Los hijos tontos
Otro informe del Ministerio de Educación insiste en la incapacidad de nuestros hijos, o nietos, para saber lo fundamental. Habla de 'fallos de los alumnos', que no han conseguido enterarse bien de si las arañas tienen ocho patas o seis, o si el día es el tiempo en que la Tierra gira sobre sí misma o alrededor del Sol. ¿Será el murciélago un ave? ¿Es el periódico un medio de comunicación de masas? ¿Lo es el telégrafo? Me gustaría que el cuestionario y el sistema se aplicase también a los adultos, incluyendo funcionarios, periodistas y parlamentarios, diplomáticos y barrenderos. Puede que el resultado fuese muy deprimente.
Este nuevo informe está dentro de una campaña política que empieza con estos escolares y termina con el botellón, que ahora se ha hecho clandestino. También la ignorancia es clandestina: procuramos ocultar lo que no sabemos y descubrir qué no sabe el interlocutor. Y así se llega a una conversación de besugos -dicho de una manera impropia: el besugo sabe perfectamente lo que necesita para ser besugo, y además no conversa- en la que cada uno quiere demostrar su superioridad.
Cada vez que se hace un informe de este tipo, de cuya veracidad no dudo porque oigo cosas peores, se llega a la consigna del 'fracaso escolar', que define que son los escolares los que fracasan en su cuenta de las patas de las arañas. Se suele mezclar con el martirio del profesor: del cual no dudo tampoco, porque he conocido alguno con neurosis profesional. En la clase no hay disciplina, y eso ocurre desde la primaria a la universidad; se le ha quitado autoridad, vive amenazado, el mobiliario escolar se destroza, y la mezcla de razas y de idiomas es imposible.
Añadamos que los mismos profesores, antiguos maestros, proceden también de una enseñanza defectuosa y muchos de ellos están impregnados de la única sabiduría que derrama la iglesia sobre sus creyentes. O privados a la fuerza de la posibilidad de explicar bien ésa y otras religiones en el sentido de sus trampas. La consecuencia de todo ello es el fracaso de la libertad de enseñanza: generalmente, de cualquier idea de libertad. Los antiguos maestros de la Institución, o de Montessori, pretendían un trato humano entre maestros y alumnos, un entendimiento de la naturaleza y de la realidad: libertad. Hay que demostrar que se equivocan: que hace falta disciplina, castigo, dureza, como preludio a una vida disciplinada, castigada y dura. Es decir, a un régimen. Es, como decían los falangistas, 'una manera de ser': que nos gobierna.
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