Objetivo: la victoria militar
Hablemos claro desde el principio. Israel no está comprometido en una guerra contra el terrorismo. Sí es cierto que hay atentados terroristas cometidos por los palestinos (aunque son insignificantes si los comparamos con el terrorismo de Estado que Israel ha desatado contra ellos durante la última semana). Pero estamos ante la lucha de una superpotencia regional que se beneficia del apoyo acrítico y del armamento estadounidense, encaminada a consolidar 35 años de ocupación contra un pueblo que lucha en una guerra por su independencia y para conseguir lo que los demás disfrutamos: autodeterminación, libertad, identidad, un país.
¡Un momento! ¿No negoció Israel la paz con los palestinos? ¿No hizo Barak una oferta generosa al conceder el 95% de los territorios ocupados, y obtuvo como respuesta la violencia palestina, en forma de Intifada? ¿No perdieron los palestinos entonces una oportunidad histórica?
Mientras que el Congreso de EE UU apoye a Israel y Europa no quiera adoptar una política propia, hay pocas esperanzas de que se alcance una paz justa
Enclave aislado
La única salida posible de las negociaciones de Oslo habría sido un Estado palestino que hubiera supuesto no mucho más que un enclave aislado, rodeado completamente por Israel.
¿Por qué, entonces, Israel no se anexionó los territorios ocupados? Porque esto incluía un enorme problema, difícil de digerir: los 3.200.000 palestinos residentes en Cisjordania y Gaza. Si se anexiona el territorio y les da la ciudadanía, Israel hubiera dejado de ser un Estado hebreo. Si realiza la anexión y no les concede la ciudadanía, se hubiera convertido en un régimen de apartheid. Entonces, ¿qué solución hay? ¿Cómo se controla el territorio a la vez que se desentiende de la población?
Netanyahu lo expresó mucho mejor: 'Autonomía plus-independencia minus'. Sólo si se puede forzar a los palestinos a que acepten un mini Estado no viable, semisoberano en partes de Cisjordania y Gaza, podría Israel mantener el control, pero sin ser forzado, e incorporar a la población palestina. Una ocupación por consenso.
Supongamos que los palestinos consienten. En este supuesto se darán cuenta enseguida de que en esta matriz de control, que Israel les ha impuesto, podrían recibir entre el 85% y el 95% de territorio, y, sin embargo, no disfrutar de continuidad territorial, control de las fronteras y posibilidad de desarrollar una economía, necesaria para una verdadera independencia. Ésta fue la razón del fracaso de las conversaciones de Camp David en el verano de 2000 y el estallido de la Intifada en septiembre de ese año. Barak efectuó una oferta de tómalo o déjalo que los palestinos, aspirando a un Estado efectivo y no a uno de tipo bantustán, tuvieron que rechazar.
Israel cambió su estrategia a partir de la Intifada; ésta fue tanto un aviso popular a Arafat para que no firmara lo negociado en Camp David como una reacción a las tremendas presiones israelíes y estadounidenses. En lugar de tratar de imponer un mini Estado por medio de la negociación y la presión, se utilizaría la fuerza militar de forma masiva para someter a los palestinos. Y éste es el programa que une en una amplia coalición al Gobierno de Unidad Nacional de Israel, incluido el Partido Laborista de Peres.
Tras coordinarse con la Administración de Bush, Sharon puso en marcha una estrategia de varios filos para obligar a los palestinos, como él mismo dijo, a 'rendirse'. Combina acciones militares masivas con una campaña de desgaste: destrucción de las infraestructuras; expropiación de tierras y demolición de casas; estrangulamiento económico; asedio de ciudades y pueblos, toques de queda prolongados; restricciones severas a la libertad de movimientos y una guerra sucia, empleando a colaboracionistas y unidades militares de élite camufladas. También, la deslegitimación de la Autoridad Palestina. Desde el 11 de septiembre, el Gobierno israelí trabaja incansablemente para que aquélla sea considerada como parte del terrorismo mundial. Sharon ha llamado a Arafat 'nuestro Bin Laden'.
Ésta es la razón de que los ataques de Israel contra los palestinos, pobremente armados, sean tan fieros: la voluntad palestina de combatir tiene que ser doblegada, y pronto. Existe un creciente temor en EE UU de que las acciones de Israel puedan perjudicar la capacidad norteamericana de integrar en la coalición contra el terrorismo a los Estados musulmanes. Más de 1.200 palestinos han resultado muertos en los últimos 17 meses y varias docenas en estos días, y unos 20.000 heridos. Incluso, mientras escribo este artículo, Israel ha invadido la ciudad palestina de Ramala con 120 carros de combate y numerosos bombardeos. Los ataques de Israel a los campos de refugiados han sido especialmente trágicos. Son personas hacia las que Israel, que ha confiscado sus tierras y casas, no tiene una responsabilidad especial. Los muertos israelíes a consecuencia de los ataques palestinos -más de 350 desde que se inició la Intifada- se deberían ver como víctimas de la nula voluntad de Israel a entenderse con ellos, no meramente como terrorismo.
Asustados y deprimidos
¿Qué dice la opinión pública israelí de todo esto? Está asustada y deprimida. Saben que la estrategia de Sharon de emplear la fuerza militar no conducirá a la victoria, pero nadie apunta soluciones al margen del conflicto. Mientras tanto, ha asumido el punto de vista Sharon-Peres de que ésta es una guerra contra el terrorismo y ve en la violencia -que percibe como de-fensa- la única alternativa. Aunque se escuchan algunas voces que disienten, sobre todo los reservistas que rehúsan servir en los territorios ocupados, el 46% de los israelíes aboga por el traslado de los palestinos fuera del país.
Sharon cree que una victoria militar es necesaria antes de que los palestinos cedan a los dictados israelíes y acepten un mini Estado. La opinión pública israelí es escéptica, pero asiente ante la falta de alternativas. La comunidad internacional también está en esa posición. Mientras que el Congreso de EE UU apoye a Israel incondicionalmente y Europa no quiera adoptar una política propia, hay pocas esperanzas de que se alcance una paz justa. En el entretanto, todos sufrimos.
La cifra de bajas israelíes multiplica la que forzó la retirada de Líbano
SI ALGO PUEDE CAMBIAR el curso de esta guerra es el alto precio en vidas humanas que está pagando el Estado de Israel. En 1999, ése fue, precisamente, el elemento determinante de la decisión adoptada por el Gobierno de retirarse de Líbano. Y eso que la cifra de bajas no era demasiado espectacular si se compara con las que arroja cada día de la segunda Intifada: unos 30 soldados del Tsahal muertos como media en cada uno de los 18 años de ocupación de una franja fronteriza. La penetración en Líbano pretendía precisamente proteger de los ataques de la guerrilla de Hezbolá al Norte de Israel. Cuando el costo se hizo demasiado alto, se optó por la retirada y por otras fórmulas de defensa. La revuelta iniciada en septiembre de 2000 se había cobrado ya, hasta el pasado jueves, cerca de 1.200 vidas entre los palestinos, y unas 350 en el bando israelí. La primera cifra (que incluye a 13 árabes israelíes) es espantosa, pero no ha quebrado en lo más mínimo la voluntad de lucha del bando teóricamente más débil en este conflicto. En los últimos 17 meses, se han producido más de 40 ataques suicidas, el arma sin duda más efectiva para quienes no tienen capacidad militar suficiente para tratar de tú a tú a la máquina de guerra israelí. Centenares de soldados de la yihad esperan su turno para inmolarse. La cifra de bajas en el bando israelí (que incluye a cuatro militares no judíos, tres trabajadores extranjeros y un monje griego), pese a ser muy inferior a la del enemigo, está tocando en la línea de flotación o de resistencia de una sociedad en la que se valoran las vidas propias tanto como se desprecian las de los palestinos. Incluso el movimiento por la paz, inactivo tras el rechazo palestino a la mejor oferta que Israel podía hacer (la de Ehud Barak en el año 2000), ha vuelto a cobrar fuerza, y pide la retirada unilateral de los territorios ocupados. El cambio de actitud se manifiesta también en el aumento de los reservistas judíos que se niegan a prestar servicio en Cisjordania y Gaza. El último mes ha sido especialmente sangriento: 237 palestinos y 74 israelíes (entre ellos 29 soldados) muertos. Y en Israel son cada vez más numerosas las voces que gritan !basta!
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