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Reportaje:

La hermosura triste de Sean Scully

El creador irlandés dice buscar el cielo con una mano en la tierra en un coloquio sobre arte abstracto en el IVAM

Ferran Bono

'¿Y cómo se pueden explicar sus cuadros a los niños?'. La pregunta la formuló un guía museístico al término de la intervención del artista irlandés Sean Scully, que centró la atención del coloquio organizado ayer en el IVAM bajo el título En torno al arte abstracto. Previamente, habían hablado Francisco Jarauta, catedrático de Filosofía y crítico de arte, y Tomás Llorens, conservador jefe de la Fundación Thyssen-Bornemisza y catedrático de Historia del Arte. 'Pues los niños se relacionan directa y fácilmente con mi obra', respondió el artista. Les resulta fácil, 'una raya aquí, otra allá'.

Los niños no tienen ideas preconcebidas sobre la historia del arte, ni prejuicios, ni piensan en si el vídeo es más adecuado que la pintura, 'no están cargados con otras ideas', y tampoco han fijado sus relaciones, ni sus contenidos, por lo tanto, tienen capacidad de generar asociaciones 'libres y abstractas'. Como consecuencia, encuentran un campo abierto para llenar las relaciones provisionales que se establecen en las pinturas de este artista, cuya obra de la década de los noventa se expone en el actualidad en el IVAM. Incluso han llegado a discutir entre ellos sobre una obra en los términos siguientes: 'Eso es mejor porque tiene una ventana'; 'No, no, es mejor cuando no tiene ventana, porque es más libre'.

Lo relató ayer, con su hablar pausado (en castellano), Scully, quien destacó como 'muy positiva' la experiencia que supuso una visita de escolares a su estudio de Nueva York (mantiene otros en Barcelona y Londres).

Claro que los niños no llegan a alcanzar un determinado nivel de la complejidad de la obra, la 'tristeza y melancolía', que es 'otra capa' crucial de su pintura. No en vano, la hermosura es un elemento importante en su producción, pero la 'hermosura no es hermosa, es trágica'. Y 'la tragedia es que no hicimos un mundo hermoso', concluyó Scully, antes de afirmar que su búsqueda artística está vinculada con el patetismo.

En tono siempre reflexivo, como la mayoría de sus obras, el artista irlandés (Dublín, 1944), cuya obra recibe las influencias de Mondrian, Matisse o Rothko, explicó su propósito: 'Quiero llegar al cielo con una mano, pero con la otra en la tierra, porque necesito el color de la tierra'. Su proyecto, en gran parte espiritual, pretende llegar a un punto donde es posible combinar características físicas con ideas y conceptos, envolviéndolos en una obra de arte. Para ello es fundamental el uso del color, y también de la superficie de la pintura, que la diferencia de otras disciplinas como la fotografía, a pesar de que se siente muy atraído por ella. 'La pintura es superficie', aseveró.

'En el fondo, [Scully] es un filósofo', sancionó Jarauta, después de incidir en la ampliación de la paleta de colores del artista en la última década, que ha permitido una mayor dimensión espiritual, al tiempo que se ha pronunciado la sensualidad de su pintura.

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Llorens se centró en la propuesta abierta de la pintura, cuya expresión para representar una presencia va más allá de la propia pintura, más allá de la clausura que implican los movimientos como el minimalismo o el conceptualismo que surgieron justo cuando el artista irlandés iniciaba su trayectoria.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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