'A más partidos, más fuerte estoy'
Si uno tiene un hijo que quiere ser futbolista y busca un modelo que mostrarle, no caben las dudas: Mauro Silva. Hombre de comportamiento ejemplar en el campo, en el vestuario y en la calle, el centrocampista brasileño del Deportivo está viviendo, a sus 34 años, una inesperada explosión: él mismo es el primero en confesar que hacía mucho tiempo que no se encontraba tan bien. Lideró al equipo en las memorables noches de Chamartín y Highbury y tiene tanta cuerda que el entrenador, Javier Irureta, hasta cuenta con él para el intrascendente partido de esta noche ante el Bayer Leverkusen.
Pregunta. ¿Está en su mejor momento desde 1994, cuando fue campeón del mundo con Brasil en Estados Unidos?
Respuesta. Creo que sí. El curso pasado me encontré muy bien en algunos partidos, pero no tanto como ahora. Después de aquel Mundial se me acumularon las lesiones. Me hicieron tres operaciones: en la rodilla, el tobillo y los abductores. En dos años apenas jugué y eso me condicionó mucho.
P. Es sorprendente la forma que ha cogido en el último mes, porque ésta no estaba siendo una buena temporada para usted.
R. Tuve varias lesiones que me cortaron el ritmo. Por mi condición física, yo necesito partidos; cuantos más juego, más fuerte me encuentro. Si la gente me ve bajo, ya piensa: 'Éste tiene que retirarse'. Pero yo necesito una secuencia de partidos seguidos para alcanzar la plenitud, como ocurrió en este último mes, en el que jugué ocho en 25 días.
P. Entonces, de aquí al final de la temporada aún seguirá mejorando.
R. ¡Ojalá! El estado anímico también ayuda mucho. Cuando el equipo va bien, parece que hasta hay menos lesiones.
P. Está tan bien que cualquier día de estos hasta mete un gol [sólo ha logrado uno en los diez años que lleva en España].
R. ¡Ja, ja!... Sinceramente, no es lo mío y no tengo esa vanidad. No salgo al campo con esa preocupación, sino para cumplir con mis funciones: que no nos metan goles, que funcione el centro del campo... Yo, encantado con que los metan otros. Cada uno tiene que intentar hacer lo que sabe. Si tengo que meter yo los goles, mal asunto.
P. ¿Y nunca ha soñado que metía un gran gol?
R. Pues no, sinceramente. Mi obsesión es jugar bien. Y en mi puesto ya disfruto bastante, porque estoy en la posición por la que el juego fluye constantemente y eso me permite mucho contacto con el balón. En el equipo no debe haber esa clase de vanidades: que un defensa quiera organizar el juego o meter goles. Cada uno debe poner su talento al servicio del equipo.
P. Usted ha vivido en primera línea la transformación del club. ¿Piensa mucho en cómo ha cambiado todo en estos años o prefiere vivir el presente?
R. Trato de disfrutar el presente, esta increíble metamorfosis que hemos vivido. Pero es importante no perder de vista de dónde venimos y todo lo que hemos pasado. De ese modo darás la cara por el equipo en todo momento, no sólo cuando llegan las fiestas y los títulos.
P. ¿Qué es lo más ha cambiado en estos años?
R. Las exigencias. Para nosotros era impensable que algún día, por ejemplo, pudiésemos aspirar al triplete. Cuando yo llegué aquí, la aspiración máxima era entrar en las competiciones europeas. Y ahora ya no es que tengamos la ambición de ganar títulos, sino que hay incluso cierta exigencia.
P. También ha cambiado el vestuario. Antes era más familiar y ahora resulta más complejo de manejar.
R. Es más complejo, sí, pero también más profesional. Ahora ya no se necesita que la gente tenga tantos sentimientos. Si los tiene, mejor. Si no, que cumpla con profesionalidad. En la relación entre los jugadores hay problemas, pero eso ocurre en cualquier colectivo humano.
P. ¿Se siente una referencia para sus compañeros?
R. Me siento uno más, pero llevo diez años en el equipo y he tenido muchas vivencias. Eso te da madurez para arropar a la gente más joven, para darle una palabra de tranquilidad o para llamarle la atención con un grito.
P. ¿Tiene vocación de líder?
R. Para nada. Pero soy consciente de mis obligaciones como futbolista con mayor experiencia. El liderazgo es algo natural, no impuesto. Es pensar en los demás y tratar de ayudarles.
P. ¿Los jugadores jóvenes son más egoístas?
R. Todos lo somos. Es la tendencia natural del ser humano. Pero hay que respetar al equipo, al entrenador y a tus compañeros. Y, cuando no juegas, saber callar.
P. Usted fue de los primeros en anunciar que el equipo había cambiado con la obtención del primer título de Liga. ¿Fue como romper una barrera psicológica?
R. Sin duda, fue el punto de inflexión en la historia del Deportivo, la superación definitiva del trauma que habíamos sufrido al perder la Liga 93-94 [la del penalti fallado por Djukic ante el Valencia]. Desde entonces, tenemos la convicción y la madurez para aspirar a cualquier título.
P. O sea, que, psicológicamente, ya están preparados para ganar la Liga de Campeones.
R. Tenemos la preparación psicológica y muchísima ilusión. Pero no hay que pecar de un exceso de soberbia como quizá nos pasó en la campaña pasada frente al Leeds.
P. ¿Cómo se plantea su futuro personal?
R. La vida no se puede planificar. Lo único que pienso es en seguir disfrutando de esta profesión. Ya me gustaría aguantar tanto como Donato...
P. ¿Cuenta con ir al Mundial?
R. Junto a la Champions, mi mayor sueño es jugar otro Mundial con 34 años.
P. ¿Qué le gusta, aparte del fútbol?
R. El fútbol te monopoliza mucho. Mi gran evasión es ir al cine. De las películas que he visto últimamente me gustaron Gladiator y Prueba de vida.
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