Viraje portugués
Los ciudadanos portugueses han dado por concluido un ciclo socialista de seis años con el ajustado triunfo de los socialdemócratas (PSD) de José Manuel Durão Barroso, que pese a su nombre ocupan el espacio liberal conservador. El PS de Eduardo Ferro Rodrigues, más votado en las grandes ciudades, ha conseguido detener en parte la estrepitosa caída que registraron en las elecciones locales del pasado diciembre, causa de la súbita dimisión de António Guterres. Portugal es por ahora el último de los países europeos que vira al centro-derecha, después de Austria, Italia y Dinamarca. Está por ver cómo afectará esta corriente a las elecciones que se avecinan en Francia, Holanda, Alemania y Suecia, países gobernados hoy por partidos socialistas.
La campaña portuguesa se ha centrado en la economía. La agudización de la crisis, caracterizada por un desbordamiento del déficit público y la inflación, que con un 4,4% dobla la media de la UE, ha puesto a Lisboa al borde de una admonición formal por parte de Bruselas, de la que se ha salvado porque era Alemania el otro gran transgresor de los criterios fiscales comunitarios. Durão ha ganado prometiendo medidas de choque, entre ellas una rebaja sustancial de los impuestos personales y de las empresas y el recorte de los gastos gubernamentales para fomentar la inversión privada y estimular una competitividad maltrecha, que rueda a la mitad de la tasa de productividad de sus socios europeos. El líder liberal-conservador dice que cambiará los hábitos estatistas de su país y que recaudará más contratando a una legión de inspectores fiscales entre los mejores graduados universitarios.
Parecen unas ambiciones desmedidas para alguien que sólo cuenta con una mayoría relativa. El reto supremo de Durão Barroso, a quien el presidente Jorge Sampaio encargará esta semana la formación de Gobierno, es formar una coalición seria y creíble de centro-derecha, salvo que quiera mandar en solitario y pasar por el calvario de negociar en el Parlamento cada una de sus leyes. Y no tiene más apoyo visible que el Partido Popular, una pequeña formación de derecha pura y dura que con sus 14 escaños se ha convertido en gozne decisivo de la gobernabilidad y ya se ha mostrado dispuesto a escuchar proposiciones. Una de las dificultades son las reservas del PSD a echarse en brazos de un partido con el que ha mantenido relaciones difíciles en el pasado: su última alianza, en 1999, duró un mes.
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