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Columna
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Katanga

La Comunidad Valenciana tiene planteados problemas sobreañadidos a su atávica carencia de condiciones objetivas para hacer viable su competitividad. Una, entre las más ramplonas, es la inexistencia de líneas aéreas que unan los aeropuertos valencianos con destinos españoles y europeos, sin necesidad de pasar por Madrid o Barcelona. Ya sabemos que, desde siempre, en Madrid atan los perros con longanizas y en Barcelona todo lo arreglan con sardanas, pero los aeropuertos del Altet y de Manises, por no pensar en el non nato de Castellón, han pasado a ser de segunda o tercera categoría.

La consecuencia de es que a los valencianos nos cuesta más viajar y lo hacemos en peores condiciones. Y esto repercute en nuestra capacidad de movernos o de hacer negocio. Las ferias se ven afectadas, del mismo modo que lo está nuestra calificación como destino turístico, o la consideración de las ciudades valencianas para organizar congresos y reuniones de alto nivel. Si a ello unimos que las comunicaciones por ferrocarril no son gloriosas, la Comunidad padece un agravio comparativo, que le va a costar muy caro, si no reaccionamos con celeridad y eficacia.

El hecho de que las compañías aéreas españolas se permitan el lujo de ejercitar esa figura tan deplorable que es el overbooking, con premeditación y alevosía, viene impuesto en gran medida por su falta de combinaciones y enlaces que dificultan la normal circulación de pasajeros. En cualquier otro servicio, cuando uno vende o compra algo que no se puede dar al usuario, se habla de fraude o estafa. El overbooking en aviones y en hoteles, no es otra cosa que vender más plazas, con reservas confirmada, de las que se disponen. Por esta razón se incrementa además la antelación para presentarse a los aeropuertos antes de viajar y, en definitiva, se pierde confianza, calidad y fiabilidad en el servicio. En el caso de que los viajeros se vean afectados por la sobreventa de billetes, el transportista tiene la obligación de solucionar su problema e informarle por escrito de sus derechos y de las compensaciones que le corresponda.

Los viajeros extranjeros que se enfrentan en España con esta desagradable sorpresa tienen la sensación de encontrarse en Katanga. Aún se recuerda que en otras épocas viajar en avión era sinónimo de calidad y distinción. Todo esto se ha terminado y cada vez es menos interesante el transporte aéreo en distancias cortas y medias. En los viajes largos, sobre todo desde los aeropuertos valencianos, no queda más remedio que encomendarse a algún santo milagroso o a la tarjeta Iberia plus, para que puedas viajar, en primer lugar, y para que no se produzcan retrasos o pérdidas de equipajes, en los episodios de suspense.

En cualquier caso, la atención al cliente es deplorable. Quienes pueden influir en las compañías y en los aeropuertos deberían actuar con eficacia y rapidez, si no quieren que la Comunidad sea considerada como Katanga. Con la diferencia de que los aeropuertos de Manises y el Altet están en la Unión Europea. Si pretendemos llegar a algo entre las regiones europeas más avanzadas, antes de innovar, hay que comenzar por inspirar confianza.

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