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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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Educación y propaganda

LAS CONTROLADAS FILTRACIONES oficiosas de las últimas semanas sobre el proyecto gubernamental de reforma de la enseñanza no universitaria prepararon el terreno a la presentación el pasado lunes por Pilar del Castillo del Documento de Bases para una Ley de Calidad de la Educación. Tras las superfluas descortesías inferidas a la comunidad académica y a la oposición parlamentaria por la tramitación veraniega a uña de caballo de la Ley Orgánica de Universidades (LOU), la ministra de Educación, Cultura y Deporte ha decidido aplicar a la Ley de Calidad de la Educación (LCE) procedimientos menos opacos y no tan precipitados, aunque no necesariamente más leales en términos políticos: el embellecimiento de la posición propia y la desfiguración de la opinión ajena son armas propagandísticas ajenas a un debate democrático digno de ese nombre.

El 'Documento de Bases para una Ley de Calidad de la Educación', presentado esta semana por el Gobierno, trata de sustituir el rigor de un Libro Blanco por las promesas de un folleto publicitario.

Dadas las costosas implicaciones de cualquier cambio que se pretenda introducir en la enseñanza no universitaria española (casi siete millones de alumnos, 530.000 profesores y 21.000 centros docentes públicos, concertados y privados), era indispensable la elaboración por el Gobierno de un Libro Blanco capaz de justificar una nueva reforma sólo 12 años después de la aprobación de la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE). Pero el Documento de Bases, lejos de constituir siquiera un borrador de Libro Blanco, es un conjunto de voluntariosas obviedades, a medio camino entre la Exposición de Motivos de la futura LCE y un folleto publicitario en colores. Ese modesto texto fabricado para vestir el muñeco imputa todos los males imaginables de la enseñanza española (reales, exagerados o inventados) al infierno socialista y anuncia el advenimiento del paraíso educativo gracias a la LCE.

Pese a la mezquindad del Gobierno del PP con sus predecesores en el poder, el Documento de Bases reconoce a regañadientes los logros heredados del PSOE: la enseñanza 'se ha hecho obligatoria y gratuita hasta una cierta edad' y la igualdad de oportunidades educativas 'ha sido establecida y garantizada por la ley'. Y aunque el PP trate de poner sordina al generalizado descontento reinante en la Unión Europea con los sistemas educativos de casi todos sus miembros, las semejanzas entre los análisis de los expertos españoles y los diagnósticos de sus colegas de otros países avanzados resultan a veces sorprendentes.

La separación de itinerarios para los alumnos de la enseñanza secundaria obligatoria a partir de los 14 años, la desaparición de la promoción automática, las modalidades del bachillerato, la prueba de reválida y el reforzamiento del principio de autoridad en las aulas son las principales reformas anunciadas por la LCE. El debate parlamentario del proyecto de ley permitirá escuchar los argumentos a favor y en contra de esas propuestas, incluidas las opiniones de unos y de otros sobre los eventuales efectos perversos y las consecuencias imprevistas o indeseables de la nueva reforma; en cualquier caso, la escandalera publicitaria organizada por el Gobierno en torno a la LCE no está justificada ni por la ambición de sus metas educativas ni por la audacia de los procedimientos ideados para alcanzarlas.

Así, carece de sentido contraponer la universalización de la educación básica de la etapa socialista- tratada con el indulgente menosprecio que los aristocráticos cultivadores de la excelencia suelen reservar a la cantidad- con la deseable mejora de la calidad de un sistema educativo comprometido irreversiblemente con la igualdad democrática. La exhortación milagrera del PP a la cultura del esfuerzo -frente a la cultura de la indolencia o del instruir deleitando supuestamente patrocinada por el PSOE-es una huera fórmula retórica digna de ser aplicada a Johann Muehlegg; los objetivos de la revolución pedagógica propuesta por el Documento de Bases del Gobierno parecen limitarse al deseo de actualizar para la sociedad del conocimiento y de la informática (merecedora, eso sí, de un respetuoso sombrerazo) el ideal educativo del Manual del Buen Juanito: la forja de 'hábitos de estudio, respeto y disciplina' del alumno al servicio de su 'desarrollo personal'.

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