Carles Santos y el mayor espectáculo del mundo
Le hemos visto cantar usando como caja de resonancia la boca de su partenaire o sumergiendo la cabeza en una pecera. Ha interpretado a Bach de rodillas, en medio de dos pianos, con los brazos en cruz y una mano en cada teclado. Ha puesto en situaciones límite a músicos, cantantes y masas corales. Carles Santos es una mezcla explosiva entre solista virtuoso, compositor iconoclasta, performer con intuiciones teatrales delirantes y fallero incontrolado dispuesto a poner la traca donde más ruido haga. En La pantera imperial (montaje por el que ha recibido el Max de 2001 a la mejor dirección musical) hizo rodar por el escenario una pianola teledirigida, mientras él y una profesora tocaban una fuga en pianos de cola que se embestían entre sí. Ahora ha emprendido un trabajo 'más difícil todavía': conciliar la ópera y el mayor espectáculo del mundo en Sama Samaruck Suck Suck, que se representa hasta el 16 de mayo en la gran carpa del Parc de La Villette, de París. 'Es una ópera circo. Pero que nadie espere arias ilustradas por números circenses, porque cuanto ocurre está en función de un texto y de la historia que me he propuesto contar', explica.
Además de con ocho artistas de pista, Santos cuenta con tres cantantes. 'Me he traído a los míos de siempre, que se atreven con todo, aunque ahora corren un riesgo real: han tenido que entrenarse para cantar volando por los aires, y para arrojarse al vacío suspendidos de cuerdas elásticas'.
Sama Samaruck Suck Suck
es fruto de la visita a Barcelona que hicieron hace dos años el director del área de circo de La Villette y la directora del Festival de Otoño de París, para ver Ricardo i Elena, obra que Santos dedicó a sus padres. 'En Francia están haciendo una labor de fomento del nuevo circo similar a la que emprendieron hace años con la danza contemporánea. Es cuestión de política cultural: tienen una idea, la apoyan, invierten mucho dinero, crean buenas escuelas... Y funciona. Aquí se ofrece la dirección de montajes circenses a directores teatrales, coreógrafos, e incluso a algún pintor y algún escritor. Están renovando la escritura circense. Se acabó el circo como sucesión de números de habilidad. Antes que nosotros tenían en cartel un montaje donde Philippe Decouflé aprovechaba las cualidades de los artistas para montar una coreografía inusual'.
El músico valenciano y sus
colaboradores seleccionaron trapecistas, funámbulos y demás especialistas en audiciones celebradas en París. 'Se presentó gente muy joven, con un nivel altísimo, alejada de la imagen tópica del artista de circo que tenemos en España. Allí se les enseña todas las especialidades, para que luego escojan una o dos, y se les familiariza con varios instrumentos musicales, aunque luego sólo trabajen uno a fondo. En Sama Samaruck Suck Suck tengo un hombre araña (lo que hace se llama 'danza vertical'): tiene unas manos que parecen palas de excavadora, recorre la cúpula de la carpa sin sujeción de seguridad de ningún tipo, crea en el aire unas figuras bellísimas y además es muy buen actor. Es prodigioso'.
También hay una antipodista que maneja con los pies una cabeza con ojos y boca articulados, simulando que es la suya. Santos, que no se siente en forma para andar colgado por los aires, se reserva, como Hitchcock, una breve aparición. 'Hay un número interpretado por payasos cantantes que saltan sobre un teclado de trece metros de largo, cuya música doblo en vivo con un piano'. El argumento del montaje gira en torno a una psiquiatra, su esposo y un paciente que la visita, con el que tiene una relación ambigua y extraña, pero a Santos le cuesta hablar de eso. 'Puede parecer anecdótico si no se ve puesto en escena'. Se verá, a la vuelta del verano, en Barcelona, Madrid, Sevilla, Toulouse, Girona y Lyón.
El año del circo
EL AÑO DE LAS artes circenses, que se está celebrando en Francia, no es un invento con vistas a la galería. El Gobierno del Estado vecino se ha comprometido a inyectar casi diez millones de euros (un 50 por ciento más que hace tres años) en subvenciones a esta disciplina artística, cantidad que no incluye las inversiones en equipamientos. Este apoyo creciente, que contrasta con la casi absoluta desatención y desinterés con que la mayoría de las administraciones públicas tratan al circo en España, se está traduciendo en una floración de compañías sumamente valiosas en su labor de rescate y puesta al día de la tradición, y en el auge de un público eminentemente joven. Como la oferta crea la demanda, en Francia han florecido más de 300 escuelas de circo. Los chicos que destacan intentan ingresar en el Centre National des Arts du Cirque, de Châlons-en-Champagne, lugar que ofrece una preparación envidiable, y la oportunidad de trabajar con un creador de primera línea al terminar los estudios.
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