Las unidades de ictus reducen en un 30% las complicaciones
La experiencia clínica acumulada por las unidades de ictus cerebral, que empezaron a crearse en los países desarrollados a finales de los ochenta para atajar precozmente el infarto cerebral, demuestra que este tipo de atención médica reduce un 30% la morbimortalidad (complicaciones y muerte), así como un 18% el gasto sanitario.
Según un trabajo realizado en 1999 por el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN), existen 12 unidades de ictus en los hospitales del Sistema Nacional de Salud y sólo el 16% dispone de un neurólogo de guardia en presencia física 24 horas.
'Este hecho no es patrimomio exclusivo nuestro, sino de todos los países occidentales. Estamos a la par que Francia, mejor que el Reino Unido y peor que Alemania. No sabemos muy bien por qué todavía las unidades de ictus no están teniendo el mismo ritmo de crecimiento que las de coronarias. Sin embargo, este tipo de unidades no requiere de una gran infraestrutcura e inversión', se lamenta Exuperio Díez-Tejedor, coordinador de una reunión científica que organizó en Madrid el GEECV-SEN y a la que asistieron más de cien expertos de todo el mundo.
Para Díaz-Tejedor, jefe de la unidad de ictus de La Paz de Madrid, un servicio de estas características requiere la presencia física durante 24 horas de un neurólogo y el acceso inmediato y directo a pruebas de TAC, resonancia magnética y laboratorio.
Horas cruciales
'Idealmente', dice, 'tendría que haber una unidad de ictus al menos en cada capital de provincia, pues las tres primeras horas de este accidente vascular y el manejo terapéutico son decisivos para aumentar la supervivencia y reducir las secuelas y complicaciones, que pueden convertir al afectado en un ser no autónomo por hemiplejia, demencia y otros déficit cognitivos y motores'.
Según José Larracoechea, coordinador del GEECV-SEN, cada año se producen en España 125.000 nuevos casos de ictus, de los que un 30% fallece el primer año. Esta enfermedad representa la primera causa de muerte en las mujeres españolas (por delante del cáncer de mama) y la segunda en los varones.
Como admitió Gregory John del Zoppo, del Instituto Scripps de Investigación de La Jolla en California (EE UU), hasta la década de los ochenta predominaba la creencia médica de que ante un ictus 'no podía hacerse nada y todo quedaba en manos de la Providencia'. Desde hace dos décadas, según puntualiza, ese nihilismo terapéutico ha sido anulado por los nuevos procedimientos diagnósticos y tratamientos precoces, que son capaces de abrir las arterias obstruidas, restablecer el flujo sanguíneo cerebral y reparar el tejido dañado.
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