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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después del congreso

El Parlamento de Vitoria eligió ayer, gracias al voto de los socialistas, que se unió a los de la coalición gobernante, al nuevo Defensor del Pueblo vasco, cargo vacante por la incapacidad de los partidos para consensuar un candidato que recogiera la mayoría cualificada requerida. Hace pocas semanas, la Gestora que ha dirigido el PSE desde la dimisión de Redondo permitió, mediante su abstención, la aprobación de los presupuestos de las diputaciones de Vizcaya y Guipúzcoa, tras meses de incertidumbre. Más recientemente, el PSE ha permitido también el desbloqueo de algunas importantes partidas de los Presupuestos de la comunidad autónoma, que no habían sido aprobadas en su día.

Ya antes de su congreso, por tanto, los socialistas habían dado pasos en la línea, que luego resultaría mayoritaria, de tender puentes. Incluso la renovación de la dirección puede verse como un gesto en esa senda. Todo ello sin contrapartidas políticas, es decir, con una interpretación flexible de la exigencia de no realizar pactos institucionales con el PNV sin una previa ruptura formal de éste con la lógica soberanista de Lizarra. La incógnita radica en cuál será la receptividad del partido de Arzalluz ante esos gestos socialistas. La pelota está, pues, en el campo nacionalista; su respuesta quizá llegue el domingo, con motivo del Aberri Eguna.

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De momento, los indicios son poco alentadores. Tras el asesinato del único concejal socialista de Orio, el presidente de la Gestora, Ramón Jáuregui, emplazó a los nacionalistas a explicar a qué estarían dispuestos a renunciar en aras del objetivo de favorecer la unidad de los demócratas contra el terrorismo. La pregunta guarda relación con viejas manifestaciones del PNV sobre su disposición a 'arriesgar' para conseguir la paz. La respuesta de Arzalluz a Jáuregui ha consistido en recordarle los GAL y afirmar que aunque hayan gobernado juntos muchos años, los proyectos de PNV y PSOE 'en su globalidad no son compatibles'.

También ha dicho que 'como hay que vivir', socialistas y nacionalistas podrían 'hacer cosas juntos'. Sería deseable que el PNV precisara el domingo qué cosas está dispuesto a hacer con los demás partidos democráticos para combatir al nacionalismo antidemocrático de ETA; si considera compatible con la condena de los atentados a concejales la oferta de tender puentes hacia quienes estiman legítimo que ETA los mate, siempre que se trate de concejales no nacionalistas. Patxi López acusó ayer a Arzalluz de legitimar a ETA al darle tratamiento de partido político como los demás.

Otra incógnita se refiere a los efectos internos de la nueva línea y a sus relaciones con el PP. Patxi López advirtió tras su elección de que no era partidario de 'giros de 180 grados o saltos en el vacío'. Lo ocurrido en San Sebastián apunta, sin embargo, a un giro sensible. ¿A cargo de quién? La capital guipuzcoana era la única de España en que existía un pacto PP-PSOE. El alcalde, el socialista Odón Elorza, encabeza la postura más contraria al entendimiento con el PP y más favorable al acercamiento al PNV. En esas condiciones, resulta poco creíble la afirmación de que la ruptura del pacto un día después del congreso se debe a problemas estrictamente municipales. Pero tampoco parece seguro que el PP, que tanto valoraba la continuidad de la coalición municipal, haya agotado todas las vías para mantenerla, incluso sacrificando alguna posición municipal. El acercamiento de las elecciones municipales explica seguramente alguna clave de estos movimientos.

Por un lado, tanto la nueva dirección vasca como la ejecutiva del PSOE se han alineado con Elorza, que representa dentro del PSE una posición no céntrica y crítica con el Pacto Antiterrorista, lo que resulta, al menos, llamativo. Por otro lado, el PP agudiza su interpretación del Pacto Antiterrorista como coalición electoral, siquiera virtual. Hasta el punto de que incluso el presidente del Gobierno opinó ayer desde Líbano que, tras el congreso del PSE, su partido encarna ahora en exclusiva la alternativa a los nacionalistas.

Las querellas entre los dos partidos suben así de tono, hasta cristalizar en acusaciones mutuas de deslealtad hacia el pacto que suscribieron. Si eso no es motivo suficiente para reconducir sus distintas lecturas mediante una reunión en la cúpula, que venga Dios y lo vea.

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