_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los enemigos de las luces

Nadie pone en duda que los valores que construyó y defendió la Ilustración son los valores de la modernidad y los que gobiernan nuestra contemporaneidad. Sin embargo estos valores, que se reconocen en la racionalidad y la benevolencia y que permiten mejorar la condición humana a través del conocimiento y de la ciencia, encontraron ya, desde el momento de su declaración hasta hoy mismo, sus detractores y sus enemigos. Frente a la confianza en la perfectibilidad de los hombres y en la universalidad de la razón, defendida por los ilustrados, se arguyó que sin el modelo de la tradición y la protección de los sistemas de creencias religiosas el caos y el desorden sustituirían al orden y al cosmos que habían regido hasta entonces.

LA ILUSTRACIÓN Y SUS ENEMIGOS

Anthony Padgen Traducción de José María Hernández Península. Barcelona, 2002 138 páginas. 15,63 euros

Los defensores y los detractores de la Ilustración mantienen incólume sus posiciones de defensa y ataque de la posición contraria y, más allá de una posible toma de partido, es necesario constatar que la controversia muestra la vigencia y la necesidad de una tal disputa. A pesar de que Anthony Padgen se refiere, en este libro, a los primeros detractores de la Ilustración (Hamann, Herder, Burke, etcétera) remitiéndonos, de este modo, a la posible genealogía de esta posición, su interés se ciñe a los actuales retractores, sobre todo a los tradicionalistas (conocidos en Estados Unidos como 'comunitaristas') H.-G. Gadamer, Charles Taylor, Alasdair MacIntyre y John Gray.

Sin embargo, Anthony Padgen, como defensor de la Ilustración, no esgrime contra estos autores argumentos que le afirmen en su posición, sino que, considerándolos como críticos que mantienen una posición tan vieja como la misma Ilustración, pretende contrarrestar esta crítica mostrando que los tradicionalistas se mantienen en el mismo error que cometieron sus antepasados. Y, para ello, revisa los orígenes de la Ilustración y las posiciones que hicieron posible su afirmación. Así, sin desmentir la historia de la filosofía, que afirma que fueron Descartes, Bacon, Hobbes, Grocio y Locke los que fundamentaron el proyecto ilustrado y lograron destruir la fe humana en la tradición, Padgen demuestra que estos posibles antecedentes rechazaron la idea de ley natural sustentada sobre la concepción cristiana de la ley natural (originalmente buena y redentora), compartieron la desconfianza hacia cualquier 'autoridad' de orden eclesiástico y pretendieron vincular la conciencia de los hombres directamente del poder civil, en lugar de someterlo a los poderes eclesiásticos.

La ley natural (cristiana y escolástica) que defendía la bondad original del hombre fue sustituida por los filósofos de finales del XVII por otra idea de origen epicúreo que describía al hombre como un ser movido por el egoísmo y el placer y que utilizaba su razón para preservarse del dolor. El epicureísmo constituía el 'sistema egoísta de la moral' puesto que partía de una concepción del ser humano como individuo y de sus relaciones con los hombres como un proceso de favorecimiento de sus intereses particulares.

Los detractores de la Ilustra

ción se basan en este supuesto origen epicúreo de la modernidad: un origen perverso que mantiene la enemistad entre los humanos, el mutuo desprecio, la propia satisfacción, la competencia desleal, la insociabilidad y la intolerancia. Este epicureísmo propio de los filósofos barrocos no es el origen de la Ilustración, según Padgen, sino que es el estoicismo grecolatino y sus principales doctrinas los que subyacen en la concepción ilustrada del hombre, del mundo, de la sociedad y de la historia. Estoicos reconocibles serían Adam Smith, Diderot, Rousseau, Condorcet, Hume, Vico, Herder y Kant. Así el imperativo categórico sería una transformación de la virtud estoica y las nociones de autonomía y autodominio lo serían del ideal del sabio. La idea de que el ser humano es una parte integral de la naturaleza y que forma un todo con ella se resolvería en la Ilustración en la identificación y el reconocimiento de sí mismo y de los otros hombres, y como afirmó Cicerón: 'Una vez probada la condición humana, se asume que ningún ser humano es ajeno a otro'. De aquí la noción de justicia como aquello que nos damos mutuamente como miembros de la raza humana.

Podríamos afirmar que, según Padgen, la Ilustración recuperó el estoicismo como una ética secularizada que ocuparía el vacío que había dejado la Iglesia cristiana. Fueron revisados los principios estoicos para que fueran efectivos en el mundo moderno donde la humanidad había perdido la dirección y toda posible comprensión de sentido. El 'sentido moral' es el que permite al hombre identificarse con otros hombres y con la naturaleza; es el origen de la sociabilidad y lo es también del lenguaje. Toda crítica a la Ilustración perpetrada desde el 'tradicionalismo' es, según Padgen, resultado de prejuicios históricos y de una lectura errada de sus principios fundamentales, adscritos al egoísmo epicureísta, en lugar de considerarlos como una revisión del altruismo de los estoicos.

Hans-Georg Gadamer (1900-2002), considerado por Anthony Padgen como uno de los críticos de la Ilustración. 	AP
Hans-Georg Gadamer (1900-2002), considerado por Anthony Padgen como uno de los críticos de la Ilustración. APJESÚS URIARTE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_