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Reportaje:

Una Remington, 1.000 pesetas

Un nuevo invento, la máquina de escribir, podía adquirirse con uno de los billetes de la España de Alfonso XII Un nuevo invento, la máquina de escribir, podía adquirirse con uno de los billetes de la España de Alfonso XII

De los dos facsímiles de billetes históricos que EL PAÍS regala la próxima semana con cada ejemplar destaca las 1.000 pesetas de Alonso Cano. Se emitieron en 1874 durante la I República, régimen político que duró exactamente 11 meses. La falta de estabilidad política hizo que el periodo fuera un desastre para la economía. Se sucedieron cuatro presidentes provisionales, que tuvieron que hacer frente a tres guerras: la carlista, la de Cuba y la cantonal de Cartagena.

Alonso Cano, que nació y murió en Granada (1601-1667). Fue pintor y escultor, una de las cumbres del barroco, compañero de taller del sevillano Velázquez, y por estas razones los responsables del Banco de España en 1874 le eligieron para adornar el nada despreciable billete de mil pesetas. Quizá hoy no lo hubiesen hecho, dado que el artista se había casado con una adolescente, cuya prematura muerte arrojó sobre él sospechas de parricidio, aunque nunca llegó a probarse siquiera que le infligiese malos tratos.

Fue en ese mismo año de 1874 cuando nació el impresionismo con la exposición conjunta en París de Monet, Pissarro, Manet, Degas y Renoir.

Con 1.000 pesetas, que no circulaban mucho, se hubiera podido adquirir un curioso instrumento que por entonces daba sus primeros pasos y que hoy ha pasado hace tiempo a los museos: una máquina de escribir Remington. El escritor y periodista estadounidense Mark Twain fue uno de los primeros profesionales en utilizar el ingenio.

Por esta época la burguesía industrial europea se lanza a la arquitectura del hierro. Atrevidas construcciones que se plasman en los nuevos mercados y estaciones de tren. Es el preámbulo a la Torre Eiffel, que se terminará coincidiendo con el primer centenario de la revolución francesa.

Treinta años más tarde, en la primera década del siglo XX, época del otro billete de la próxima semana, 500 pesetas seguían siendo mucho dinero.

En arte, el impresionismo se moría físicamente -acababa de desaparecer Cézanne- y nacía el cubismo, una apreciación del arte radicalmente revolucionaria, sin figuras ni paisajes.

Y la industria del hierro daba origen a otro objeto que se iba a imponer en lo que quedaba de siglo: el automóvil y, particularmente, el coche por antonomasia que ese año comenzaba a fabricarse, el Ford T. Costaba 850 dólares en Estados Unidos y el primer año se fabricaron 15.000 coches. Importar uno en España hubiera sido muy difícil. Al coste original habría que sumar el transporte hasta la ciudad (seguramente hubiera subido la operación a 10.000 pesetas) para luego encontrarse con que no había una red de carreteras apropiada, sólo caminos de coches de caballos.

No obstante, esta época en España se caracterizó por la estabilidad política del Gobierno largo, presidido por el líder liberal-conservador Antonio Maura. Duró 21 meses, un récord absolutamente inusual en el régimen de todo el sistema parlamentario de la monarquía restraurada en 1875.

Viernes.

1.000 pesetas de 1874. Este año el papel moneda del Banco de España circula por todo el país. Trae la efigie del pintor Alonso Cano y una alegoría. Su valor, muy elevado para la época, es el mayor de esta emisión en pesetas.

Jueves.

500 pesetas de 1907. Se empleó un papel muy grueso, que producía un ruido muy característico al agitarlos, el carteo. Lleva alegorías de la geografía y la agricultura y combina los colores rojos con los verdes y, en el reverso, el escudo de España.

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