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Crítica:ÓPERA | 'ELECTRA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ecos de la tragedia

No hay que darle más vueltas. La tragedia griega sigue teniendo hoy la vigencia de siempre, sea en su formato teatral original, sea con el añadido de la impresionante música de Strauss en su lectura psicoanalítica de Electra, sea, poniendo un ejemplo más cercano del mismo mito, con la versión cinematográfica de Angelopoulos en El viaje de los comediantes. La tragedia clásica tiene una dimensión humana imperecedera y, en el caso que nos ocupa, el ritual de la venganza de Electra y Orestes posee una carga dramática que lleva directamente al estremecimiento. No es, pues, tan extraña la sacudida emocional que vivió el público de La Maestranza en el estreno sevillano de la ópera de Strauss. Se mascaba el silencio en la sala durante la representación. Ni una tos, ni un suspiro, ni siquiera el sonido de un teléfono móvil. Una vez más, el público sevillano volvió a dar una lección de comportamiento.

Electra

De Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal, a partir de Sófocles. Con Janice Baird, Renata Scotto, Ana María Sánchez, Angel Ódena, Louis Gentile y otros. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: Stephen Barlow. Director escénico: Nicolas Joel. Escenografía: Hubert Monloup. Iluminación: Vinicio Cheli. Teatro de la Maestranza. Sevilla, 12 de marzo.

¿Correspondió el éxtasis de la sala con el nivel artístico de lo ocurrido en el escenario? Pienso que no. El punto más próximo a la excelencia vino de la actuación de Ana María Sánchez como Crisotemis. Ya había cantado antes el papel en Valencia y Madrid, pero ha sido en Sevilla cuando ha cristalizado definitivamente, construyendo un personaje de una matización admirable desde la voz y de un humanismo sobrecogedor en su despliegue de esperanza y ternura desde la desolación. Renata Scotto prosigue en su identificación straussiana. Su Clitemnestra, presentada por primera vez en Baltimore en 2000, tiene oficio teatral y una sabia utilización de recursos líricos y dramáticos de la mejor ley, pero se percibe todo como demasiado calculado, es decir, no arrebata. Como tampoco arrebata la voluntariosa Janice Baird en el rol que da título a la ópera. La corrección, la solvencia de la soprano dramática son evidentes pero se echa de menos un poco más de variedad expresiva, de pasión, de desbordamiento si se quiere.

A una altura más que notable respondió la Sinfónica de Sevilla (reducida por la insuficiente superficie del foso), a pesar de una lectura sobria, ordenada y bastante descafeinada del director inglés Stephen Barlow, sin la necesaria tensión lírica o dramática en algunas escenas fundamentales. No hubo sobresaltos en la Maestranza y todo se mantuvo en el tono de lo musicalmente correcto. La escena fue austera, con una utilización inteligente de épocas diferentes en los elementos visuales para dar idea de perdurabilidad del mito, y con una acentuación del misterio en clave poética a través de la luz.

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