Los móviles del futuro se deprecian
Las operadoras sufren con pérdidas millonarias la caída de valor de sus compras y el coste de las licencias de UMTS
Los últimos tres años del negocio de la telefonía móvil pueden resumirse en tres términos: licencias, deuda y depreciaciones. En 2000, las compañías gastaron millones de euros en las licencias y en la compra de otras operadoras. Un año después se enfrentaban a préstamos por más de 200.000 millones. Hoy, sufren la pérdida de valor de sus compras traducido en números rojos sin precedentes.
Las compañías de telecomunicaciones han cargado contra su cuenta de resultados provisiones por más de 150.000 millones de euros
Incluso Vodafone, el mayor operador del mundo, ha tenido que reconocer por primera vez la devaluación de sus activos
El número de suscriptores de 3G en 2010 alcanzará los 700 millones en todo el mundo, frente a los 21 millones de 2004
La imprevisión se ha traducido no sólo en pérdidas para los arrepentidos bolsillos de los accionistas sino en un reguero de despidos
Primero fueron las licencias, el maná que curaba los males presupuestarios de los Estados que convocaron subastas millonarias en 2000, donde los ejecutivos de las compañías de móviles pujaban alegremente con el dinero de sus accionistas para hacerse con las licencias de la telefonía móvil de tercera generación (UMTS). En total, los tesoros públicos recaudaron 120.000 millones de euros, un peaje sin precedentes, que tuvo hasta impactos presupuestarios en países como Alemania o Reino Unido, los que mayor voracidad demostraron en la sangría.
De hecho, la euforia recaudatoria de los Estados y la inconsciencia de las compañías en pagar lo que ahora consideran un impuesto especial asfixiante propició que el conjunto de los países de las UE registraran un superávit del 1,2% del producto interior bruto que, de no haber mediado el pago de las licencias de telefonía, hubiera sido un déficit del 0,1%. En España, apenas se recaudaron 522 millones de euros, aunque luego el Ministerio de Ciencia y Tecnología compensara esos menores ingresos con una tasa anual de 960 millones, hoy rebajada en más de un 75%.
La hora de las cuentas
Pero pasada la euforia vino la hora de echar cuentas. De repente, las operadoras se dieron cuenta que contaban con una licencia para dar un servicio cuya tecnología ni siquiera ahora está comercialmente disponible a cambio de una deuda astronómica, tras pedir préstamos por más de 170.000 millones de euros. Durante todo 2001, los operadores tuvieron que luchar con la cerrazón de los bancos que pusieron bajo sospecha a todo el sector y se negaron a seguir inyectando fondos. France Télécom (FT) batió todos los récords al conseguir préstamos por 31.000 millones de euros; Vodafone (42.000 millones), KPN (35.000 millones), Telecom Italia (31.000 millones) y British Telecom (30.500 millones) le siguieron en la lista.
Ese divorcio entre bancos y operadoras derivó en colosales emisiones de bonos que hubieran amilanado a cualquier director financiero tan sólo unos meses antes, como la emisión récord de France Télécom por 18.200 millones de euros, una gota en el mar si se compara con los 200.000 millones de emisiones que realizaron las firmas del sector.
Pero lo peor estaba por llegar. En 2002, el sector de las telecomunicaciones tuvo una nueva plaga bíblica: las depreciaciones. Las macrocompras que se realizaron durante 1999 y 2000 (Orange por France Télécom, Mannesmann y J-Phone por Vodafone, E-Plus por KPN, VoiceStream por Deutsche Telekom, Viag por British Telecom) en pleno boom del sector, con las acciones de las compañías tecnológicas hinchadas como globos, han pasado factura a sus atrevidos compradores, que han visto cómo el valor de sus flamantes adquisiciones se reducía a menos de la mitad. Las compañías no han tenido más remedio que reconocer en sus balances esta depreciación realizando provisiones que, aunque sean apuntes contables y no supongan nuevos desembolsos en efectivo, sí han lastrado la cuenta de resultados con pérdidas multimillonarias.
La amortización de su fondo de comercio (la diferencia entre el importe pagado por una adquisición y su valor en libros) ha comenzado a lastrar los resultados de las compañías en 2001 y amenaza con prolongar su maléfica influencia durante años. No en vano las compañías de telecomunicaciones han tenido que realizar provisiones contra su cuenta de resultados por más de 150.000 millones de euros.
El atribulado presidente de France Télécom (FT), Michel Bonn, que atesora el dudoso mérito de haber convertido a la operadora en la más endeudada de Europa, reconoció que deberá realizar una provisión de 12.000 millones de euros como consecuencia de la depreciación de la compañía de cable NTL y de MobilCom, la operadora móvil alemana. La compañía semipública gala gastó 60.000 millones de euros en una riada de adquisiciones. La perla de esa cartera de compras fue Orange, por la que en mayo de 2000 pagó 42.000 millones de euros, 7.000 millones más que su valor bursátil actual.
KPN, la operadora holandesa con la que quiso fusionarse Telefónica hace poco menos de dos años, ha tenido que provisionar 12.400 millones de euros por la pérdida de valor de E-Plus, la tercera compañía de móviles de Alemania, por cuyo 77% pagó 18.700 millones de euros en 1999.
El mal de las depreciaciones condujo a Telecom Italia a registrar en 2001 sus primeras pérdidas en 20 años, como consecuencia de la devaluación de las adquisiciones realizadas por los anteriores propietarios del grupo y, entre ellas, las de Globo.com y Seat (páginas amarillas). La compañía ha reducido la valoración global de sus propiedades en 3.800 millones de euros.
Otro tanto le ha ocurrido a Deutsche Telekom, cuya vocación por amortizar cuanto antes las inversiones en las licencias de UMTS y las maniobras contables para ajustar el valor de sus adquisiciones pasadas (VoiceStream) al precio actual le hizo arrojar unas pérdidas de 3.500 millones de euros el año pasado, los primeros números rojos desde que saliera a Bolsa, en 1996.
Incluso Vodafone, el mayor operador mundial de móviles, que parecía poder engullir cualquier compañía sin que se resintiera excesivamente su cuenta de resultados, ha tenido que hincar la rodilla y provisionar, por primera vez, 6.700 millones de libras (10.787 millones de euros) por sus devaluadas inversiones, en el primer semestre fiscal, en el que perdió 9.740 millones de libras (13.700 millones de euros), que pueden multiplicarse por dos cuando se cierre el ejercicio el 31 de marzo. El gigante británico que preside Chirs Gent ha tenido que provisionar 4.000 millones de libras sólo por la compra de Mannesmann.
La mayor compañía de móviles de Japón, NTT DoCoMo, también tuvo que provisionar 2.500 millones de euros a cuenta de su 15% en KPN Mobile, mientras que British Telecom estimó la devaluación de Viag Interkom en 4.800 millones de euros.
Todos pierden
Si algún consuelo les queda a las operadoras de móviles es que no sólo se han depreciado sus compras. AOL Time Warner y Vivendi Universal, las dos compañías más grandes de medios y entretenimiento, han sufrido su ambición compradora en forma de pérdidas multimillonarias. La estadounidense tuvo que realizar una provisión récord de 50.000 millones de dólares para reflejar la caída de su valor desde que adquiriera Time Warner por 124.000 millones de dólares. Vivendi batió en 2001 todos los récords de pérdidas de una compañía francesa (13.597 millones de euros), al tener que provisionar 15.700 millones de euros por compras como Seagram y Canal Plus.
El problema no son ni siquiera los efectos sobre los actuales resultados, sino que en esas provisiones, salvo con contadas excepciones, como Deutsche Telekom, ninguno de los operadores ha tenido la cautela de provisionar la más que probable pérdida de valor de las licencias de UMTS desde que se lograron las concesiones hace dos años.
Está muy claro que los operadores de telecomunicaciones han sufrido su imprevisión al pagar muy caro por una tecnología que sólo era una pura expectativa. Pero, ¿para cuándo estará disponible la nueva telefonía móvil, la que permitirá aplicaciones como la transmisión de fotografías, el envío de imágenes en directo, pagar una lata de cerveza de una máquina expendedora o utilizar el terminal como una tarjeta de crédito?
Demasiado retraso
El UMTS Forum, un organismo en el que están representados todos los agentes del sector (administraciones, operadores y fabricantes de equipos) ha sido revisando y retrasando durante los dos últimos años las fechas de lanzamiento comercial. Afortunadamente, el último informe, fechado en febrero pasado, no refleja ya ningún retraso adicional, al estimar que 'los problemas técnicos para la disponibilidad de los terminales parece que se han resuelto'. No obstante, el mismo informe precisa que sólo si los niveles de demanda se incrementan y los operadores ganan confianza en la viabilidad comercial de los nuevos servicios se podrá incrementar el ritmo de producción de los nuevos móviles.
Este moderado optimismo se ve contrastado por los recientes anuncios de los grandes del sector. Así, mientras que en Japón ya estarán disponibles en este mismo año servicios de 3G (NTT DoCoMo ya los comercializa a través de Foma), en Europa Occidental todo apunta a que la introducción de los servicios de UMTS comenzará el próximo año, como acaba de anunciar Deutsche Telekom, que domina el mayor mercado de la Unión Europea, aunque aplicaciones como la transmisión de vídeos no se popularizarán hasta 2005. En Estados Unidos, donde se adoptará otro estándar para la telefonía de tercera generación (3G), habrá que esperar hasta 2004 mientras que en los países en vías de desarrollo el nuevo móvil no comenzará a arrancar al menos hasta 2007.
Y aunque el arranque no vaya a demorarse más, lo que sí ha tenido que revisar de nuevo el UMTS Forum son las expectativas de negocio de la telefonía de tercera generación. En su informe de febrero, y debido también a los efectos de los ataques del 11 de septiembre, estima que los ingresos provenientes de los servicios del móviles de tercera generación en todo el mundo se reducirán sobre lo previsto un 17% en 2004, el año en el que se espera la explosión de la facturación de servicios 3G en todo el mundo desarrollado, con una facturación de 45.000 millones de dólares (51.300 millones de euros).
Con todo, el informe sigue destacando que en 2010 la telefonía móvil de tercera generación será uno de los negocios más boyantes y moverá ya una cifra de negocio anual de 367.000 millones de euros, aunque el ingreso mensual por abonado (ARPU) descenderá de los 35 euros actuales a los 23 euros al final de la década. Según ese informe, el número de suscriptores de 3G en 2010 será de 700 millones, un crecimiento espectacular si se compara con los escasos 21 millones que habrá en 2004.
De que se cumplan esas previsiones depende en gran parte la supervivencia de muchos de los fabricantes de equipos que en 2001 sufrieron la crisis con mayor virulencia aún que los operadores.
Pérdidas para los fabricantes
El fabricante sueco de telefonía móvil, Ericsson, obtuvo unas pérdidas operativas de 3.285 millones de euros el año pasado, estrenando los primeros números rojos anuales de la compañía. La lista de desastres es interminable: Lucent perdió 18.470 millones, y la francesa Alcatel tuvo un resultado negativo de 3.117 millones.
La única empresa que se salvó de la quema fue Nokia, el mayor fabricante de móviles del mundo, que finalizó el pasado ejercicio con unos beneficios netos de 2.200 millones de euros, pese a suponer una caída del 44% respecto al año anterior.
La tragedia no sólo se ha cernido sobre los arrepentidos bolsillos de inversores y accionistas, sino que ha dejado un reguero de despidos sin precedentes en cualquier otra industria: Nortel ha anunciado un ajuste de 49.000 empleos; Lucent, 45.000; Motorola, 42.900; Alcatel, 33.000; Ericsson, 22.000, y así una larga lista hasta alcanzar casi los 500.000 empleos en el sector.
La venta de terminales sufre la primera caída de su historia por la saturación
Los fabricantes de teléfonos móviles sufrieron el año pasado su primer revés en ventas desde la invención de los terminales, los famosos ladrillos que aparecieron a principios de la década los 90. La saturación del mercado europeo, la eliminación de las subvenciones por parte de los operadores y la aparición de un creciente mercado negro en los países de desarrollo hicieron que las ventas de terminales cayeran un 3,2%, en 2001 hasta las 399,5 millones de unidades, según datos de la consultora Gartner Dataquest. La industria, cuyas ventas crecieron de media un 60% anual entre 1996 y 2000, se enfrenta ahora a un declive, provocado, en gran medida, por la saturación del mercado y, por el incumplimiento de las expectativas sobre el GPRS, la tecnología intermedia entre el actual GSM, que permite poco más de la transmisión de voz y mensajes cortos, y el UMTS. Aunque siempre hay excepciones, como Nokia. El mayor fabricante del mundo ganó más terreno, hasta controlar el 35% del mercado, frente al 30,6% de 2000. Ericsson experimentó el declive más dramático, con una reducción del 10% al 6,7%. El fabricante sueco ha tenido que unir sus fuerzas a la japonesa Sony, creando una sociedad conjunta que comercializará a partir de ahora los terminales. Motorola defendió su segundo puesto y, a pesar de un mal cuarto trimestre, consiguió terminar el año manteniendo la cuota de mercado en el 14,8%. La alemana Siemens ganó casi un punto porcentual (de 6,5% a 7,4%). Sin embargo, entre las pequeñas, la compañía que registró el aumento más espectacular fue la surcoreana Samsung, que acabó el año con una cuota de mercado del 7,9%, casi tres puntos por encima del ejercicio anterior. Los que sufrieron fueron la francesa Alcatel y la holandesa Philips, que se vieron afectadas por la reducción de las subvenciones para la compra de móvil con tarjeta prepago, los terminales de gama baja y más asequibles de precio.
Telefónica resiste el primer envite
Telefónica fue la operadora europea que mejor se comportó en la crisis. Aunque el beneficio del grupo cayó un 15,9%, en esa disminución apenas pes pesó la depreciación de sus compras. De hecho, su filial de Móviles incrementó un 51,8% su beneficio neto, hasta alcanzar los 893,4 millones de euros. La explicación de este notable incremento está en la fortaleza del negocio en España, en contra de las teorías que preconizaban los analistas (y/o gurús) del sector de la necesidad de expandirse y diversificar riesgos. En efecto, pese al esfuerzo de expansión internacional de Móviles, el negocio en España volvió a ganar peso en los resultados globales del pasado año y ya representa el 68,1% del total de los ingresos (8.411 millones de euros), y el 84,4% del resultado bruto de explotación (Ebidta), que alcanzó los 3.333,7 millones. Sin embargo, la compañía española, que no realizó ninguna adquisición espectacular como sus competidoras europeas (a las que acaba de renunciar expresamente el presidente del grupo, César Alierta) debe enfrentarse a varias espadas de Damócles, que apenas han asomado en las cuentas de 2001. Y es que las nuevas filiales europeas (Alemania, Italia, Austria y Suiza), que apenas tienen actividad comercial, supusieron ya un gasto de 308 millones de euros en las cuentas de 2001. Pero esa cantidad se multiplicará cuando Telefónica tenga que desplegar en los próximos su red de UMTS, que acaba de contratar a Nortel y Ericsson, y, sobre todo, realizar el esfuerzo comercial para abrirse camino en el saturado mercado alemán. Por el momento, en Italia el proyecto de convertirse en un operador móvil está en barbecho, mientras que la operadora no descarta dar el portazo en cualquier momento y abandonar los insignificantes mercados suizo y austríaco, y concentrarse sus esfuerzos en el mercado natural de Hispanoamérica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.