Sin sueño
Quiero hablarle de algo que me quita, nos quita, literal y no literalmente, el sueño: son las cinco de la madrugada, junto a la boca del metro Concepción. Llega, con claxon y sirenas al máximo, el coche de bomberos y, tras examinar con linternas la fachada de un edificio, se marcha a los cinco minutos. ¿Hace falta perturbar hasta tal punto el descanso y, en definitiva, la salud de centenares y, a lo largo de su carrera, miles de ciudadanos en esa hora de nulo tráfico?
Mediodía, junto a la plaza de Manuel Becerra, un coche de bomberos hace un rápido y peligroso giro a la izquierda en plena calle de Alcalá para entrar de vuelta a su cochera, cuando podría girar normalmente en la plaza, a cincuenta metros.
¿Alguien controla las actividades de estos funcionarios, discriminando entre el ordinario uso de sus razonables privilegios y su abuso por comodidad, prepotencia o ganas de hacerse notar o de fastidiar?
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