Hierro recuerda los viejos tiempos
El capitán del Madrid anota tres goles, uno sensacional, en la sencilla victoria frente a un derrumbado Zaragoza
Como en los viejos tiempos, a Hierro le salió el alma de goleador. Anotó tres frente al Zaragoza, y el tercero fue una belleza, un gol de clase y potencia, de los que marcaba cuando oficiaba como centrocampista de ataque. El tanto resultó más meritorio porque Hierro ya no tiene la exuberencia de sus mejores días. Pero mediada la segunda parte, un minuto después del tanto del Zaragoza, Hierro comenzó una jugada en la posición de interior derecho, donde encontró a McManaman y tiró una diagonal perfectamente entendida por Morientes y Raúl, que dejaron pasar la pelota con inteligencia porque Hierro llegaba por detrás, armándose para el control y el remate. Y así fue, porque Hierro llegó como un tren, se llevó el balón y enganchó un zurdazo enorme que superó a Laínez. El público se levantó, sacó pañuelos y ovacionó con ganas al capitán, que se retiró en ese momento. Del Bosque quería ofrecerle el tributo, lo mismo que la hinchada. Se lo mereció porque fue el protagonista principal de un partido que dijo más del Zaragoza que del Madrid. No dijo, por ejemplo, que el Madrid ganará la Liga, pero señaló la ruta del Zaragoza hacia Segunda. No sólo fracasó en el juego, sino que actuó con una apatía inexplicable en un equipo que se jugaba la vida.
REAL MADRID 3| ZARAGOZA 1
Real Madrid: César; Salgado, Hierro (Guti, m. 80), Pavón, Roberto Carlos; Makelele (McManaman, m. 71), Helguera; Zidane, Raúl, Solari (Savio, m. 85); y Morientes. Zaragoza: Láinez; Cuartero, Komljenovic, Paco (César, m. 38), Pablo; Galletti, Chainho (Corona, m. 61), José Ignacio, Garitano (Vellisca, m. 61); Bilic y Milosevic. Goles: 1-0. M. 15. Córner que bota Roberto Carlos desde la izquierda, Hierro acude al remate en el área pequeña, con la oposición de Milosevic, remata como puede y un defensa saca el balón cuando había traspasado la línea de puerta. 2-0. M. 59. Penalti por mano de Chainho que transforma Hierro. 2-1. M. 78. Contragolpe del Zaragoza culminado por Milosevic desde la derecha. 3-1. M. 79. Avance de Hierro, que combina con McManaman; el inglés le devuelve el balón al borde del área, donde Raúl y Morientes dejan pasar para que Hierro lance un zurdazo que se cuela por alto. Árbitro: Iturralde. Amonestó a Garitano, Chainho y César. 63.512 espectadores en el Bernabéu.
El Madrid prosiguió con los síntomas de recuperación que ha ofrecido desde la derrota frente al Deportivo en la final de Copa. Ni de lejos está en el nivel que alcanzó en noviembre y diciembre, pero juega más liberado, con más seguridad para mover el balón y sin demasiados problemas para sobrevivir a la ausencia de Figo. Del Bosque ha dado con un dibujo más natural, con más simetría: Helguera ha pasado a la posición de medio centro, con Makelele a su derecha y Solari a su izquierda. Nadie se beneficia más que Zidane, que ahora se mueve por delante, en el eje central, con una perspectiva más eficaz del campo.
Otro beneficiado es Helguera, que jugó bien frente al Zaragoza. Atento a su responsabilidad como medio centro, actúa con más control, sin la tentación de desprenderse constantemente hacia el área. Sin embargo, no se puede hablar de un gran partido del Madrid, quizá porque siempre se sintió infinitamente superior al Zaragoza.
No fue un día especialmente afortunado para Solari, que comenzó con mucho gas pero terminó demasiado enredado en las jugadas, sin claridad para terminarlas. Ni tampoco Morientes mejoró sus prestaciones. Está desorientado, le falta fe y está peleado con la pelota. Era un partido para él: las ocasiones llegaban con regularidad y los defensas del Zaragoza fallaban con la misma regularidad. Su incompetencia resultó evidente desde el arranque del partido. Si el Zaragoza quería sacar algo decente del Bernabéu necesitaba de la buena estrella de sus delanteros. De sus defensas sólo podía esperarse lo peor. Pero no tuvo ni defensa, ni delantera. Tampoco medio campo. No le faltó el balón en algunos momentos, pero todo se desvanecía en una rumia estéril.
El Madrid marcó tres goles, dio dos veces en los palos y tuvo varias oportunidades. La presencia de Roberto Carlos en el ataque fue más insistente que en los últimos encuentros. Una de sus galopadas precedió al primer gol, bastante chusco por cierto. Lo marcó Hierro con la cadera o lo que fuera. Luego, el Madrid bajó el pistón y midió la pegada del Zaragoza. Nada. El Zaragoza no alcanzaba el área ni a tiros, de manera que al Madrid no le quedó más remedio que volver al ataque y a las oportunidades. En casi todas participaba Raúl. Resultó raro que saliera del partido sin algún gol. Por lo visto se reserva para los partidos donde el Madrid se siente más exigido.
Había algunos problemas en el costado derecho del Madrid. Makelele ayudaba y equilibraba como interior derecho a la antigua, no como un extremo. Pero Zidane participaba profusamente en el juego, sin lagunas, y así lo hizo hasta el final del partido. Tampoco estuvo apretado por los centrocampistas del Zaragoza, tan permisivos que por una vez el Madrid hizo más faltas que su rival. No suele ocurrir, y mucho menos en el Bernabéu. Pero el Zaragoza ofrecía las peores señales posibles. Tuvo su momento después del tanto de Milosevic. Con los precedentes del Madrid, tan acostumbrado a ofuscarse cuando maneja ventajas cortas, podía esperarse emoción y sorpresa en los últimos diez minutos. No fue así. En la jugada siguiente Hierro se lanzó a una aventura juvenil, como en sus años de llegador compulsivo. Su excelente zurdazo cerró el partido y dio finiquito al Zaragoza, que está para leche y sopitas. Desde fuera se le notan todos los signos de los equipos podridos, de los que llegan a un momento donde no tienen ni una sola de las cualidades para salvar la vida. Cada partido es una oportunidad menos para reaccionar y una nueva señal de fracaso. Como en Chamartín.
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