Ley de Calidad y educación artística
Fue allá por 1994 cuando decidí que quería ser músico. Tenía 16 años. Repito, tenía 16 años. Aun así, me costó dos años decidir que me dedicaría a la enseñanza de la música. En la actualidad ejerzo como maestro interino y preparo oposiciones para la especialidad de educación musical.
Así que pueden imaginarse cuál es mi sorpresa cuando después de varios años estudiando y comprobando en mi práctica diaria los beneficios de la educación artística para el desarrollo integral de los niños y de las niñas, descubro un día que a la ministra de turno le da por suprimir la educación artística, así, sin más. Tal vez es que no es tan importante como yo creía o como me han hecho creer en la Universidad, en los cursos de formación de profesorado y en los distintos seminarios a los que he asistido; tal vez será porque es una reforma socialista, y como todo lo socialista, es de dudosa calidad (según el Gobierno); o tal vez es porque realmente es una materia que lleva consigo un desarrollo del espíritu crítico hacia todas las manifestaciones culturales y sociales. Y claro, eso no interesa.
La finalidad de esta supresión parece ser la de aumentar el número de las materias instrumentales entre las que no están ni la plástica, ni la dramatización ni la música. Desde mi punto de vista, el problema no está en las horas de una materia u otra, sino en las facilidades que se da al docente para impartir las clases, dado que actualmente nos encontramos con estos problemas: profesores de apoyo insuficientes; pocas herramientas para atajar problemas de indisciplina; falta de materiales y de formación en inserción social e inmigración; inestabilidad laboral; desprestigio social de la labor docente, y lo que es peor, de la escuela, etcétera.
Si no atajamos estos y otros problemas, difícilmente podremos llegar a una enseñanza de calidad real.
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