Al fútbol con los hijos
Hace seis años un entrenador italiano del Real Madrid comentó que en su país ya no era posible que un padre fuera al fútbol con sus hijos pequeños, como ocurría en España. La pasada jornada de Liga se registraron en España invasiones del campo, enfrentamientos entre jugadores e hinchas, apedreamientos del autobús del equipo rival, agresiones a árbitros, lanzamiento de botellas y piedras, ataque a cintazos contra los futbolistas y choques en las gradas. Todo ello cuatro días después de que, tras el estallido de la bomba de ETA frente al Bernabéu, los ultra sur atacaran a periodistas y se enfrentaran a la policía.
Es probable que haya un elemento de imitación en esta afloración de actos de violencia ligados al fútbol. Pero nada favorece tanto la extensión mimética de la violencia como la sensación de impunidad. Por eso es necesario tomarse en serio este rebrote, y hacerlo con rapidez. Tanto más cuando la permisividad de algunos clubes, la pasividad policial y la frivolidad de ciertos medios de comunicación han contribuido a crear la sensación de que las brutalidades lo son menos (y hasta resultan graciosas) cuando el pretexto es el fútbol.
Los sectores implicados parecen haber reaccionado y, según explicó ayer el ministro del Interior, se va a aplicar con mayor rigor la normativa existente y una comisión estudiará de aquí al verano otras medidas. Habrá que juzgarlas por sus resultados, pero la voluntad de aprovechar la experiencia de países como el Reino Unido parece acertada. Una parte de los cuantiosos fondos que genera el fútbol debería destinarse a medidas preventivas, especialmente de identificación y control de los violentos a fin de impedirles el acceso a los estadios. Aunque ello implique órdenes judiciales que les obliguen a permanecer en comisaría cada vez que juegue su equipo, como ya ocurre en el Reino Unido. Para que los padres puedan volver a ir al fútbol con sus hijos.
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