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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Aznar y la vida de las criaturas de silicio

TRAS LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS, que enfrenta a la Tierra con la agresiva raza thorbod, la cuna de la humanidad se precipita hacia el tenebroso abismo de la esclavitud. Sólo un puñado de elegidos, 5.750 españoles, escapan a ese cruel destino a bordo del formidable autoplaneta Rayo, con el firme propósito de vengar tal afrenta en un futuro más o menos próximo. Tras un periplo de 43 años, el Rayo, comandado por el insigne Miguel Ángel Aznar, arriba al distante planeta Redención, un mundo de atmósfera respirable, vegetación, poblado por primitivas criaturas virtualmente idénticas a los humanos, y por otras especies de temperamento agresivo y naturaleza desconocida:

-He estado examinando la pinza del moany que trajo Fidel. Esa criatura no es de carne y hueso. Dicho de otro modo, no es una criatura de carbono. Su materia la constituyen cristales.

-¡Cristales! -exclamó Verónica Balmer.

-Se trata de criaturas de silicio -dijo el profesor Castillo.

-¡Dios mío! -exclamó la señora Aznar aterrada-. ¿Es posible la existencia de criaturas de silicio?

Interesante pregunta donde las haya. Pese a que en más de una ocasión hemos llegado a atribuir vida propia a muchos ordenadores (dotados de chips de silicio), la concepción de otras formas de vida no basadas en el carbono constituye una tarea no trivial.

La verosímil pluralidad de mundos habitables allende las fronteras del Sistema Solar ha llevado a escritores y guionistas de ciencia ficción a imaginar formas de vida de muy diversa naturaleza. Hasta tal extremo que la expresión 'se trata de una forma de vida distinta a la que conocemos' ocuparía una de las primeras posiciones en la clasificación de frases más repetidas en la historia del género.

El recurso a criaturas con base en el silicio no constituye una excepción. Así, el monumental universo Trek ha recurrido a tales formas de vida en varias ocasiones: el Horla, de El diablo en la oscuridad (1967), episodio de la pionera Star Trek. La Conquista del Espacio, o los nanitos, de Evolución (1989), en Star Trek, la Nueva Generación. También en la legendaria saga de los Aznar, posiblemente la mejor space opera española, escrita por George H. White (seudónimo del valenciano Pascual Enguídanos Usach), han hecho su aparición criaturas de silicio, como en el fragmento del relato La conquista de un imperio, séptima entrega de la serie, con el que iniciábamos este artículo (a través de la página web de la Editorial Silente, www.silente.net, pueden consultarse los progresos en la encomiable reedición de dicha saga).

La química necesaria para dar forma a posibles especies alienígenas involucra una lista muy limitada de elementos. El silicio, un elemento químico relativamente versátil, perteneciente a la misma familia de elementos que el carbono, el germanio, el estaño o el plomo (grupo IV de la tabla periódica), es invocado frecuentemente como posible base de ciertas biologías alienígenas.

Sin embargo, su mayor número atómico hace que su volumen sea comparativamente mayor que el de un átomo de carbono, lo que se traduce en una mayor fragilidad para establecer uniones moleculares (en particular, con otros átomos de silicio). Compuestos con más de tres átomos de silicio (con excepción de los que forman redes cristalinas) son muy inestables: las enormes cadenas moleculares que pueden formarse con carbono -pensemos por ejempo en los fullerenos, moléculas que contienen 60 átomos de dicho elemento- parecen inviables cuando se piensa en emplear un material de construcción como el silicio. Podría pensarse, pese al riesgo de especular, que las posibles criaturas de biología basada en silicio, dada su mayor fragilidad, deberían tener un tamaño ostensiblemente pequeño.

Las posibilidades que ofrecería tal especie alienígena en términos de metabolismo son comparables al número de interrogantes que podrían plantearse a tal respecto: podría pensarse que el intercambio metabólico oxígeno-dióxido de carbono, común a la mayoría de seres vivos terrestres (con base en el carbono) podría traducirse en un intercambio oxígeno-dióxido de silicio en tales especies. Por desgracia, eso es algo que no parece razonable: el dióxido de silicio, en las típicas condiciones que imperan en las superficies planetarias, es sólido (constituye, por ejemplo, el componente principal del cristal). Expulsar trozos de cristal no parece la mejor forma de respiración para una especie viva.

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