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Reportaje:

Las esperanzas rotas de Rachid

La familia del marroquí que murió asfixiado en una granja pide justicia

F. Javier Barroso

Rachid el Kayati, de 23 años, empaquetó en julio pasado sus esperanzas juveniles de tener una vida mejor en España, las metió en una pequeña patera y con ellas cruzó el estrecho de Gibraltar. Pero sus ilusiones se rompieron definitivamente el pasado martes al morir asfixiado en una nauseabunda fosa séptica de una granja de Navalafuente. Rachid trabajaba en esta explotación ganadera, sin papeles de ningún tipo, desde su llegada a España. Ahora, tras su fallecimiento, la familia pide que se haga justicia y que el propietario de la granja donde Rachid encontró la muerte sea enjuiciado.

Rachid el Kayati nació en Char Megter, en la provincia de Ksar El Kebir, en diciembre de 1978. Era el segundo de 10 hermanos (seis hombres y cuatro mujeres). En julio pasado decidió abandonar sus estudios de Teología en Marruecos para probar suerte en España. Pidió dinero a un hermano suyo, que es militar, para trasladarse a la Península. Su hermano le dejó entonces unos 3.000 euros, con los que pudo pagar su paso en patera. La suerte aún le era favorable: al primer intento, consiguió alcanzar las costas gaditanas sin que lo apresara la Guardia Civil.Su único objetivo era llegar a Madrid, y más concretamente a Miraflores de la Sierra, donde residen seis tíos suyos y numerosos primos. 'Lo pasó muy mal al llegar a España, porque tuvo que ir campo a través para que no le detuviera la policía. Atravesó campos a pie y tuvo que saltar muchas vallas', asegura su primo Mohamed Kaddoura.

'Intentaron borrar las pruebas de su trabajo', dice un primo de la víctima

Cansado de caminar, agotado por el esfuerzo, volvió a tentar a la suerte: compró un billete de autocar para llegar lo antes posible a su destino. Pero la Guardia Civil detuvo el autobús en el que viajaba. Los agentes le descubrieron y le ordenaron bajar. Sin embargo, logró escabullirse. Aprovechando la confusión (otros inmigrantes ilegales habían tomado el mismo autocar), volvió a sentarse y cogió un periódico con el que se tapó la cara. Los guardias se olvidaron de él.

Finalmente, llegó a Miraflores. Sus familiares en este pueblo lo acogieron. Gracias a sus estudios de Teología, pronto se convirtió en el líder religioso del centenar de mulsumanes que vive en esta localidad serrana. 'Era una persona muy amable y simpática, que bromeaba con todo el mundo', recuerdan sus familiares.

El Kayati encontró pronto trabajo en una granja situada a tres kilómetros de Navalafuente y a unos 15 kilómetros de Miraflores de la Sierra. Cobraba 540 euros al mes, pero carecía de contrato, según su primo. 'Sólo tenía un día libre a la semana. Le obligaban, además, a que no se lo cogiera los fines de semana ni cuando coincidiera con los otros dos obreros de la granja', explica Kaddoura. 'Como era el cura de los musulmanes de Miraflores, y el viernes es el día especial de rezos en nuestra religión, dejaba de trabajar la mañana del jueves y regresaba a la granja el viernes por la tarde', añade.

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Rachid vivía en una pequeña construcción situada a la entrada de la granja. Compartía, según su primo, la estancia con otro inmigrante que tampoco había regularizado su situación. Allí comían y dormían. 'El dueño les pagaba el agua y la luz que gastaban', asegura Kaddoura. Pero en la mañana del pasado martes todo cambió. A las 9.55, El Kayati se disponía a inspeccionar un silo de maíz situado en la finca. Por causas desconocidas, cayó en una fosa séptica próxima, de donde fue rescatado por sus propios compañeros, según explicó un portavoz de Emergencias 112.

El joven, a causa de los gases tóxicos que había inhalado, principalmente metano, entró en parada cardiorrespiratoria. Sus compañeros, desesperados, le asistieron en un primer momento. Los facultativos del Servicio de Emergencias y Rescate de la Comunidad de Madrid (Sercam) les daban las instrucciones necesarias a través de un teléfono móvil, mientras un helicóptero del Sercam se dirigía a toda velocidad a intentar salvar la vida del joven marroquí.

Pero, a pesar de todos los esfuerzos, no fue posible evitar su muerte. Media hora después de que los médicos llegasen a la granja, El Kayati, de sólo 23 años y lleno de ilusiones, murió.

Los facultativos tuvieron que administrar oxígeno también a los tres trabajadores de la finca que habían intentado salvar al joven marroquí, entre los que se encontraba el hijo del dueño. Los tres habían resultado intoxicados durante el rescate.

La noticia del fallecimiento de El Kayati llegó pronto a la colonia magrebí de Miraflores de la Sierra. Algunos familiares se desplazaron de inmediato a la granja, donde todavía yacía el cuerpo sin vida del joven. Sin embargo, no pudieron acceder a él hasta que llegó la juez de guardia de Torrelaguna. 'Un familiar del dueño de la explotación nos dijo que se habían llevado el cuerpo al hospital La Paz [en la capital], pero luego nos enteramos de que era mentira. Querían ganar tiempo para borrar todas las huellas que demostraban que mi primo trabajaba en la granja', asegura Mohamed Kaddoura.

Cuando llegó la juez, los familiares le dijeron que El Kayati estaba empleado desde hacía cuatro meses en la granja: 'Sin embargo, el dueño [Ángel M. G.] le dijo a la juez que no le conocía de nada y siguió trabajando sin el menor escrúpulo. Pero la juez se dejó aconsejar y se acercó a la casa donde vivía mi primo', mantiene Kaddoura.

Nada más ocurrir el accidente, el compañero del joven, que también estaba sin papeles, huyó del lugar para que no le tomara declaración la Guardia Civil.

Efectos personales

La juez de guardia pidió entonces la llave de la vivienda donde residía el joven al dueño y éste aseguró que no la tenía, según la versión de la familia. Por ello, la magistrada solicitó un cerrajero, pero su presencia no fue necesaria, ya que una de las ventanas posteriores estaba abierta. 'Se habían llevado casi todos los efectos personales de mi primo, pero yo sabía dónde guardaba algunas fotos y las encontré. La Guardia Civil se quedó con ellas como prueba. También abrimos la habitación donde vivía el otro inmigrante ilegal, Najen. Allí estaban su móvil y varios objetos personales', añade el familiar.

La Guardia Civil busca ahora a este inmigrante. En principio, cree que se encuentra por la zona del Guadarrama. Su testimonio puede resultar esclarecedor, según Kaddoura, para la instrucción del caso, ya que demostrará 'la ilegalidad que cometía el dueño de la finca'. 'Siempre contrataba a inmigrantes sin papeles, porque así les pagaba menos', afirma.

El cadáver de El Kayati fue trasladado al depósito de Colmenar Viejo, donde se le practicó la autopsia. La familia pagó 3.000 euros por repatriarlo a Tánger. 'Su madre está tomando tranquilizantes, ya que el golpe ha sido muy duro. Nada volverá a ser igual', explica el primo.

'Ahora sólo esperamos que la justicia haga su trabajo y que se acaben todos los abusos y arbitrariedades que cometen muchos empresarios con pobres inmigrantes que vienen buscando una vida digna. Aunque no tengan sus papeles, tienen unos derechos como los demás', concluye. EL PAÍS se puso en contacto con el dueño de la explotación ganadera, Ángel M. G., para obtener su versión de los hechos. 'La familia de El Kayati ha mentido mucho, pero yo no voy a hablar porque la juez ha decretado el secreto del sumario. Sólo hablaré ante ella', se limitó a decir.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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