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Reportaje:

Del frigorífico al cementerio

La justicia francesa ordena interrumpir la congelación de dos cadáveres

Un amor que trasciende la muerte. Eso es lo que el doctor Raymond Martinot decía sentir por su compañera, Monique, muerta hace 18 años y desde entonces congelada en el castillo que les había servido de domicilio común. Raymond, médico y gran lector de Julio Verne, confiaba en los progresos de la ciencia para un día poder resucitar a Monique o, si los avances científicos eran más lentos de lo que esperaba, entonces serían los dos los que volverían al mundo de los vivos tras salir de sus neveras a 65º bajo cero. Raymond había dejado a su hijo Rémi la responsabilidad de congelarle, convencido de que con él sucedería lo mismo que ocurrió en 1984 con Monique, cuando el prefecto (gobernador) de la región aceptó que ella fuese inhumada en la cripta del castillo de Preuil, cerca de la villa de Saumur. Pero ahora el doctor ya sabía que no era necesaria una temperatura tan baja, que a 55 grados bajo cero y tras las inyecciones de productos conservantes, el cuerpo humano puede conservarse sin problema.

El doctor Martinot, admirador de Julio Verne, preparó una cripta a 65º bajo cero para él y su compañera

El actual prefecto no ha sido de la misma opinión que el de 1984. 'Si aceptamos ideas tan insensatas, acabaremos por encontrarnos con neveras con cadáveres en cualquier piso', dice. No es ésa la opinión de Rémi y de su abogado: 'En un régimen democrático, todo lo que no está prohibido queda autorizado'. Y el prefecto admite que existe un vacío legal respecto a la conservación del cuerpo de personas muertas. 'Si alguien puede asegurar que la nevera permanecerá siempre en marcha y conectada....', comenta escéptico el prefecto. El abogado de la familia hizo ante el tribunal una larga exposición de sus argumentos y de los de sus clientes, que pueden resumirse en una frase contundente: 'No hay progreso científico sin científicos que se atrevan a salir de los caminos trillados'. Y Martinot, con su ataúd especial, refrigerado alternativamente por dos motores y siempre con un tercero dispuesto al lado de los que funcionaban para sucederles en caso de avería simultánea y catastrófica, quería recorrer esos caminos de resurrección.

Los tribunales han tenido que decidir sobre el destino del cuerpo de Raymond, pero también sobre el de Monique. Y el juez Roger Mondonneix ha autorizado a la prefectura dar por finalizada la historia de amor bajo cero, ordenando que los fallecidos sean enterrados o incinerados y declarando que 'el prefecto tiene derecho a utilizar la fuerza pública para ejecutar la presente sentencia'. Eso sí, el juez sigue aceptando que los esposos descansen en paz en su castillo, siempre y cuando el informe de un hidrólogo no revele peligro de contaminación para las aguas subterráneas. Lo suyo no es la literatura de anticipación, sino la prosa jurídico-administrativa.

Rémy Martinot y su abogado han anunciado que piensan presentar recurso. 'Hemos perdido una batalla, pero no la guerra', ha dicho el hijo. 'Si nos obligan a desconectar la nevera, entonces la experiencia futura quedará interrumpida, pero eso no impide que exijamos que se plantee el debate filosófico de fondo', o, lo que es lo mismo, la utopía de Julio Verne contra la justicia del presente. Para el hijo, la historia de sus padres no tiene nada de morboso. 'Durante 18 años no ha habido que abrir el ataúd de acero inoxidable más que en dos ocasiones, la primera, por una avería; la segunda, en el momento de la muerte de mi padre, para poder instalar su cuerpo junto al de ella', precisó.

El doctor Martinot en 1984 ante la cripta donde fue congelado el cadáver de su compañera.
El doctor Martinot en 1984 ante la cripta donde fue congelado el cadáver de su compañera.AFP

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