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Columna
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España-Israel

Antonio Elorza

Juan Pablo Fusi ha planteado en su artículo del martes 9 [Historia y Oriente Medio] un tema hasta ahora marginado: la actitud de la opinión pública española ante el conflicto entre Israel y Palestina. En la medida en que se trata de una cuestión de primera importancia, algunas de sus afirmaciones no pueden por menos que ser sometidas a debate. A su juicio, los españoles manifestamos 'una opinión agresivamente antiisraelí', hay una 'beligerancia inaudita' en radio y televisión, y ello se debería a un enlace entre un 'falso populismo progresista' y sus raíces católicas, en las que habría anidado el antisemitismo. A continuación aporta una serie de datos históricos que aspiran a dar otra visión del problema.

Comencemos por este apartado. Es cierto que el sionismo nace como respuesta a la onda ascendente de antisemitismo europeo, si bien sus razonamientos de base son anteriores al affaire Dreyfus: la expresión sionismo aparece en 1890 en el sentido de 'aspiración nacional a la redención' y el argumento de que la patria judía es necesaria para escapar a la judeofobia, y encontrar 'una condición política normal' es de 1882. Pero no cabe olvidar que esa reacción se inserta en la tradición mesiánica reflejada como mandamiento en los rezos de Pascua y Año Nuevo: 'El año próximo en Jerusalén y en la Jerusalén reconstruida'. Esta sacralización del mito sigue pesando sobre la política israelí, en forma de unos pretendidos 'derechos históricos' que han bloqueado por mucho tiempo temas como el de Jerusalén y que aún hoy hacen olvidar a los israelíes un dato esencial que por cierto no figura en el repaso histórico de Fusi: las resoluciones de la ONU por las cuales Israel debía retirarse de los territorios ocupados en la guerra de 1967. Como sabemos, ha hecho todo lo contrario: invadir el territorio con sus asentamientos, creando las condiciones para la tragedia actual.

José Saramago exageró brutalmente sin duda en su comparación inicial, pero al mismo tiempo acertó después al calificar la política de Sharon: en Palestina, como antes en Líbano, está cometiendo conscientemente crímenes contra la humanidad. Apreciación que nada tiene que ver con nuestros antepasados inquisidores ni con un progresismo de feria y que es plenamente compatible con el horror ante los atentados suicidas, su condena, y las sospechas fundadas sobre Yasir Arafat. Pero lo esencial es innegable: Israel está de más en Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania, fue el propio Sharon quien provocó esta terrible Intifada y está actuando con un absoluto desprecio a las normas de la legislación internacional y de los derechos humanos. Más allá de las crónicas orientadas es preciso analizar y ponderar.

¿Es esto adoptar una actitud antiisraelí? A mi juicio, todo lo contrario. Si hay antes y ahora un enemigo verdadero de la normalización política de Israel ése es Ariel Sharon. Los acuerdos de Oslo supusieron el principio de un triunfo histórico para Israel y una triste compensación para los derechos palestinos, nacidos de algo tan elemental como que constituían en la primera mitad del siglo XX una amplia mayoría de la población del territorio. Ninguna culpa tenían del holocausto, la tierra prometida o de que Estados Unidos buscase un gendarme para Oriente Próximo. Ahora las puertas parecen cerradas, pero habría que hacer lo imposible para recuperar Oslo. Y esto pasa por acabar con la 'política' de Sharon. Posiblemente insistir en este punto constituye hoy la mejor prueba de amistad, no sólo en relación al pueblo palestino, sino también hacia Israel. No puede haber allí una paz por aplastamiento.

Cerrando el círculo, parece posible afirmar que la movilización hasta ahora ha sido mínima. En el plano político, Aznar está en su papel, pero Rodríguez Zapatero y el PSOE sólo han reaccionado tardíamente. Hasta ayer, apenas habían despuntado IU y grupos de intelectuales, pero ni se ha exigido con seriedad que Europa adopte sanciones económicas y advierta por lo menos a Sharon sobre el riesgo de aislamiento, ni ha habido las movilizaciones de casos más dudosos. En suma, intentar crear aquí una imagen de agresividad ni siquiera sirve de ayuda a las palomas como Shlomo Ben Ami. Menos aún a la solución de un problema en que nos va a todos mucho.

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