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Tribuna:UN CAMBIO A LA IZQUIERDA
Tribuna
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En el 25º aniversario de la legalización del PCE

El líder del PCE sostiene que el impulso moral y político que dio vida al movimiento comunista es imprescindible en la actualidad

Hay ideas y proyectos que mueren como tales, o se transformaban de raíz, haciendo lo contrario de lo que inicialmente pregonaban y con lo cual juntaron voluntades. Son ideas y proyectos que nacen de movimientos, grupos y personas de talante humanista, progresista, solidario e incluso socialista, que, poco a poco, por la dureza de la lucha, por los avatares históricos, por el acomodamiento a nuevas situaciones, por la progresiva aceptación de los valores conservadores dominantes en la economía, en la política y en la cultura, van transformándose en una cáscara de formas socialmente avanzadas con contenidos progresivamente más regresivos.

Son ideas y proyectos cuyos defensores han abdicado de cambiar las cosas, aunque sea en un proceso de reformas graduales profundas, cambiando ellos y convirtiéndose a la otrora filosofía enemiga.

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El Partido Comunista conmemora hoy el 25 aniversario de su legalización

Obviamente, no me refiero en este caso a las ideas y proyectos de raíz conservadora, e incluso reaccionaria, que desde el principio se barnizan de modernidad y progreso para ser digeribles por un sector del soberano que las debe apoyar y votar, si cabe. Me refiero sólo a los movimientos que en nombre de la izquierda apoyan hoy las políticas neoliberales, e incluso la guerra, porque en un caso no hay más cera que la que arde (y ésta es la globalización neoliberal), y, en otro, el terrorismo o el montaje, sobre hechos reales, de graves peligros y vulneraciones a los derechos humanos lo justifican todo.

Este largo rodeo me sirve para entrar en el terreno de las convicciones, un concepto que desde siempre, especialmente en el último periodo, se ha querido convertir en dogmatismo, con lo cual la descalificación era automática y sin paliativos.

El Partido Comunista de España tenía hace 25 años, cuando fue legalizado, un puñado de convicciones, por cierto tan poco dogmáticas que le habían permitido durante casi cuatro décadas, casi en solitario, desarrollar una amplia e importante lucha por las reivindicaciones y derechos laborales y sociales de la gente y por la libertad individual y colectiva de las personas y los pueblos. Sin la lucha de tantos y tantas militantes comunistas seguramente no se habrían alcanzado garantías sociales y cívicas, como las que, incluso en los últimos años del franquismo, la acción social y política había conquistado.

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Quien quiera ser fiel a la verdad, no mentir ni tergiversar, sabe que esto ya forma parte de la historia de cada uno de nuestros países, de España en su conjunto.

El PCE tenía convicciones, lo cual no significa que no haya cometido errores, que no se haya visto abandonado por muchos y muchas que, en su momento, fueron incluso duros como la piedra en determinadas teorizaciones y luego, a las primeras de cambio, se pasaron a tierras más cálidas y agradecidas con su sabiduría; siendo actualmente algunos de ellas y ellos radicales anticomunistas que han gastado una parte importante de sus conocimientos intelectuales y políticos en borrar las huellas de su paso por las filas del PCE.

El PCE, los militantes, los dirigentes, yo mismo, continuamos teniendo convicciones. Somos tozudos y tenemos paciencia histórica porque sabemos que la historia no es rectilínea, ni se escribe en su totalidad en un corto espacio de tiempo. La mayoría (siempre queda algún dogmático / a que, con cuatro frases de almanaque, cambia el mundo... en el papel), la mayoría, digo, sabemos, porque leemos la realidad actual, que nuestras ideas y nuestro proyecto no sólo no han muerto ni desaparecido, sino que forman parte de un patrimonio plural fraternal, solidario, inteligente, culto y necesario para hacer frente a los graves problemas sociales, de convivencia humana, de destrucción de la tierra.

Resumiendo, las ideas y proyecto que defendemos son hoy más actuales que nunca, y lo son por más de una razón: porque es inconcebible que el mundo actual esté agitado por el hambre, la enfermedad, la ignorancia, la guerra y la destrucción, cuando tiene capacidad humana, desarrollo científico y técnico y posibilidades inmensas de crear todos los bienes y servicios útiles para una vida digna para todos y todas, y, sin embargo, media humanidad sufre todo tipo de calamidades evitables; y la segunda razón de peso, unida a la anterior, es que el impulso moral y político que dio vida al movimiento comunista, a la izquierda transformadora y al PCE es imprescindible en la actualidad: sin convicción, sin impulso moral, sin tener objetivos de colectivo, de comunidad de personas, la perspectiva humana se limita a la lucha individual por competir y vencer y no por contribuir a crear una nueva realidad de seres humanos libres y con una vida digna, y esto significa que la política debe explicar, convencer, unir y organizar a la mayoría.

Lo que hoy se mueve en el mundo, los diversos movimientos pacifistas, humanistas, ecologistas, el amplio y plural movimiento contra la globalización neoliberal, forman parte, son el elemento activo, de un sentimiento potencialmente anticapitalista y socialista, o comunista, en ciernes. Nosotros somos parte de este movimiento real, no lo hemos inventado ni somos sus albaceas, pero decimos sin estridencias ni complejos que en los que hoy hay en el mundo intentando este 'otro mundo posible' de Porto Alegre está también, y no de forma secundaria, la lucha y el sacrificio de generaciones de comunistas, en España y en todas partes, cuyo único compromiso ha sido defender la vida, la libertad y la dignidad de todas las personas.

En ello continuamos. Por eso afirmamos con naturalidad que el PCE es una organización necesaria, es una cultura organizativa y política que impulsó, en los momentos más difíciles, el movimiento obrero y sindical, CC OO, el movimiento cívico y cultural, el movimiento estudiantil, el movimiento contra la guerra y por la paz. El PCE, hoy, después de su XVI Congreso, pondrá todo su empeño en que en España haya un potente movimiento democrático, de carácter socialista, que se enfrente a las políticas conservadoras neoliberales, que cree las condiciones para un cambio a la izquierda y que, junto al movimiento social mundial contra la globalización neoliberal, contribuirá a construir otro mundo posible. Por primera vez en muchos años, y a pesar de Bush, del servilismo de Aznar, de Berlusconi y de Blair, de la acción criminal de Ariel Sharon, ante la mirada tolerante, cómplice y cobarde de la comunidad internacional, Unión Europea incluida, hay un principio de construcción de la esperanza de los pobres, de los humillados y de los sensibles a la injusticia.

El PCE está en ello.

Hay ideas y proyectos que mueren como tales, o se transformaban de raíz, haciendo lo contrario de lo que inicialmente pregonaban y con lo cual juntaron voluntades. Son ideas y proyectos que nacen de movimientos, grupos y personas de talante humanista, progresista, solidario e incluso socialista, que, poco a poco, por la dureza de la lucha, por los avatares históricos, por el acomodamiento a nuevas situaciones, por la progresiva aceptación de los valores conservadores dominantes en la economía, en la política y en la cultura, van transformándose en una cáscara de formas socialmente avanzadas con contenidos progresivamente más regresivos.

Son ideas y proyectos cuyos defensores han abdicado de cambiar las cosas, aunque sea en un proceso de reformas graduales profundas, cambiando ellos y convirtiéndose a la otrora filosofía enemiga.

Obviamente, no me refiero en este caso a las ideas y proyectos de raíz conservadora, e incluso reaccionaria, que desde el principio se barnizan de modernidad y progreso para ser digeribles por un sector del soberano que las debe apoyar y votar, si cabe. Me refiero sólo a los movimientos que en nombre de la izquierda apoyan hoy las políticas neoliberales, e incluso la guerra, porque en un caso no hay más cera que la que arde (y ésta es la globalización neoliberal), y, en otro, el terrorismo o el montaje, sobre hechos reales, de graves peligros y vulneraciones a los derechos humanos lo justifican todo.

Este largo rodeo me sirve para entrar en el terreno de las convicciones, un concepto que desde siempre, especialmente en el último periodo, se ha querido convertir en dogmatismo, con lo cual la descalificación era automática y sin paliativos.

El Partido Comunista de España tenía hace 25 años, cuando fue legalizado, un puñado de convicciones, por cierto tan poco dogmáticas que le habían permitido durante casi cuatro décadas, casi en solitario, desarrollar una amplia e importante lucha por las reivindicaciones y derechos laborales y sociales de la gente y por la libertad individual y colectiva de las personas y los pueblos. Sin la lucha de tantos y tantas militantes comunistas seguramente no se habrían alcanzado garantías sociales y cívicas, como las que, incluso en los últimos años del franquismo, la acción social y política había conquistado.

Quien quiera ser fiel a la verdad, no mentir ni tergiversar, sabe que esto ya forma parte de la historia de cada uno de nuestros países, de España en su conjunto.

El PCE tenía convicciones, lo cual no significa que no haya cometido errores, que no se haya visto abandonado por muchos y muchas que, en su momento, fueron incluso duros como la piedra en determinadas teorizaciones y luego, a las primeras de cambio, se pasaron a tierras más cálidas y agradecidas con su sabiduría; siendo actualmente algunos de ellas y ellos radicales anticomunistas que han gastado una parte importante de sus conocimientos intelectuales y políticos en borrar las huellas de su paso por las filas del PCE.

El PCE, los militantes, los dirigentes, yo mismo, continuamos teniendo convicciones. Somos tozudos y tenemos paciencia histórica porque sabemos que la historia no es rectilínea, ni se escribe en su totalidad en un corto espacio de tiempo. La mayoría (siempre queda algún dogmático / a que, con cuatro frases de almanaque, cambia el mundo... en el papel), la mayoría, digo, sabemos, porque leemos la realidad actual, que nuestras ideas y nuestro proyecto no sólo no han muerto ni desaparecido, sino que forman parte de un patrimonio plural fraternal, solidario, inteligente, culto y necesario para hacer frente a los graves problemas sociales, de convivencia humana, de destrucción de la tierra.

Resumiendo, las ideas y proyecto que defendemos son hoy más actuales que nunca, y lo son por más de una razón: porque es inconcebible que el mundo actual esté agitado por el hambre, la enfermedad, la ignorancia, la guerra y la destrucción, cuando tiene capacidad humana, desarrollo científico y técnico y posibilidades inmensas de crear todos los bienes y servicios útiles para una vida digna para todos y todas, y, sin embargo, media humanidad sufre todo tipo de calamidades evitables; y la segunda razón de peso, unida a la anterior, es que el impulso moral y político que dio vida al movimiento comunista, a la izquierda transformadora y al PCE es imprescindible en la actualidad: sin convicción, sin impulso moral, sin tener objetivos de colectivo, de comunidad de personas, la perspectiva humana se limita a la lucha individual por competir y vencer y no por contribuir a crear una nueva realidad de seres humanos libres y con una vida digna, y esto significa que la política debe explicar, convencer, unir y organizar a la mayoría.

Lo que hoy se mueve en el mundo, los diversos movimientos pacifistas, humanistas, ecologistas, el amplio y plural movimiento contra la globalización neoliberal, forman parte, son el elemento activo, de un sentimiento potencialmente anticapitalista y socialista, o comunista, en ciernes. Nosotros somos parte de este movimiento real, no lo hemos inventado ni somos sus albaceas, pero decimos sin estridencias ni complejos que en los que hoy hay en el mundo intentando este 'otro mundo posible' de Porto Alegre está también, y no de forma secundaria, la lucha y el sacrificio de generaciones de comunistas, en España y en todas partes, cuyo único compromiso ha sido defender la vida, la libertad y la dignidad de todas las personas.

En ello continuamos. Por eso afirmamos con naturalidad que el PCE es una organización necesaria, es una cultura organizativa y política que impulsó, en los momentos más difíciles, el movimiento obrero y sindical, CC OO, el movimiento cívico y cultural, el movimiento estudiantil, el movimiento contra la guerra y por la paz. El PCE, hoy, después de su XVI Congreso, pondrá todo su empeño en que en España haya un potente movimiento democrático, de carácter socialista, que se enfrente a las políticas conservadoras neoliberales, que cree las condiciones para un cambio a la izquierda y que, junto al movimiento social mundial contra la globalización neoliberal, contribuirá a construir otro mundo posible. Por primera vez en muchos años, y a pesar de Bush, del servilismo de Aznar, de Berlusconi y de Blair, de la acción criminal de Ariel Sharon, ante la mirada tolerante, cómplice y cobarde de la comunidad internacional, Unión Europea incluida, hay un principio de construcción de la esperanza de los pobres, de los humillados y de los sensibles a la injusticia.

El PCE está en ello.

Francisco Frutos es secretario general del Partido Comunista de España.

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