El abominable hombre de las nieves
EN UNA REMOTA REGIÓN de la cordillera himalaya, el doctor John Rollason (un siempre convincente Peter Cushing) estudia, junto a su esposa Helen, la flora del lugar. Pronto se verán involucrados en una expedición de espíritu más comercial que científico cuya pretensión es la captura del Yeti. Tras dar muerte a un ejemplar, la expedición sufrirá un sinfín de percances. Pese a su apariencia monstruosa, estos extraños seres darán muestra de un comportamiento mucho más civilizado que el de los humanos. Y, por supuesto, la prueba incontestable de su existencia (el cadáver del espécimen) acabará desapareciendo. Es el argumento del filme El abominable hombre de las nieves (The Abominable Snowman, 1957), de la famosa productora británica Hammer. Una idea recientemente recuperada para el anuncio televisivo de la marca automovilística Peugeot. No está nada mal como elemento para desarrollar una historia, pero es muy censurable cuando el mito intenta hacerse pasar por real.
Presentes en la mitología y el folclor de las poblaciones nativas (como el hombre del saco en nuestras latitudes), la primera referencia occidental aparece en 1832, cuando el representante del Gobierno británico en Nepal informa sobre un ser desconocido hasta entonces que 'camina erguido, está cubierto de largo pelo, es de color oscuro y no tiene cola'.
Sería el botánico y explorador -como el doctor Rollason del filme- John Henry Elwes quien a finales del siglo XIX recopilaría notas y dibujos sobre la fauna del Himalaya, incluyendo datos sobre los lugares de residencia del Yeti, su forma y las pisadas dejadas en la nieve. Daría pábulo a la leyenda. Curiosamente, el adjetivo de abominable con el que se califica a esta hipotética criatura procede de una errónea traducción del original tibetano 'demonio de las nieves'. Con una estatura de entre 2 y 3 metros, más de 100 kilos de peso, semblante antropomórfico, unos enormes pies (necesarios para no hundirse en la nieve) y un hedor característico, ha sido visto en diferentes lugares además del Himalaya: China, Siberia, Canadá y, cómo no, en Estados Unidos. Bigfoot ('pies grandes') o Sasquatch son otros nombres que ha recibido.
A pesar de que su existencia no pueda descartarse como imposible, existen algunos argumentos en su contra. Por un lado, para que una población pueda, desde el punto de vista biológico, perpetuarse sin problemas se requiere un número mínimo de individuos (entre 50 y 500). Resulta difícil imaginar que una gran población de estos enormes animales alpinos no haya sido nunca detectada. Por otra parte, hasta la fecha no existen pruebas materiales incontrovertibles de la criatura (pelos, piel, huesos o excrementos). Con la cantidad de alpinistas bien pertrechados que recorren las montañas himalayas es curioso que tampoco se disponga de ninguna foto o filmación clara de estas criaturas.
En cuanto a indicios indirectos, como son las huellas gigantes halladas en la nieve, basta recordar que las huellas en la nieve tienden a ampliarse por el calor del sol. Así, el rastro o las pisadas de cualquier animal autóctono, agrandadas por efecto del sol, podría explicar el fenómeno. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias y, en este caso, éstas brillan por su ausencia. ¿Andarán detrás de todo ello los agentes Mulder y Scully, quienes, ayudados por el inefable viajero Tintin (viejo conocedor de estas criaturas con las que se toparía también en su periplo por esos parajes -Tintin en el Tíbet-), recogerían las pruebas para luego ocultarlas?
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