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Reportaje:SEMANA SANTA

Devoción barroca en el Madrid de los Austrias

La banda del Inmemorial del Rey estrena hoy en la procesión del Domingo de Ramos una marcha sinfónica

Ocho de cada diez madrileños, aproximadamente, se declaran cristianos católicos. De ellos, tres aseguran asistir con regularidad a ritos propios de esta confesión religiosa, como el oficio litúrgico de la misa. Sin embargo, la participación en actos públicos católicos en las calles de Madrid decae durante la Semana Santa: buena parte de los madrileños abandona la ciudad para disfrutar de vacaciones, señaladamente entre el Jueves, llamado Santo, y el Domingo, conocido como de Resurrección.

Pese a ello, las procesiones que recorren el centro de la ciudad, con una veintena aproximada de pasos con imágenes en madera polícroma de la agonía y muerte de Cristo, más otras de la Virgen María, se ven muy frecuentadas. A ello contribuyen los turistas, que aprovechan la bonanza primaveral para visitar Madrid y conocer las costumbres de sus gentes.

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Entre las más llamativas se encuentran, precisamente, las procesiones. Las vías públicas del entorno de las plazas Mayor, de la Villa y de Puerta Cerrada, más las calles de Toledo y Sacramento, en pleno barrio de los Austrias, conforman la zona por donde discurre la mayor parte de las conmemoraciones religiosas pasionales madrileñas.

En ellas, todo lleva la impronta topográfica del Madrid del siglo XVII, intrincado y oscuro, aunque magnificente e imperial. Además, la pátina artística de la imaginería procesional posee el sello del barroco tardío, de cuño castellano o napolitano, labrado una centuria después, si bien la mayor parte de los pasos fueron configurados en el siglo XIX o en el XX, como un Divino cautivo, atribuido a Mariano Benlliure, que sale de un colegio escolapio del barrio de Salamanca.

Las procesiones suelen arrancar de templos señeros cuya importancia ha ido menguando con el tiempo; es el caso de la hoy colegiata de San Isidro, la antigua catedral. La Almudena, sin embargo, cobra entidad creciente y aúna cada vez más ritos, como el lavatorio de pies del Jueves Santo o el Oficio del Sábado Santo.

El tráfico por el centro de la ciudad suele verse modificado a partir de las 19.00, hora en la que suelen comenzar los preparativos para las grandes marchas religiosas, organizadas por diferentes cofradías. Son éstas organizaciones de fieles, ahora de ambos sexos en su mayoría, unidos por un vínculo penitencial. Este vínculo les permite expiar, mediante su participación en las procesiones, lo que consideran culpas -procedentes de faltas a los preceptos morales de su confesión religiosa-.

Desfilan embutidos en sayones distintivos de cada cofradía, generalmente en colores morados, negros o blancos. Suelen tocarse de capuchones rematados por un copete puntiagudo, que ocultan sus rostros y les permite la visión a través de dos agujeros situados a la altura de los ojos.

Algunos acentúan su penitencia y caminan descalzos; otros, se proveen de cirios encendidos o báculos; en ocasiones, llevan consigo a sus hijos de corta edad, de la misma forma ataviados. Los cofrades más robustos y jóvenes, siempre varones, acarrean a hombros pasos procesionales a base de imaginería religiosa, distintas escenas de la agonía y muerte de Cristo, casi siempre talladas en ricas maderas polícromas, ornamentadas con flores y luces.

El arranque simbólico de la Semana Santa en Madrid, desde el punto de vista de las procesiones, es el paso del Cristo de la Fe y de María Santísima Inmaculada, que acompaña la Cofradía de Nuestra Señora de los Estudiantes. Su talla del Cristo crucificado es quizá la más valiosa, artísticamente hablando, de las que son sacadas por Madrid en procesión, según expertos en historia del Arte.

Se trata de un Cristo coronado de espinas clavado de una cruz; con mansa expresión, exangüe, muestra la hendidura de una herida en su costado derecho, del que mana abundante sangre. Sus rasgos presentan la maestría de la imaginería española, exponente de un manierismo de grave finura. Data de mediados del siglo XVIII y fue obra del escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona, nacido en 1709 en Nava del Rey, quien fuera académico vinculado a la Corte de Carlos III. Las tallas de Carmona se caracterizaron por su rigor plástico y su riqueza expresiva.

Esta procesión del Cristo de la Fe es considerada como 'de las serias', habida cuenta de que no todos los desfiles religiosos madrileños exhiben severidad y silencio.

Singularidad remarcable de este paso: su acompañamiento por la banda de música del Regimiento Inmemorial del Rey, cuya patrona es la misma que la de esta cofradía. La banda está dirigida por el maestro Abel Moreno. 'Hablar de él hoy es como hablar de Falla en su época', dice con entusiasmo José Félix de Vicente, arquitecto, sacerdote y miembro destacado de la Cofradía de los Estudiantes. 'Se trata, quizá, del mejor compositor de marchas que hay en España', comenta.

'Al frente de la banda del Inmemorial del Rey, Moreno va a estrenar durante la procesión una sinfonía compuesta para la ocasión', anuncia este religioso salmantino, con raíces maternas en Sevilla, corazón de la Semana Santa española.

'Precisamente, Madrid puede contemplar cada Semana Santa una talla de Francisco Ocampo, del siglo XVI, uno de los imagineros de la escuela sevillana de mayor nombradía', apunta De Vicente. 'Se trata de la cabeza del Cristo de Medinaceli, tallada en madera de cedro'. El cuerpo, sin embargo, es de pino. 'La tradición asegura que la talla original fue robada en 1682 y arrastrada por las calles de una capital de Marruecos, de ahí las diferencias entre la cabeza y el tronco', explica De Vicente. Y añade: 'La cabeza tiene un precioso pelo tallado, ahora oculto por la peluca enfoscada que la imagen muestra, como comprobé durante su restauración hace un lustro'.

De las imágenes madrileñas resalta la belleza de la Virgen de las Angustias, del aragonés Juan Adán, escultor de cámara de Carlos I, que se inspiró en La Piedad de Miguel Ángel. Hace años la imagen salía en procesión pero hoy permanece en un convento.

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