Sigan el ejemplo de Sadat
Cuando el actual presidente de Egipto, Hosni Mubarak, visitó Washington la semana pasada, aprovechó su conferencia de prensa en la Casa Blanca para destacar qué novedades aporta el plan de paz presentado por el príncipe heredero saudí, Abdalá. 'Ésta es la primera vez en la historia de Arabia Saudí en la que manifiesta su disposición a normalizar las relaciones con Israel, si la paz prevalece', comentó Mubarak. 'Debemos resaltarlo'.
Mubarak señaló con énfasis que el dirigente de Arabia Saudí, país en el que nació el islam, dijo en inglés y en árabe ante su propia prensa que está dispuesto, a cambio de la retirada total de Israel, a establecer 'relaciones diplomáticas plenas' con el Estado israelí -es decir, que incluye comercio, turismo y embajadas-, y que esto es sorprendente y es lo que ha causado tanto revuelo.
Si Abdalá permite que su iniciativa se modere, será señal de que no son sólo los palestinos los que no pueden lograr la paz con Israel, tampoco los árabes
Pero, ¿adoptará la Liga Árabe la fórmula de Abdalá? El pasado fin de semana, los ministros de Asuntos Exteriores se reunieron en El Cairo (Egipto) para preparar la cumbre árabe de los días 27 y 28 de marzo, donde la propuesta de Abdalá será debatida. En El Cairo se le preguntó al ministro de Asuntos Exteriores saudí, Saud al Faisal, sobre la propuesta de Abdalá. Respondió que, a cambio de la retirada de Israel a las fronteras anteriores a 1967 y de la creación de un Estado palestino con Jerusalén como capital, la Liga Árabe ofrecería a Israel 'la paz definitiva'.
Sus palabras chirriaron en mis oídos. '¿Puede decirlo otra vez? ¿Paz definitiva?'. Las palabras son ahora muy importantes. La 'paz definitiva' no es lo que ofreció Abdalá. Él habló de 'normalizar unas relaciones diplomáticas plenas', y hay una diferencia. Pregunte a Mubarak. Siria podría mantener una 'paz definitiva' y no establecer ningún tipo de relaciones. ¿Van los saudíes a matizar a la baja sus pretensiones? No está claro.
Lo que sí está claro es que se ha iniciado un pulso en la Liga Árabe entre Siria, que trata de echar abajo la iniciativa de Abdalá, y Arabia Saudí, con su propuesta de 'normalización', que realizó durante una entrevista y no consultó a nadie. Porque si Abdalá quería mejorar las relaciones diplomáticas o pretendía plantear un avance real, sabía que debía utilizar un término psicológico -como 'normalización'- para obtener cualquier movimiento. Al hacerlo, ve ahora que los conservadores de dentro y del exterior intentan rebajar su propuesta antes de que se someta a votación en la cumbre. ¿Les permitirá hacerlo?
Se plantea actualmente un pulso entre tres diferentes puntos de vista: el primero es el de Osama Bin Laden. En su opinión, no tiene que haber un Estado para los judíos ni para otros infieles, en particular para los americanos, en el mundo musulmán.
El segundo es el de los sirios, que quieren demostrar que pueden obtener mucho más de Israel de lo que logró Anuar el Sadat y ofrecer menos a cambio, como la no normalización de relaciones, comercio o turismo.
El tercer punto de vista, el adoptado por Egipto y Jordania y aludido por Abdalá, es que la única vía para alcanzar la paz es la retirada real de Israel y el reconocimiento de este país como Estado de los judíos en la región. Ello implica utilizar el término 'normalización de relaciones'.
Es un conflicto importante, ya que va más allá de las relaciones diplomáticas o de una propuesta de paz. Porque lo que se plantea es qué tendencia va a dominar la política de los árabes. Si Abdalá permite que su iniciativa se modere, será señal de que no sólo son los palestinos los que no pueden lograr una paz real con Israel, sino que tampoco los árabes pueden conseguirlo. Es decir, el rechazo a aceptar que haya un Estado judío en Oriente Próximo es posible -incluso si Israel aceptase todos los requerimientos de los árabes-. Para el mundo árabe, esto implicaría que Bin Laden y Siria llevan la voz cantante y que el pasado de los árabes seguirá hipotecando el futuro de los árabes.
Respetar el pluralismo
La principal cuestión que se plantea antes de la cumbre árabe es la siguiente: ¿pueden responder los árabes a Bin Laden manteniendo un punto de vista diferente? ¿Puede el mundo árabe musulmán mostrar la buena voluntad de vivir en pluralismo con un Estado judío y respetar sus fronteras? ¿O debe quedar el área libre de infieles? Una Liga Árabe que no pueda vivir en el pluralismo de los pueblos no puede tampoco vivir en el pluralismo de las ideas. Y si no puede vivir en el pluralismo de las ideas, no podrá desarrollarse y permanecerá, en algunos aspectos, aislada de Occidente y de Israel.
Israel deberá cumplir con su parte, la retirada a las fronteras anteriores a 1967. Pero ha llegado el momento de que la Liga Árabe sea realista: Anuar el Sadat también exigió la retirada. La razón de que lo hiciera no fue por la exigencia en sí misma, sino por el planteamiento psicológico de que era él quien ofrecía primero. La razón por la que la iniciativa de Abdalá atormenta a algunos israelíes es porque ofrece la 'normalización plena'. Hace falta trabajarlo más. Si, a pesar de todo, es rechazada por la Liga Árabe, esta experiencia quedará en el recuerdo como un esfuerzo estéril. Permanezcamos atentos.
© The New York Times
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