_
_
_
_
DON DE GENTES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En el pecado llevo la penitencia

Elvira Lindo

A MÍ ENSEGUIDA se me sube el éxito a la cabeza. Con dos de pipas. Como ejemplo, un botón: el otro día me llaman de EL PAÍS. Claro, que cada vez que me llaman de EL PAÍS lo primero que pienso es que me van a echar. Es que igual que se me sube el éxito a la cabeza se me viene el mundo al suelo. Me paso la vida yendo del complejo de superioridad al de inferioridad. Antes me medicaba con unas pastillas que me venían muy bien, pero me producían efectos colaterales y tuve que elegir: o el estómago o la cabeza. Elegí el estómago. Lo cuento para que ustedes vean que soy humana y no me idealicen, como hacen con otras columnistas, porque de la idealización al odio hay un paso. De EL PAÍS me llamaban para que les diera la charla a los alumnos del máster. Me pasó a recoger Juan Cruz en un taxi. EL PAÍS es un periódico que se caracteriza porque está a tomar por culo, pero los trayectos con Juan Cruz se te hacen cortísimos, porque sacamos nuestros móviles y nos ponemos a hablar cada uno a lo suyo mirando por nuestras respectivas ventanillas. Él hablaba con nuestro Rafael Azcona de lo que le había gustado a Rafael En la ciudad sin límites, y yo hablaba con Eulalia Ramón de que esa noche quedaríamos en el estreno de Todas las azafatas van al cielo. Hubo un momento un poco circense: nos intercambiamos los teléfonos para saludar al interlocutor del otro. Cuando salimos del taxi, Juan me confesó que era fácil enamorarse de Eulalia, y yo le dije que era fácil enamorarse de Azcona. Los dos, pequeños y enamoradizos, subimos en el ascensor y nos lamentamos de que los ascensores no tuvieran buena cobertura telefónica, porque ir en ascensor es un aburrimiento, lo mires por donde lo mires. Ustedes leerían un reportaje que hizo Cruz sobre cómo se había desenganchado del móvil. Como pueden observar, el desenganche le duró lo que tardó en escribir dicho reportaje.

Quería aprovechar mi presencia para que me cambiaran la foto. Ustedes miren la foto y comprendan porqué lo digo. Es que el día que me la hicieron no me dio tiempo a lavarme el pelo. En realidad, tendría que hacer como algunos escritores, que ponen una foto de su lejana juventud. Yo llevaba una de carnet de 1986, de esas que salías enseñando la oreja. Pero me han dicho que ya es tarde, que esa foto me pusieron y así hasta que muera. Ya sé que ustedes sólo quieren a los columnistas por su talento literario, pero, ¿y cuando no se tiene talento literario?

Me encontré con Camilo Valdecantos, que es el defensor de ustedes, los lectores. Camilo es para mí como un padre. No un padre biológico, para padres biológicos me basta (y me sobra) con el mío, sino un padre eclesiástico, sólo que en vez de preguntarme él por mis pecados soy yo la que le digo: 'Padre, ¿en qué he pecado?', y va Camilo y me cuenta todas las cartas que ustedes, malditos lectores, le envían diciendo que lo mío es inaceptable. No es por defenderme, pero qué feo está eso, con lo mayores que son ustedes, de que se chiven por detrás. Dice el padre Camilo que varios de ustedes le han dicho que soy de una frivolidad insoportable, que no pienso más que en consumir, y que parece mentira que un periódico como EL PAÍS admita estas mamarrachadas. Con lo contenta que iba yo al máster. Me quedé hecha polvo. No me extrañaría nada que después de mi charla les dijeran a los alumnos: 'De todo esto que habéis oído, vosotros, lo contrario'. Decidí volverme andando a Madrid, como una penitencia ante mis pecados, ya que en ese barrio sólo hay naves industriales y ni un mal escaparate que llevarse a la boca. Pensé que las hay todavía peores, más manirrotas que yo; por ejemplo, Tracy McMillan, que estuvo esta semana en España. Por cierto, su novela Un día más, un dólar menos, es de lo más refrescante. Declaraba el otro día: 'No soy una gran escritora'. Qué más quisieran, Tracy, muchos escritores, que se autocalifican de estupendos, contar una historia con la gracia que tú lo haces. Tracy fue al Museo del Prado, y al cabo de cinco minutos le dijo a Elena Ramírez, de Seix Barral: 'Ya puedo decir que he estado en el Prado, ahora vayamos a lo nuestro'. El huracán Tracy arrasó en las grandes tiendas. Los que no anduvieron finos fueron los dependientes de Loewe, que cuando vieron entrar a la escritora en chándal y zapatillas preguntaron: '¿Qué desean?'; 'Echar un ojo', dijo Elena. 'Un ojo a qué', le soltaron, y Tracy se mosqueó. Perdieron una clienta inolvidable. Tracy entró en Saint Laurent y se llevó cuatro trajes. Ay, esa costumbre de los dependientes de hacerte la ficha por la pinta que tienes...

A esto dedicaba mis pensamientos mientras andaba hacia Madrid desde la mítica Miguel Yuste. Pensaba cambiar, lo juro, mas de pronto vi una luz verde. Fue para mí como la manzana para Adán. Paré el taxi: 'Devuélvame a la civilización'. Me llevó a las puertas del cine Paz. Allí, en la misma puerta, Ingrid Rubio recibía a los asistentes con boina verde y abriguito naranja. Salvaje y preciosa, como un pajarito. Cómo me gustaría escribirle un papel. Les confesaré una cosa que me pasa en los estrenos: como no pago la entrada, les doy menos valor a las películas. Digo esto para que piensen ustedes que mi afición al consumismo no es frivolidad, sino vicio patológico (y no escriban más al padre Valdecantos, que luego me manda rezar tres Padrenuestros. Y no me lo sé).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_