Una voz de ultramar

Es el hombre que ve más allá del horizonte. Un testigo errante del tiempo y del destino. Se le conoce como Maqroll el Gaviero, y a través de lo que sus ojos avistan Álvaro Mutis revela el mundo del hombre contemporáneo. La visión de quien tiene 'una fervorosa vocación de felicidad constantemente traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros fracasos', según se retrata a sí mismo Maqroll en su diario.

Así es el personaje que guía la narrativa del escritor colombiano que este 23 de abril recibe el Premio Cervantes en Madrid. Un poeta, novelista, cronista y ensayista nacido en Bogotá en 1923 cuyas raíces literarias están en un paraíso de tierra caliente. En Coello, la finca cafetera de sus abuelos maternos en las estribaciones de los Andes colombianos donde pasaba sus vacaciones. Eran los primeros años de una vida de vocación errante: entre su infancia y adolescencia viajó varias veces entre Europa y América hasta que consiguió un trabajo en Medellín del cual debió salir pitando hacia México por unos líos judiciales, al pasarse de buen samaritano. Un pleito que lo alcanzó en la capital mexicana donde estuvo año y medio en la cárcel mientras se resolvía una extradición que no se llegó a cumplir. Y, luego, a trabajar en lo que resultara, incluso prestando su voz al protagonista de Los intocables en la radio.

Es así como las errancias de lugares y sentimientos de Mutis encuentran afinidad en las de Maqroll. Es más, el primer libro de poemas del autor colombiano apenas duró un día en las librerías antes de quedar hecho cenizas por los actos de violencia del asesinato de un candidato a la presidencia en 1948, en Bogotá.

Hechos que convierte la obra poética y narrativa de Mutis en un mapa de sus estados del alma. Primero como una celebración de la vida, luego como veedor de lo que sucede en la Tierra y como un retratista de los sentimientos que despiertan las acciones mezquinas de los hombres. En uno de aquellos poemas de los años cincuenta asomó por vez primera Maqroll. Pero treinta años después, en 1986, Maqroll se reveló y cambió su silencio para dejar escuchar su voz en La nieve del almirante, la primera de las siete novelas a las que ha dado vida desde entonces.

A partir de ese renacer se afirmó como marinero. Como el gaviero incansable de todas las aguas, incluso de lanchones 'que luchan con asmática terquedad contra la corriente'. Iniciado el camino, desde allí atisba y se adentra en silencios, soledades, amores, esperas, adversidades, recuerdos, alegrías, desdichas, esperanzas. Olvidos. Y lo hace con distancia, porque Maqroll es un hombre que vive y deja vivir. No busca alterar el curso de la vida; sólo constatar cómo fluye el tiempo. Es un creyente de la libertad que se acerca a la conciencia y los sentimientos del hombre desde las sensaciones, con un ritmo sereno y cuyas alteraciones suelen estar en lo no contado por él, en la carga de pasado y futuro que llevan consigo cada personaje, cada lugar, cada historia.

Como dice el escritor Samuel Serrano, Maqroll 'es uno de los pocos héroes posibles en un mundo a la deriva, sin orillas y sin centro'.