Animales
Estamos tan abrumados por el bárbaro despliegue de violencia contra los palestinos que ponerse a hablar ahora de los derechos de los animales le puede parecer a alguno fuera de lugar. Craso error: yo creo que todo forma parte de la misma cosa, del desarrollo de la conciencia humanista, del fortalecimiento de un sistema de valores que impida el abuso, de la defensa del débil frente al asesino. Hace unos días, el Partido Popular rechazó las propuestas de ley presentadas por PSOE, CiU, ERC e IU para que el maltrato a los animales fuera considerado delito. Serrar lentamente las patas de 15 perros seguirá siendo falta leve, más leve, de hecho, que las faltas de tráfico. Todos los países de la UE tienen penas mucho mayores para quienes cometen estas barbaridades, que no sólo atentan contra los animales, sino contra la civilidad común y contra nuestra dignidad como personas: la defensa de los derechos del animal es un continuo de la defensa de los derechos humanos. Pero los españoles, por desgracia, somos feroces. Aquí la tortura no es un hecho aislado; los galgueros ahorcan sistemáticamente a sus pobres perros (mientras los señoritos de las federaciones de caza miran para otro lado), y la mitad de las llamadas fiestas populares son gamberradas sádicas.
Dice el pepero De Luis que no quieren parchear el Código Penal, y que una comisión está estudiando el asunto (desde noviembre). Aparte de que en otros casos sí que han parcheado sin problemas (como en el endurecimiento de las penas a la kale borroka), ¿cuánto tiempo más va a tardar la comisión? ¿Veinte años y un día? Los 650.000 firmantes de la petición para el endurecimiento de la ley sospechamos que el PP no se muere de ganas de cambiar las cosas. A lo peor hay demasiados intereses: de los dueños de los cotos, de los laboratorios farmacéuticos que abusan de una experimentación animal sin regular, de los alcaldazos que disfrutan arrancando cuellos de patos en las fiestas... Del viejo dinero, en fin, la vieja tradición y la vieja burricie, con la que el PP tiene entrañables relaciones naturales y de familia. Pero que no se crean que lo vamos a olvidar: ya nos encontraremos (650.000 votantes) en las elecciones.
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