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Los cazadores españoles son los que más especies protegidas capturan de toda Europa

La apertura cinegética de Asia y Europa del Este genera 120 millones de euros anuales

Los cazadores españoles de élite acaparan la mitad de todas las especies protegidas que se importan a Europa, según el Convenio Internacional que regula su comercio (CITES). La caída de las barreras fronterizas de las repúblicas ex soviéticas en el Cáucaso y Asia Central ha desatado entre los europeos una fiebre sin precedentes por los trofeos de piezas exóticas. Después de los norteamericanos, los que más viajan son los españoles. Los viajes han crecido un 20%, a pesar de que cada uno puede costar 70.000 euros, y mueven 120 millones al año, de los que sólo un tercio se queda en las regiones pobres.

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El turismo cinegético a Eurasia mueve cifras de más de seis dígitos y desplaza a miles de aventureros de élite, según el primer informe sobre esta actividad en Europa, por encargo de Traffic, una policía que vigila el cumplimiento del CITES (Convenio Internacional sobre el Tráfico de Especies Amenazadas).

El trabajo ofrece un dato revelador. La presencia de cazadores españoles en lugares exóticos y remotos dobla a la del resto de países miembros de la Unión Europea, al menos en cuanto a la conquista de trofeos de especies con certificado CITES. De los 25.428 trofeos importados en Europa entre 1990 y 1996, más de 10.000 fueron obtenidos por cazadores españoles.

Estos datos los ha aportado el profesor de Ecología de la Universidad de Alcalá, Juan Herrero, tras recorrer ferias especializadas y conversado con decenas de especialistas. La agencia madrileña Safari Headlands, reconocida como una de las top ten del mundo, ha aumentado su clientela en más del 20% en la última década, según su director, José García Escorial. En su web (http://www.safariheadlands.com) ofrece un mapamundi de ofertas que van desde la caza de elefantes en África hasta el mítico argali Marco Polo en Kazastán, uno de cuyos ejemplares fue capturado por don Juan Carlos el pasado año tras pagar 24.000 euros (cuatro millones de pesetas).

La pasión por los trofeos de especies exóticas moviliza a cazadores con recursos, pero los hay también de clase media y que a fuerza de ahorrar o aguantar un año más con el coche viejo se dan ese capricho. Hay quienes han repetido hasta 60 veces la aventura de acudir al Asia Central, como el empresario textil Enrique Zamácola, que a sus 61 años ya sólo le queda por cazar una pieza que nunca tendrá a su alcance, el tigre. En una ocasión se desplazó a Camboya y ni siquiera llegó a verlo.

Para Zamácola, el gran reto es capturar ungulados en altitudes pedregosas de más de 4.000 metros y a 30 grados bajo cero: 'En este ambiente tan duro sólo crece una hierva fina de la que se alimenta el argali, una especie de cabra montesa con la cabeza de una vaca y una cornamenta espectacular. Tiene una vista prodigiosa, semejante a la de un hombre auxiliado con un prismático de diez aumentos. Es terriblemente complicada su captura'.

La agencia Safari Headlands ha desplazado en la última temporada a más de 1.000 cazadores ansiosos de emular el historial de Zamácola y otros reconocidos cazadores de la élite mundial, como Ricardo Medem, Valentín de Madariaga o Nicolás Franco.

La apertura a extranjeros de territorios vedados como China, donde no hay tradición social por la cacería, Mongolia o las repúblicas del Cáucaso y Eurasia, ha generado una fiebre de trofeítis en Estados Unidos y Europa. Los primeros en conquistar ese mercado han sido los norteamericanos, seguidos de los españoles. 'Ellos disponen de más medios, pero son los primeros en echarse atrás al menor conflicto. Los españoles son más atrevidos y arriesgados. Les importa menos desplazarse a lugares inseguros. Son los primeros en abrir destinos turísticos que con el tiempo acaban incorporados en los folletos de viajes', asegura Gómez Escorial.

Según Traffic, un organismo dependiente de World Wildlife y la Unión Conservacionista Mundial (UICN), la apertura los países del Este ha abierto las puertas a los cazadores alemanes, que se pueden permitir el lujo de desplazarse en su propio coche a Hungría, Polonia o Rusia. Franceses e italianos, por el contrario, se inclinan más por especies voladoras y no se desplazan lejos.

Furtivismo

El informe de Traffic intenta calibrar la magnitud del mercado cinegético europeo y conocer hasta qué punto se respetan las reglas de CITES por los cazadores y los países que los acogen, generalmente muy pobres y vulnerables al furtiveo bien pagado por extranjeros sin escrúpulos. Un 10% de los cazadores alemanes encuestados afirman haber sido tentados por guías locales para cazar ilegalmente. En Italia hay dos casos ante los tribunales por la importación ilegal de especies en extinción protegidas. En las aduanas se han intervenido ejemplares de tigres y leopardos de India, ocelotes y jaguares de México y argalis.

Zamácola asegura que la mayoría de los guías eran antes cazadores furtivos que mataban para comer. Con los dólares que obtienen ahora con su trabajo vive su familia todo un año. Pero se han dado casos en que por cada trofeo obtenido legalmente tras pagar hasta 24.000 euros (cuatro millones de pesetas) algún guía ofrece tres piezas más por la mitad de precio sin documentación CITES, con lo que el cazador corre el riesgo de no poder pasarlo por las aduanas.

La caza en Eurasia moviliza anualmente 180 millones de euros (30.000 millones de pesetas), de los que sólo una tercera parte se queda en el ámbito local. Aun así representa una fuente importante de divisas.

El profesor Herrero sostiene que para estas regiones la creación de reservas de caza puede ser el primer paso para la protección de espacios naturales que con el tiempo se han convertido en parques nacionales o naturales, como ha ocurrido en España. De algunas especies cotizadas como el argali sólo se pueden cazar 40 ejemplares al año en China, por ejemplo.

Para los cazadores menos arriesgados existe la opción de emular al Clark Gable de Mogambo por 52.000 euros (nueve millones de pesetas) con captura de elefante incluido, en un safari de 15 días por Botswana con todos los papeles en regla.

El cazador Enrique Zamácola, en las montañas de China con un argali de Littendale, una pieza muy cotizada.
El cazador Enrique Zamácola, en las montañas de China con un argali de Littendale, una pieza muy cotizada.FRAN EXTREMERA (LA OPINIÓN DE MÁLAGA)

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