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Columna
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Víctimas o verdugos

Nada es lo que parece, no se fíen, no se dejen guiar por sus malos instintos, no sean malpensados. Las evidencias pueden ser engañosas, los testigos pueden estar comprados y las pruebas de convicción pueden venirse abajo lo mismo que un castillo de naipes o de arena. Ni los obispos pederastas ni los banqueros que estos días exhiben el impecable corte de sus trajes y la marmórea condición de sus rostros en la televisión y en los periódicos han actuado nunca de mala fe. Propendemos de una manera insana a prejuzgar al prójimo. Llevamos la semilla de la maledicencia en las entrañas. El refranero, esa academia de cinismo y de bellaquería, es nuestra Biblia: 'Piensa mal y acertarás', nos dicta.

Ya lo decía el bueno de José Agustín Goytisolo en el siglo pasado. ¿Por qué el lobo es el malo de los cuentos? ¿Por qué no puede haber un lobo bueno, socio de una docena de oenegés y donante de sangre, maltratado por una turbamulta de corderos fascistas? ¿Por qué la bruja es fea además de malísima, y además de malísima tan falsa como Aramís Fuster? ¿Y por qué los piratas han de ser la versión marinera de Jesús Gil y Gil y no un gremio de honrados trabajadores náuticos? ¿Y por qué Gil y Gil ha de ser el paradigma de la piratería marbellí o no un honesto alcalde dimitido por siniestras conjuras? No parece sencillo responder a esta clase de preguntas.

Definitivamente, no tenemos enmienda, somos crueles. Ahora toca cebarse con el excelentísimo (o tal vez ilustrísimo) fiscal jefe de Castilla y León. Todo por ejercer de manera impecable su ministerio. Todo por apretar las tuercas a la acosada ex novia del alcalde de Ponferrada. Todo por insinuar (o deducir) que quizás la acosadora era ella (o sea, la acusadora) y el acosado él (o sea, el acusado). El alcalde de Ponferrada, cuyo peso en canal no debe ser inferior a los 90 kilos, puede ser en el fondo un hombre tierno, inseguro y sensible, torturado por su pérfida concejala de Hacienda y sometido a sevicias sin fin en su propio despacho. ¿Por qué no? Las apariencias -salvo en el caso del fiscal jefe del Castilla y León- engañan.

No juzguemos, antes de que los tribunales le condenen, al atribulado alcalde de Ponferrada. Pensemos que tal vez puede ser una víctima en lugar de un verdugo. Algo muy parecido, salvando las distancias y los cargos, parece que sucede con el señor Sharon. Quizás tenga razón mi estimado Valentí Puig y todo sean cosas del antisemitismo visceral que algunos llevan dentro. A lo mejor las plazas de verdugo y de víctima se sacan por oposición y una vez conseguidas se disfrutan de modo vitalicio y hasta pueden transmitirse de padres a hijos, independientemente de lo que cada uno haga. Víctimas o verdugos. La diferencia debería estar clara, pero alguien (no se sabe bien quién, nosotros, otros, todos) se empeña en añadir más dolor al dolor.

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