Primero de Mayo: una encrucijada para nuestro país
Las manifestaciones sindicales del Primero de Mayo de este año, 2002, están marcadas por la oposición sindical a un paquete de medidas laborales y sociales que pretende imponer el Gobierno del señor Aznar. Este paquete contiene recortes de derechos laborales como la supresión de los salarios de tramitación, la restricción para muchos trabajadores en el acceso a la protección por desempleo, un intento de expulsar de esta protección de manera arbitraria a los que tengan dificultad para aceptar una oferta de empleo poco cualificado, precario y costoso, así como la sustitución de derechos subjetivos por ayudas graciables, las llamadas rentas de inserción.
Cuando el presidente del Gobierno dice que en nuestro país han sido rechazadas 120.000 ofertas de empleo no dice que esto es que en un 2% de los casos, ya que en España todos los años se realizan varios millones de contratos, la oferta no era adecuada. Cuando el presidente del Gobierno dice que no quiere que con los impuestos de los ciudadanos se mantengan con la prestación por desempleo parados vocacionales debería decírsele que los ciudadanos españoles no queremos que con nuestros impuestos el erario público complemente salarios de miseria que acompañan a ofertas de empleo precarias, en lugares lejanos al domicilio del parado y que poco tienen que ver con su cualificación laboral o profesional.
Cuando el presidente del Gobierno dice que este país puede seguir en la senda de la desfiscalización y en la senda del recorte del carácter progresivo del impuesto sobre la renta debería decir si este país no necesita doblar el gasto educativo, doblar la inversión en tecnología y en innovación y doblar su inversión en infraestructuras para que las empresas españolas sean competitivas no sólo por bajos costes salariales y puedan mejorar la balanza de pagos de nuestro país y generar empleo estable, seguro y con derechos, empleo que preserve el modelo social europeo y la cohesión social de la población española.
El movimiento sindical español nunca ha faltado en los 25 años de democracia a la cita de la responsabilidad. El tan alardeado estandarte del diálogo social, el tan explotado modo de hacer del Gobierno popular, la tan alabada sabiduría de los agentes económicos y sociales españoles, parecen ahora una estampa del pasado desde hace una semana. CC OO no abandonará su estrategia de compatibilizar las mejoras de los derechos de los trabajadores con el interés general de la sociedad. Si el presidente del Gobierno hubiese convocado una mesa de negociación tripartita, con presencia del Ejecutivo, de la patronal y de los sindicatos para acordar cómo llegar al pleno empleo en el año 2010, CC OO hubiese ido a esa cita no sólo con un discurso, sino con muchas propuestas que la sociedad española ha valorado ya y ha reconocido cuando ha dicho que el movimiento sindical que nosotros representamos es maduro y responsable.
Esa responsabilidad es la que nos induce a decirle al Gobierno del señor Aznar que retire este paquete de imposiciones, de recortes de derechos y de malas maneras. Si el señor Aznar pretende liderar una corriente de pensamiento que bajo la capa de la firmeza esconde la penalización de los más desfavorecidos, malos augurios para el futuro de su liderazgo. Esa corriente de pensamiento nunca podrá liderar una sociedad abierta y desarrollada. Esa corriente de pensamiento abrirá las puertas no sólo a la insolidaridad, sino al populismo y a la irracionalidad. Sería una grave inversión en el discurso de la necesidad de cohesión, de corresponsabilidad y de diálogo, tres necesidades para que Gobierno y sociedad civil sigan produciendo cambios en el mundo de la empresa y en la sociedad que permitan conducir en paralelo crecimiento y reparto.
Todas estas razones las debe conocer la sociedad. El Primero de Mayo es una magnífica tribuna para difundir nuestras ideas. Nosotros, los sindicatos, estamos donde estábamos. Es el Gobierno del señor Aznar el que parece despreciar nuestro concurso y abanderar ahora lo que hasta ayer denunciaba como señas de identidad de Gobiernos anteriores a los del Partido Popular. Nosotros, los sindicatos, somos organizaciones sólidas y coherentes. Tenemos capacidad de propuesta y capacidad de confrontación. Somos conscientes que esta segunda capacidad produce pocos bienes a corto plazo, pero a veces la confrontación ha sido una inversión a largo plazo. Se puede evitar la confrontación, pero para ello el Gobierno debe retirar íntegramente ese desequilibrado paquete que no responde a ninguna necesidad económica, social, ni política. Ninguna de esas medidas generará más empleo, más cualificación, más protección, más productividad del empleo, más cohesión social ni más legitimidad del Gobierno. Ojalá el buen juicio de los responsables políticos y nuestra firmeza resuelvan este atasco y eviten una irreparable marcha hacia la nada.
José María Fidalgo es secretario general de Comisiones Obreras.
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