El paro y los justicieros del PP
En sabia gramática lemosina mi madre utiliza una expresión antigua cuando oye según qué críticas en según qué bocas: 'Sempre t'embruta una paella bruta'. Lo de lanzar la primera piedra bíblica, pero en versión más doméstica... Usada para los dimes y diretes de la cotidianidad, la expresión me resulta, sin embargo, de una gran precisión retórica en términos políticos, y por ello hoy la saco a colación para hablar del PP y de sus fantásticas medidas reguladoras del paro. Con permiso de mi madre, pues, su paella se convierte en el primer sarcasmo que me permito dirigir a la cuestión en cuestión y a sus artífices. Así que ahora resulta que el PP es un auténtico justiciero de la corrupción, versión listas del paro, y que ha decidido combatirla con estentórea contundencia. ¡Tamaña sorpresa, biografía en mano de esos nuevos barrenderos del poder! ¿O se trata de un nuevo y sutil espejismo de la maquinaria más engrasada y mejor nutrida del Partido Popular, su asesoría de imagen? Vista la cuestión con lupa, lupa crítica por supuesto, estas son las primeras reflexiones que me permito observar.
De entrada, el espejismo. ¿Qué pretende conseguir el PP con estas medidas de teórica higiene económica? De momento consigue vendernos la creencia de que quiere moralizar el mercado laboral, como si se tratara realmente de una operación de acoso y derribo a las zonas opacas del dinero público. De esta manera el PP aparece como un partido no sólo limpio, sino con voluntad de limpieza colectiva, cual FOCSA de la política de nuevo formato. Así, metiendo el dedo en el ojo de la pequeña corruptela del paro, nuestros ínclitos líderes de la derecha auténtica ofrecen al mundo una triple virtualidad: son gente de orden, son gente de autoridad y son gente de moral. Perfectamente diseñada la campaña en sus términos publicitarios -la compra masiva de medios de comunicación da sus frutos en la creación de corrientes de opinión-, la estrategia no puede resultar más inteligente. Sin embargo, como decía Luis de Sebastián en la competencia, ¡qué desaprensiva vergüenza vendernos la moto de la moral económica con los ecos de los últimos macroescándalos financieros, vinculados al poder, aún calentándonos las orejas. El espejismo está ahí, cual oasis de justicia, en un desierto de más de cincuenta grados a la sombra de pura impunidad. Espejismo de persecución del pequeño fraudulento en el país con el agujero más grande de fraude fiscal del mundo, banda ancha de la economía. Espejismo de poner el cerco a la viuda que aún cobra la pensión del marido, o al chaval que se ha agenciado dos meses extras de paro con trabajo sumergido, o al cuarentón que no quiere trabajar de cualquier cosa, y a la vez permitir que los amigos de paddle y chalet en La Moraleja vivan sus altas pasiones financieras con sus bajos secretos protegidos, tolerados y hasta legislados. Lo pornográfico de la cosa, una vez destapada la careta justiciera, es que el PP quiere limpiar el culo de su estrecho compromiso con los sectores económicos más pudientes, ensuciando la cara a los sectores más débiles. Puño de hierro con los pobres y mano abierta a los amigos ricos, y hasta me da inquina escribir frase tan tópica, precisamente porque me resulta certera.
Cuestión que me lleva a una segunda reflexión, la erosión progresiva de los sectores medios de la economía. Si el PP quisiera sanear la economía, no sólo cabe preguntarse por qué no saca la espada en el gran fraude financiero, sino también por qué motivo potencia la economía especulativa en detrimento de la constructiva. Los sectores medios, autónomos y pymes resultan el segmento más duramente castigado y más alevosamente perseguido en el catecismo de un ultraliberalismo que no tiene pudor en ir reduciendo el gran amortiguador social que es la clase media. Así, los modélicos empresarios -cuyos engominados esqueletos han paseado por algunas modélicas cárceles- que trabajan con dinero virtual, agenda de nombres propios y un solo teléfono, son hoy por hoy la clase dirigente,
muy por encima de los empresarios que han construido patrimonio económico a la par que humano. Los índices de progresión del dinero financiero son desgraciadamente inequívocos. En esta tesitura, el PP activa un doble mecanismo perverso: lesiona el sector económico que puede paliar realmente el paro, el sector medio, y a la vez convierte a cualquier parado en un sospechoso de fraude. Así, los miles de jóvenes que no consiguen un mínimo de estabilidad laboral que les permitiera la emancipación, o los miles de ciudadanos que padecen el bochorno de buscar y no encontrar segunda oportunidad más allá de los 40 años, o la multitud de mujeres que aún sufren el techo de cristal de la discriminación, todos ellos se convierten en el colectivo más sospechoso de la gangrena del dinero público. De manual sádico...
Y luego está el Plan de Empleo Rural (PER), auténtica red de corruptela política y de doble economía que durante años ha tapado los problemas endémicos del Sur con una cultura del subsidio bochornosa. Una cultura que ha convertido el paro en una forma de trabajo. ¿Por qué el PP, en su alma justiciera, no desmonta esa red de privilegios e influencias que deja intactos los grandes latifundios medievales de los Alba de turno y arremete con la necesaria reestructuración económica del Sur? ¿No sería más notable desmontar las redes corruptas en lugar de perseguir a los pobres individuales con sus pequeñas trampas? Más notable, pero menos populista... Y de eso se trata, de populismo barato mientras se protege el alto capital, se mantiene la cultura del gran fraude y se tutela la economía especulativa. Moralistas del dinero del pobre y guardianes del dinero rico, esa es la doble cara de su moneda justiciera. ¡Valiente moralidad la que parte de tal inmoralidad financiera!
Pilarrahola@hotmail.com
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