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VISTO / OÍDO
Columna
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Los caballeros

El caballero Berlusconi parece un grandísimo sinvergüenza, pero es un error óptico: el caballero es un grandísimo político, con un sentido de la realidad extraordinario y una inteligencia poco común. Su manera de ponerle los cuernos con dos dedos napolitanos a Piqué me produjo tal admiración que todo lo que ha seguido haciendo me parece coherente. Parto de que creo que era ajeno a Piqué, víctima del efecto óptico: creo seriamente que era una tomadura de pelo a la foto de familia de los jefes de Europa, una burla a lo que creen que están haciendo. El camino entre Mussolini y él es mucho más fecundo que el que hay entre Franco y Aznar. Ha dado tiempo a que se caricaturice la historia y que le importe una higa todo lo que no sea el reino de la empresa. El sentido del humor que deja salir lo hace sin ironía, sin hipocresía: es el amo, y ya está. Este otro caballero de aquí viene de un Franco que debió ser socarrón a la gallega, pero lo que dejaba traslucir era la crueldad del monstruo; Aznar, que a veces tiene una sonrisa que le sale falsa y unos chistes que pierden la gracia en el camino que hay entre su boca y el micrófono, no ha dejado suelta la mala sombra. Berlusconi ha superado la burguesía: Aznar está dentro de ella.

Berlusconi está siendo en estos días atacado por los intelectuales italianos. Ah, allí hay intelectuales grandes, de valía: no se han dejado enredar por las trampillas y las pesetejas de los premios. Deben tener otras maneras de ser coherentes con lo que piensan. Aquí los podría haber, por como escriben, pero son ellos los berlusconis de la vida pública, a partir de un error literario: creer que no se advierte. Tienen una ingenuidad y una soberbia que les hace creer que son maestros de la palabra y pueden escribir en doble sentido: en la izquierda para el lector, en la derecha para el dador de recompensas. Pero eso es demasiado difícil, y es una maestría que se puede tener en los tiempos oscuros, pero no para conseguir un sillón en la Academia (¿al lado de quién?). El escrito de los intelectuales italianos rebosa, sobre todo, vergüenza, pudor de sentirse dominados por un trasunto sin gracia de Vittorio de Sica.

No van a conseguir nada. ¿No van a conseguir nada? Sí, claro. Ser personas decentes, hablar a las personas decentes y no dejarlas solas. Pero eso aquí no hay quien se lo haga al caballero Aznar. Le manda a uno a un asilo de perros.

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