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Reportaje:

Colgados de la Cornisa

Un barrio obrero de Usera se vuelca en su equipo de fútbol de Tercera Regional como solución a los problemas de la calle

La Cornisa o El Cornisa. Lo mismo da. Lo primero es un barrio del distrito de Usera, en el sur de la capital. Lo segundo, un equipo de fútbol que juega en Tercera Regional. Pero los fines de semana, cuando hay partido, ambas cosas se confunden y parecen lo mismo, porque el barrio vive para el equipo y el equipo sirve al barrio. La forma de que el fútbol sirva a la comunidad es verlo como una solución a los problemas de la calle. 'Vivimos en la zona más miserable de todo Madrid, donde más guarrería, más droga y más delincuencia hay, y nosotros queremos salir de eso a través del deporte', explica Pilar, una de las personas que hace dos años se hicieron con las riendas del club cuando el equipo de los juveniles estaba a punto de desaparecer.

'Vivimos en la zona más miserable y queremos salir de eso a través del deporte'

La Cornisa es un pequeño barrio obrero que comprende casi exclusivamente la calle del Cristo de la Victoria. Esta zona fronteriza entre los barrios de Pradolongo y Almendrales, al que pertenece oficialmente, se enfrenta día a día a problemas como la drogadicción, el desempleo, el fracaso escolar y los conflictos derivados de la inmigración. A Juan Sánchez, coordinador del centro sociocultural Mariano Muñoz y seguidor del Cornisa, no le gusta que se mencione la palabra marginal cada vez que se habla de su barrio, y señala que la situación ha mejorado mucho en los últimos años. 'La mayor dificultad es la falta de alternativas. De ahí la importancia de lo que ofrece este equipo. Estamos enganchados al deporte', confiesa.

Todos esos problemas han conseguido colocar al club el sambenito de conflictivo. En algunos conjuntos de la misma categoría no se duda en describir al Cornisa como un conjunto de gitanos que van a los partidos armados con navajas. El presidente del equipo, Jesús de la Guía, se expresa con contundencia: 'Aquí sólo juegan cuatro gitanos y nunca han causado problemas de ningún tipo. La mala fama del barrio se traslada al equipo, pero estamos intentando cambiar eso haciendo que los jugadores tengan un comportamiento exquisito', dice.

El mejor ejemplo de esa mala fama que El Cornisa lleva a cuestas ha sido un conflicto con algunos equipos de Getafe que les ha hecho ganar 18 puntos por la incomparecencia de sus adversarios. La disputa se remonta a noviembre de 2001. En el descanso del partido entre El Cornisa y el equipo getafense del Atlético Cerro, dos jugadores se enzarzaron a golpes en una pelea que acabó en tangana entre algunos aficionados. Después de aquel partido, ocho clubes de Getafe decidieron negarse a jugar contra el equipo de Usera hasta que la Federación de Fútbol de Madrid lo expulsara de la competición. La Federación no hizo caso a estas presiones y amenazó con expulsar de la liga a los equipos de Getafe si volvían a faltar a otro encuentro. El Cornisa está ahora en la cabeza de la clasificación y se están jugando todos los partidos.

En cualquier caso, la directiva del club anda preocupada por demostrar continuamente el comportamiento ejemplar de su equipo. Todos recuerdan con orgullo las ocasiones en las que esa conducta ha sido reconocida. El pasado 6 de enero, el portero del Ejido Pinto se jugó la vida para detener un disparo a puerta de uno de los delanteros del Cornisa. Lo consiguió, pero al caer se atragantó con su propia lengua y permaneció en el suelo unos segundos sin conocimiento. Fue uno de los aficionados del Cornisa quien saltó al campo y le sacó la lengua al muchacho para permitirle respirar. Días más tarde, en una carta al director del diario deportivo As, el padre del jugador agradecía el gesto de la afición. 'Para nosotros', dice De la Guía, 'esa carta significa mucho, porque muestra cómo somos realmente'.

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Además del equipo aficionado de fútbol, el Club Deportivo Cornisa cuenta con varios equipos más como el de los juveniles o el de las mujeres en fútbol sala. Son ellas las que más están haciendo por el club. Y así lo reconoce la afición, que no duda en señalar a Satur o a Pilar como las mayores responsables de que el equipo salga adelante.

Pilar, de 48 años, vive el fútbol con pasión y eso se nota en las respuestas que da entre gritos de ánimo a su equipo: 'Hacemos todo esto por dos cosas. Primero, porque nos gusta el fútbol, y después, porque nos gusta nuestro barrio y queremos que nuestros niños crezcan como los demás'.

Satur tiene 45 años y es la secretaria del club. Se encarga de todo el papeleo que sale de este modesto equipo y ejerce ocasionalmente de madre de algunos jugadores. 'A los juveniles es difícil controlarlos. Se van más de juerga, están en una edad complicada. A veces vamos a buscarlos a sus casas para llevarlos a jugar. Pero lo hacemos porque estamos convencidas de que, si el equipo no existiera, muchos de estos chavales estarían más expuestos a los problemas que hay en la calle', advierte.

Un total de 22 jugadores profesionales luchando durante 90 minutos bajo la lluvia en un campo de césped por un título de Liga es un espectáculo. Si los que juegan bajo la misma lluvia no ven un duro y si el suelo que pisan es un auténtico fangal, entonces el fútbol se convierte en épica. El entrenador del Cornisa, Antonio Ávila, resalta el esfuerzo de sus jugadores en cada partido y asegura que este año van a subir. 'Para mí, la satisfacción de entrenar a este equipo es la gente del barrio que nos apoya todos los fines de semana', dice.

Esa gente de la que habla Antonio es la que resiste bajo el agua como si ellos mismos estuvieran jugando; es la que inventa cánticos para animar al equipo y la que se reúne luego en un bar del barrio para saborear las victorias y ahogar las derrotas. Están colgados de la Cornisa, tienen claros sus objetivos y no renuncian a soñar.

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