Velocidad y aceleración
El partido socialista, cuyas antenas desplegadas por el secretario de Organización, José Blanco, detectan con precisión los fenómenos sociales y las tendencias de los electores, se ha aplicado a la cuestión de la inseguridad y el propio líder, José Luis Rodríguez Zapatero, salió al ruedo del Pleno del Congreso el miércoles pasado, 24 de abril, para preguntar al presidente del Gobierno si piensa que con su forma de dirigir el Cuerpo Nacional de Policía contribuye de la manera más eficaz a luchar contra el actual incremento de la criminalidad. Argumentaba Zapatero que las cifras eran claras, que los ciudadanos padecen un deterioro de la seguridad, que la responsabilidad es del Gobierno, que el Programa 2000 ha sido un fracaso, que los policías están desmotivados y desconcertados, que hay caos estructural, que hay denuncias contra el ministro del Interior por falta de respeto a los derechos sindicales, que el diálogo con los sindicatos policiales lleva 16 meses interrumpido y que la causa es la nefasta política de dirección del Cuerpo Nacional de Policía. Concluía Zapatero reiterando su pregunta al presidente sobre si creía posible que con esta política en relación con la policía mejorase la seguridad ciudadana.
El señor Aznar López se limitó a decir que sí, que con la política que está practicando el Gobierno, sí mejorará. Entonces Zapatero reveló su secreto. Una carta recibida de los sindicatos policiales que le dan al Gobierno un suspenso en materia de seguridad ciudadana. Enseguida el secretario general del PSOE amonestó al presidente para que dialogue con los sindicatos, dignifique la profesión de policía, ofrezca más medios y aumente los efectivos. Acto seguido se refirió a la incapacidad del Gobierno para llevar a cabo esas mejoras y aseguró que ellos lo harán cuando tomen el relevo dando más seguridad y más apoyo a la policía en España. La última palabra, conforme al ventajista Reglamento del Congreso, sirvió para que Aznar se erigiera en campeón del diálogo y esbozara sus logros: 7.425 nuevas plazas de policías, más que las convocadas en el periodo 1990-1995, aumento de la productividad que se ha multiplicado por tres, incremento de las inversiones en un 48,1 en el año 2000 y renovación del 60% de la flota de vehículos, con el añadido de que los datos del primer trimestre demostraban un descenso de la delincuencia y de la inseguridad en nuestro país. O sea una serie de datos escogidos sin indicación de su procedencia ni las referencias elementales que sirvieran para encuadrarlos.
Porque, vamos a ver, ¿qué significa la convocatoria de plazas si se oculta cuántas bajas se han producido?; ¿cuáles son las pautas para afirmar que la productividad de la policía se ha triplicado?; ¿de qué incremento de las inversiones se habla?, ¿a qué capítulos se han dedicado?, ¿a qué se debe la elección del año 2000 cuando el ejercicio de 2001 ya está vencido?; o ¿qué sentido tiene el porcentaje de renovación de la flota de vehículos si no se habla de su kilometraje y de su situación respecto de la ITV? Y ahora vayamos a los resultados exhibidos. Porque los datos del primer trimestre lejos de demostrar el descenso pregonado arrojan un crecimiento del 6% en el primer trimestre del año en curso (véase la edición de EL PAÍS de ayer). Otra cosa es que el Ministerio del Interior explique que la delincuencia ha subido menos y que de ahí quiera deducir que la evolución con abuso del problema mejora.
Al equipo de Mariano Rajoy hay que explicarle que una cosa es la velocidad y otra la aceleración. Puede haberse atenuado la aceleración pero la velocidad se mantiene por encima de los límites tolerables y todavía sigue aumentando. Y basta ya de descargarse de responsabilidades irrenunciables y de proseguir identificando delincuencia con inmigrantes porque al Gobierno corresponde atajar la delincuencia cualquiera que sea su origen, más aún cuando la actual Ley de Extranjería es la que el Partido Popular ha hecho a su medida. Pronto harán falta en este campo medidas radicales y si la delincuencia se resiste a disminuir llegará el momento de modificar las pautas con las que se computa.
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