílcare Ponchieli, uno de esos veristas conocidos por una ópera sola y sólida (La Gioconda), el cual ha dado nombre al gran teatro de Cremona, el tercero de Italia (después del San Carlo napolitano y La Fenice de Venecia).
Constructores musicales
Pero lo que ha extendido la fama de Cremona por el mundo han sido sobre todo los talleres de liutisti o artesanos constructores de violines e instrumentos de arco. Constructores es el término adecuado: ellos trataban la madera con rigor de ingenieros y con el mimo que requiere una materia viva. El fundador de la escuela cremonesa fue Andrea Amati, nacido en 1505, quien enseñó a varias generaciones de su familia (Antonio, Gerolamo, Nicolò). Posterior y más conocido es Antonio Stradivari, el más prolífico, entre otras razones porque vivió 93 años. Giuseppe Guarnieri, otro talento que nació 54 años después que Stradivari, se puede considerar contemporáneo suyo, de hecho murieron casi a la par. Ahora mismo, siguen abiertos en Cremona talleres que trabajan como lo hicieron aquellos maestros: el mismo pulcro desorden de plantillas, virutas y herramientas, el mismo perfume narcótico de colas y barnices, el mismo silencio que absorbe como papel secante cualquier gesto atolondrado.
El turista tiene ocasión de contemplar algunos instrumentos históricos, en una saleta del Comune, y también de oírlos: cada día hay que hacerlos sonar, para que sigan 'en forma' (la sonoridad de la madera gana incluso con el tiempo). El circuito melómano debe pasar asimismo por el Museo Stradivariano, a escasos metros de la pinacoteca Ala Ponzone. Que esa es otra. Una sociedad tan pulida en las formas y tan fina de oído tenía que bascular, por puro fatalismo, hacia la buena vida. Las fantasías verduleras de Arcimboldo que cuelgan en el museo adquieren en este municipio su máxima calidad nutritiva.
Pero el gran tanto que se apuntan aquí es el de ser los inventores del turrón. Eso dicen. La cosa vendría de un célebre casorio, el de Bianca María Visconti y Francesco Sforza, en 1441. Los reposteros locales prepararon para el convite nupcial un postre con la forma del torrazzo, la torre o campanario de la catedral (que, por cierto, guarda un aire de familia con la Giralda sevillana, vistas las dos de lejos se confundirían como dos caminantes exactos). El caso es que el torrazzo habría dado nombre al lingote quebrantadientes llamado torrione, el turrón (tesis abominable para los oriundos de Alicante, que se inventan etimologías no menos pintorescas: véase la Historia del turrón de F. Figueras Pacheco). Lo sensato es admitir que en cualquier obrador mediterráneo donde hubiera miel, huevos y almendras pudieron inventar el invento.También la tradición epicúrea se mantiene viva. En las mesas elegantes se trenzan los sabores con sutileza polifónica, con osadía alquímica.
Cremona, en el fondo, tiene algo de guarida de alquimistas, un refugio en que serían felices los muñidores de arcanos, los cifradores de claves y secretas correspondencias -y en eso, precisamente, consiste la armonía universal, según los pitagóricos-. Cuando se habla en Cremona de armonía puede que no se esté hablando de música, ni de formas, colores o condimentos; puede que se esté tratando, inútilmente, de apresar con los dedos el alma, o la sombra esquiva de un lugar imaginado.
GUÍA PRÁCTICA
- Población: 71.500. Prefijo telefónico: 00 39 0372.
- Alitalia (91 516 11 00) vuela diariamente desde Madrid a Milán, a partir de 179 euros más tasas. Consultar ofertas según fechas.
- Hotel Continental (43 41 41). Piazza Libertà, 26. La habitación doble con desayuno, 106 euros. - Hermes Hotel (45 04 90). Via Passolombardo, 1 (localidad de San Felice). La habitación doble con desayuno, 99 euros.
- Antica Locanda Il Bisone (239 53). Via Pecorari, 8. Alrededor de 30 euros. - Hosteria Il 700 (301 75). Piazza Gallina,1. Precio medio, 35 euros.
- www.rccr.cremona.it. - Oficina de turismo (232 33; www.aptcremona.it.).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.