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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Oposición silenciosa

Josep Ramoneda

LA ALTERNATIVA no existe o no sabe hacerse oír? El Partido Popular no ve a nadie que le plante cara y exhibe la arrogancia de la mayoría absoluta, incluso una persona moderada como Rajoy entra en la vía de la befa y el insulto. Hay, sin embargo, temas en que el silencio de la oposición se hace clamoroso. Hemos estado en días de cumbre, Aznar preside la Unión Europea. ¿Por qué nadie le ha preguntado qué está haciendo para acabar con los crímenes de Ariel Sharon? Ni fanatismo ni psicopatología, Ariel Sharon tiene muy claros sus objetivos: reducir a la nada la resistencia palestina para que cualquier negociación sea una simple imposición por su parte. Estados Unidos deja hacer. Aznar, también. ¿No hay aquí espacio para que los socialistas desarrollen un discurso y una posición propias? Silencio. El genocidio nazi forma parte para siempre de la historia del horror absoluto. El antisemitismo ha sido siempre preludio de lo peor. Pero ver cómo Israel marca y separa a los palestinos como los nazis hicieron con los judíos obliga a recordar que la condición de víctima no da derecho a la impunidad. Y que en nombre del terrible calvario que ellos pasaron hay que exigirles que detengan la espiral de destrucción. Los dirigentes europeos -como tantos alemanes ayer al paso de las caravanas de judíos- miran a otra parte. Aznar, entre ellos. ¿No tienen los socialistas nada que decir?

Aznar se suma a Berlusconi y a Blair para tirar la piel europea hacia el lado americano, aun a riesgo de que se desgarre y se produzca la fractura social que Europa siempre había conseguido evitar. ¿No hay en España una oposición capaz de defender que frente al modelo norteamericano hay un modelo europeo basado en la solidaridad y la cohesión social? Cuando se toma un modelo hay que advertir a la población: los modelos siempre vienen enteros, con lo bueno y con lo malo. El modelo de Estados Unidos quiere decir competitividad y producción de riqueza, pero también quiere decir mayor desigualdad -algunos barrios de las grandes capitales americanas tienen la esperanza de vida de Bangladesh-, una superpoblación penitenciaria, el desprecio de los perdedores, la inseguridad creciente. Todo ello nos está llegando poco a poco, a medida que Europa se va poniendo a la sombra del modelo norteamericano. Y cada vez son menos las fuerzas que se oponen a este desplazamiento, como si las especificidades europeas no merecieran ser defendidas. ¿Acaso Europa no conoció en las tres décadas gloriosas unos niveles de igualdad y equilibrio social jamás conocidos? ¿No es esto lo que la izquierda debería defender? ¿No es esto lo que debería distinguirla de la derecha?

El imán de la mayoría absoluta puede con todo y la oposición parece ser la primera que se siente atraída por él. Es cierto que el hombre tiende a aprender por mimetismo. Pero el mimetismo del ganador no ha sido nunca una garantía de éxito para quien tiene que aparecer como alternativa. La política exterior -de Oriente Próximo al futuro de Europa- ofrece una gran oportunidad para demostrar que, en contra de una opinión cada vez más extendida, no todos son iguales. ¿Por qué el líder de la oposición no está interpelando cada día a Aznar por su olímpico desdén por la cuestión palestina? ¿Por qué no explica a la ciudadanía que hay otra Europa posible?

El Gobierno se ha apoderado del centro del campo, y cuando la oposición se mueve responde con el principio de que la mejor defensa es un ataque. La oposición ni consigue robar balones presionando en la zona media ni consigue lanzar contraataques para pillar en falso a la defensa adelantada de un Gobierno que se siente sobrado. El resultado es que, pese a tantos lunares, el Gobierno sigue teniendo la iniciativa política. Y la tendrá hasta en casos en que las posiciones deberían ser tan diáfanamente diferentes, como en la dejación de responsabilidades de Aznar, como presidente de la Unión Europea, en Palestina, o como el papel de caballo de Troya de los estadounidenses que tan sumisamente ejerce el presidente en Europa, Zapatero opta por pasar inadvertido.

Para ser tranquila una oposición necesita la fuerza de las ideas. Si a la buenas maneras no les acompaña la firmeza de contenidos, de nada sirven. Y, sin embargo, hay muchas ideas alternativas flotando que sólo piden un actor político que las recoja, las organice y las defienda. En un momento en que los vientos pueden volver a soplar a favor de la izquierda, porque ni siquiera Blair y Aznar podrán evitar las tensiones entre Europa y Estados Unidos si Bush sigue por la vía de la escalada militar sin límites.

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