La amenaza que llueve del cielo
Los ecologistas denuncian los efectos ambientales de las fumigaciones aéreas en el olivar
La perdiz y el conejo, dos de las especies más importantes de caza menor, vienen sufriendo, desde hace algunas décadas, una alarmante disminución de sus efectivos. Este fenómeno, que ha terminado por alterar el equilibrio ecológico y la biodiversidad del campo andaluz, está originado por diversos factores, que van desde el aumento de la presión cinegética hasta la aparición de ciertas enfermedades.
Ya que la perdiz vive íntimamente ligada a algunas explotaciones agrícolas, la Consejería de Medio Ambiente ha estudiado su relación con el olivar, por la gran superficie que ocupa en Andalucía. Las transformaciones que ha sufrido este cultivo parecen haber incidido de forma negativa en este ave, de manera que han empezado a escasear los lugares idóneos de nidificación y a incrementarse la pérdida de nidos como consecuencia de algunas labores.
El uso abusivo de productos fitosanitarios origina, además, la muerte por envenenamiento de un buen número de pollos y adultos. Los que sobreviven a los agentes químicos ven reducida la disponibilidad de alimento, ya que algunos insecticidas se emplean, con especial intensidad, durante los periodos más críticos del verano. A este problema se enfrentan otras muchas aves insectívoras que viven ligadas a este tipo de cultivos.
La lucha contra la mosca del olivo, que antaño causaba graves pérdidas en el sector, obliga durante los meses estivales a realizar campañas de fumigación en las que se emplea dimetoato, sustancia que, a juicio de Ecologistas en Acción, 'no es específica para esta plaga y, además, está prohibida en Estados Unidos al estar considerada como muy tóxica para las aves y el ser humano'.
El impacto de este agente químico se multiplica al aplicarse mediante fumigación aérea, un método que ahorra costes a los agricultores y permite ajustar la mínima dosis necesaria para combatir al insecto pero que, por el contrario, no es muy selectivo y puede terminar afectando a terrenos protegidos, cultivos ecológicos, explotaciones ganaderas o zonas habitadas.
Manuel Ruiz y Joaquín Muñoz-Cobo, investigadores de Biología Animal, Vegetal y Ecología de la Universidad de Jaén, han certificado cómo en los olivares tratados con dimetoato se producen notables repercusiones negativas en la comunidad de insectos. 'Los descensos totales de individuos', aseguran, 'oscilan entre un -47 % y un -575 %, variación en la que parece influir la heterogeneidad ambiental del olivar'.
El contacto con este agente químico no solo elimina a los invertebrados que son dañinos para el cultivo, sino que también acaba con los depredadores naturales de las plagas a las que se combate. Quiere esto decir que la lucha biológica no es una solución viable en tanto se sigan empleando productos fitosanitarios.
Los ensayos que hasta ahora se han realizado usando otros agentes de menor toxicidad y persistencia, como las piretrinas de origen vegetal, no han dado buenos resultados, ni en eficacia ni en rentabilidad. Mejores perspectivas tienen algunas experiencias en las que la fumigación aérea se ha sustituido por aplicaciones terrestres, utilizando sistemas que permitían usar dosis mínimas de dimetoato. Este es el método que se ha utilizado en olivares, situados en parajes abruptos, de los parques naturales jiennenses de Sierra Mágina y Cazorla, Segura y Las Villas.
También se vienen utilizando algunas trampas selectivas, en las que se coloca una sustancia que atraiga al insecto y otra que lo elimine. En la comarca cordobesa del Valle de los Pedroches se vienen ensayando, desde 1996, diferentes modelos de trampa para su aplicación masiva en los olivares ecológicos. Al mismo tiempo, se estudia la acción de algunos parásitos que, unidos a la acción de la trampa, permiten controlar, de forma natural y sin riesgo de contaminación, las plagas de mosca.
Estas alternativas son las que, a juicio de Ecologistas en Acción, deberían aplicarse de inmediato en los terrenos más sensibles desde el punto de vista ecológico, y en aquellos donde los olivares tradicionales convivan con explotaciones ecológicas u otros cultivos destinados al consumo humano. Las fumigaciones aéreas con dimetoato, sostiene este colectivo, 'han de ser eliminadas de estos territorios si queremos garantizar la salud humana y la del medio ambiente'.
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Recuperar el equilibrio
Aunque los agricultores hayan terminado por considerarlas 'normales', las plagas que afectan a algunos cultivos revelan una cierta anomalía, una situación irregular. Lo que nos indican, explica Manuel Pajarón, ingeniero agrónomo y miembro del colectivo Segura Verde, 'es que los controles naturales han saltado, el equilibrio se ha roto, la intervención humana ha simplificado tanto el sistema que la estabilidad se ha hundido'. Vistas desde esta perspectiva, luchar contra ellas utilizando agentes químicos, que actúan de manera indiscriminada, puede agravar el problema. 'Si para remediar este desequilibrio disminuimos aún más la complejidad del sistema, interviniendo, de forma drástica, con sustancias tóxicas, el equilibrio será cada vez más difícil de recuperar y serán necesarias nuevas intervenciones, una dinámica en espiral creciente de la que es difícil escapar', añade Pajarón. Si la estabilidad se pierde porque se reduce la diversidad natural del sistema, lo lógico es tratar de recuperar esa diversidad. En el caso del olivar esta es una tarea que implica conservar y recuperar aquellas especies, animales y vegetales, que son beneficiosas para el cultivo y que, en definitiva, son las que controlan, de manera espontánea, el impacto de las plagas. Es la lucha biológica, de la que hablan todas las administraciones pero que apenas ha recibido la ayuda necesaria para su desarrollo. Resulta interesante, por ejemplo, conservar reductos de vegetación silvestre junto a los cultivos, de manera que en ellos encuentren acomodo los enemigos naturales de las plagas. Dejando partes del olivar sin labrar se consigue una cubierta vegetal rica, que servirá de soporte a estos insecticidas silvestres. El petirrojo puede llegar a alcanzar densidades de unos cuatro ejemplares por hectárea y cada uno de ellos consume más de dos kilos de insectos al año.
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