_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La burbuja

Obligado el presidente Aznar a dar un balance positivo de la cima europea de Barcelona, un paso más de la tendencia dominante en el economicismo europeo, para la ciudadanía es fácil llegar a la evidencia de que no hacía falta tanto ruido para tan pocas nueces. Ninguna de las conclusiones suscritas o aplazadas necesitaban una reunión tan tragicómica para ser suscritas o aplazadas y los líderes europeos han aportado la inquietante sensación de que necesitan reunirse dentro de una burbuja protegida incluso para cacharros antimisiles suministrados por la OTAN. Además, se estableció un filtro en la frontera francesa en el que se retuvo a miembros de la organización Attac, atemperada como la historia misma.

Reunida en su burbuja tan extraña gente, la ciudadanía siguió su vida a la espera de lo realmente interesante: qué iba a pasar en el Camp Nou en el partido Barcelona-Real Madrid y hasta dónde llegaría la operación de acoso de los llamados movimientos antiglobalizatorios. Y ahí está, ahí está... la Puerta de Alcalá. Triunfales manifestaciones de sindicalistas europeos, de guardias de diversas porras que entonaban himnos de la resistencia antifranquista y finalmente el apoteosis de miles y miles de ciudadanos ideológicamente policrómicos pero de facto pertenecientes a esa nueva internacional en ciernes: la de los globalizados contra los globalizadores. La reunión de Barcelona ha servido para ratificar ese frente y meter en él no sólo a lo que queda de la izquierda del siglo XX sino a lo que promete ser la izquierda del siglo XXI.

Dentro de la burbuja, todos sonreían, contentísimos de haberse conocido, como si realmente representaran a la Política independiente de los diseños del poder económico. Carreristas y conversos, a salvo de cualquier control antidopaje, los máximos políticos de Europa se contaban a sí mismos el cuento de la lechera y enterraban el imaginario de aquella Europa diferente construida sobre su propia memoria emancipatoria: la Europa de Aldo Moro, Willy Brandt y Enrico Berlinguer. Aparentemente prescindían de que la burbuja estaba rodeada por toda clase de incómodos bárbaros. Más allá de la burbuja, la policía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_