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Crítica:'En la habitación' | ESTRENO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El delicado roce de la verdad

Se han entrometido en el umbral del hueco y divertido relumbrón del tío Oscar, que este año se presentaba cortito y mal alimentado de calidades artísticas, dos filmes de gran calado, que hay que meter dentro del ralo ramillete de la obras excepcionales, magistrales, con toda la pinta de cine no perecedero, nacidas para siempre el año pasado. Una es el alarde de indomable sabiduría fílmica y humana del Gosford Park, de Robert Altman, y otra la sacudida de inteligencia de En la habitación, cine armado con taladros capaces de remover el fondo indescifrable de los comportamientos de la gente común cuando es alterada y herida por vivencias no comunes.

Es En la habitación cine empujado por una suave, pero secretamente violenta, ambición de conocimiento; cine hecho con jirones arrancados de la vida e iluminado por hambre de entendimiento. Es una pausada pero enérgica incursión en la opaca trastienda del grito callado, sumergido en el silencio del dolor humano que se aprieta en su brote más devastador, el de la muerte súbita del hijo. Y es cine tocado por el delicadísimo tacto del roce de la verdad, lo que le da intensidad moral y emocional de arte adulto y poder indagador con capacidad para desvelar qué enigmas flotan más allá de la esquina del desasosiego y la desesperanza.

EN LA HABITACIÓN

Dirección: Todd Field. Guión: Field y Rob Festinger, según el relato de André Dubus. Intérpretes: Sissy Spacek, Tom Wilkinson, Marisa Tomei, Nick Stahl, William Mapother, William Wise. Género: drama. EE UU, 2001. Duración: 130 minutos.

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Sissy Spacek asegura que 'En la habitación' le hizo entrar en los lugares más oscuros de su mente

Procede En la habitación, como Gosford Park, de la austera escuela del cine independiente estadounidense, y esto marca gloriosamente su estilo, el de un cine libre, sin ataduras, hecho de espaldas a Hollywood, y cuya estrechez o justeza de medios le hace experto en fértiles ecuaciones expresivas y en esponjosos afinamientos del instinto de síntesis y del olfato para ir al grano. La conmovedora película fue arrancada del silencio por los rastreadores de imágenes del Festival de Sundance. Está escrita y ha sido dirigida por un debutante de rotunda inteligencia, Todd Fiel, fotógrafo y actor, que abre aquí de golpe su íntima caja de Pandora y deja que brote en tumulto de ella el humo de un cineasta genuino que renuncia a su autoría y la cede a las manos y los rostros de quienes hacen con él una piña creadora cerrada sobre sí misma.

El prodigioso guión procede de un relato de André Dubus y está escrito con trazo exacto y enérgico por el propio Field y Rob Festinger, que hacen prodigios de orfebrería cinematográfica en la talla de los diálogos y en la construcción de un dispositivo trágico -pues hay teatralidad fílmica viva, dominio visual de los pliegues del subtexto, en la elaboración del texto a través de juegos de gran finura en réplicas y contrarréplicas, tanto visuales como habladas- hecho a la medida de un conjunto de maravillosos intérpretes, a los que el director y el escritor van cediendo paulatinamente, en levísimas pinceladas de escenas funcionales que abren y esclarecen progresivamente su identidad, las riendas de un ritual de enorme, tremenda fuerza oculta, con superficie lisa encubridora de un subterráneo rugoso y torturado, que permite a Sissy Spacek, Tom Wilkinson y Marisa Tomei dar, con gradualidad perfecta, la medida de la hondura y anchura de su genio.

Y ahondan -mucho más adentro que Nanni Moretti en la La habitación del hijo- en el áspero revés de los pliegues y repliegues de esa bestial reducción a monstruo, a gélido e indiferente generador de dolor ajeno, a que el dolor propio somete a la persona herida por el infortunio. Nada hay más enbrutecedor y envilecedor que el dolor; y En la habitación es un magnánimo vuelo, atestado de ideas, dentro de esa maligna y turbadora tormenta del espíritu.

'Lo más importante es poner el despertador bien temprano'

Es una vida de lo más normal. Desde que comenzaron los colegios, lo más importante es poner el despertador bien temprano para levantarme a preparar el desayuno y los almuerzos para el colegio, hacer las camas y llevar a mi hija a la escuela. Eso me deja libre hasta las tres y cuarto, y, como todo el mundo, dedico mi atención primero a las cosas menos importantes', cuenta Sissy Spacek cuando se le pregunta cómo es una jornada normal en su vida. Y continúa: 'Luego viene mi café con mis amigas, uno de estos modernos, pero no deja de ser como el que se tomaba mi madre al dejarnos en el colegio, y nuestros paseos de peso, como los llamamos. Siempre resolviendo el mundo y hablando de cosas, no de gente. Ultimo mis últimos quehaceres y preparo la cena antes de recoger a mi hija, y es tiempo para hacer los deberes. Supongo que tengo los parámetros confundidos pero me encanta la casa, regar mis flores, barrer mi porche y ahuecar las camas. Que conste que nadie hace las camas como yo. Vete a saber por qué, pero soy una verdadera ama de casa. Recuerdo que en una ocasión mi madre me dijo algo, yo era una cría y le respondí diciendo algo así como 'dices eso porque tú nunca has tenido una carrera', a lo que ella replicó, 'cariño, claro que tengo una carrera. Soy ama de casa'. Ahora yo he tenido la bendición de contar con una carrera y tener también una vida normal'.

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