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Columna
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Ultras

La violencia es una injusticia, un riesgo con el que desgraciadamente nos hemos acostumbrado a convivir. La violencia terrorista es la que más nos conmueve, que rechazamos más unánimemente, con toda razón porque es cruel e injusta hasta el delirio. Pero hay otras violencias que llamamos de otra manera y que son también terrorismo, por ejemplo: la violencia ejercida contra las mujeres. Quien mata a una mujer sencillamente porque entiende que es su dueño, es un terrorista, un delincuente al que la ley tiene que perseguir, como persigue a los terroristas organizados.

Hay otras violencias de las que se puede resumir diciendo que son todas aquellas que obtienen cualquier clase de beneficio abusando de la inocencia de la gente. Hay aun otra clase de violencia, estúpida y brutal: la violencia de los forofos del futbol, especie protegida por algunos, según sospechan todos los que de las cosas del futbol entienden. Cada equipo tiene su ejército de asociales, de violentos sin causa y rebeldes de la nada, dispuesto a abrir cabezas a patadas. 'Ultras' les llaman. Les dejan un sitio especial en los campos, dicen que para aislarlos, pero los conocen quienes dirigen esos clubs. Sabe todo el mundo que cada vez que hay un partido de esos a los que ya se llama, con toda naturalidad, de 'alto riesgo', van a montar un escándalo, a romper medio campo, a abrir unas cuantas cabezas. Hay muchos que piensan que si los clubs quisieran estarían más controlados. El último partido entre el Sevilla y el Betis ha vuelto a ser ocasión para que sus 'ultras' montaran el numerito. Si todas las violencias son indeseables; si el terrorismo intenta rompernos los sueños decentes cada vez que le da la gana; si los que tienen más fuerza a menudo ofenden y maltratan a los que tienen menos; si contra todo eso tenemos que luchar, también contra el incivismo de los 'hinchas' violentos de los clubs de futbol. Los presidentes del Betis y del Sevilla, como todos los presidentes cada vez que ocurre algo como lo ocurrido tras el partido del sábado en Sevilla, tendrían que pedir perdón a sus respectivas aficiones y a los ciudadanos en general, por el espectáculo de esos cachorros de perro, que no de león, y poner manos a la obra para que en sus campos no entren con tanta facilidad y consentimiento.

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