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Columna
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12 de marzo de 2004

La España de las oportunidades perdidas se apresta a una rectificación. Nadie escribe a Aznar, que solo se enfrenta, en su soledad, al veredicto de una ciudadanía que le resulta ancha y ajena. Se enfrenta, Aznar, a la amortización de su régimen. Así podría comenzar un relato que inició su andadura el 12 de marzo de 2002, dos días antes de los idus fatídicos. La mediocridad trufada de desdén ha procurado el desinterés cuando no el desprecio de los ciudadanos, dándose la mano, como en los viejos tiempos, con la ignorancia.

Dos años, ahora. Cuatro, mañana. Desaprovechados, aquí y allí, que ahora es común, en la UE. Sin más liderazgo que la negación del otro, primero adversario, cada vez más enemigo. La compraventa, de la noticia a las ideas, como signo de los tiempos. El despilfarro de las oportunidades comunes, de todos, y el acaparamiento del poder, de todos los poderes. Del dinero, de los medios de comunicación, de las representaciones. Más que una democracia, la instauración de un régimen.

Los servicios, fuera de servicio. No se trata de eliminarlos, que ello no sería políticamente correcto. Se trata de dejar que se deterioren, de procurar que funcionen a mínimos, para desesperación de sus servidores y deserción de sus usuarios, que somos todos. Se trata de elevar nuevas murallas a la educación, a la salud, a los servicios sociales, a los transportes. Los funerales no tienen difunto: sólo moribundus.

La inseguridad como horizonte. Inseguridad en la calle, seguridad individual, privada por supuesto. Un hachazo a la convivencia, a la libertad. Trabajo precario, discriminado, y el acecho de la intolerancia entre iguales y diferentes, en beneficio de los mismos de siempre. Todo vale, expresión innoble que escuché como justificación de la maldad, y que ahora se instala como cultura del régimen. Cualquier error, de fuera, producto de conspiraciones, nada que ver con la (in)acción de los gobiernos populares.

Eso sí, ante el adversario, ya enemigo, arrogancia, intransigencia, descalificación, ignorancia o desprecio. Ante los amos, adulación, genuflexiones y complacencias. Así en política exterior como en cooperación para el desarrollo: la voz de su amo de Washington cuando es necesario, y posible, llevar la propia. La mezquindad de los objetivos, y el engallamiento de lo más rancio de una historia maltrecha del pasado reaccionario.

La Constitución como Tablas del Sinaí, ante una sociedad plural, que requiere y exige, nuevas metas. Ante unos pueblos que demandan más cercanía, más autogobierno, la devolución en suma, de sus capacidades de decidir. La respuesta, como neocentralismo anticuado, desconfiado, y agresivo. Fuera de la realidad, como un paréntesis de mediocridad apolillado.

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Y sin embargo están vivas todas las energías que harán posible cambiar esta España triste, embobada y mezquina que nos sirven los voceros del régimen. Primero en los municipios y autonomías en mayo de 2003. Y luego en los idus del PP, en marzo de 2004. La inteligencia de nuestra gente ha dado pruebas suficientes de su capacidad de rectificación; y ahora está en juego.

Ricard Pérez Casado es diputado del PSOE por Valencia.

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