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Reportaje:Aulas

Gitanas de la nueva era

Rafaela Cortés y sus dos hijas reciben formación básica en un centro de adultos de Jaén

Rafaela Cortés Cortés estudia con sus hijas. Tiene 39 años, ocho hijos, vive en Jaén capital y con dos de sus descendientes acude a las clases del centro de adultos de La Magdalena. 'El saber no ocupa lugar, a mi todo esto me encanta, y no hago más cosas porque no tengo tiempo', explicaba ayer por la tarde en una minúscula habitación en la que comparte mesa con el resto de los estudiantes.

Rafaela es de etnia gitana, se casó con 13 años, el primer hijo lo tuvo con 14 y el último hace dos años y medio. Es una de las casi 400 personas que cada día acude a un centro de adultos para aprender a leer, escribir, realizar actividades artesanas o sacarse el carné de conducir. Las mujeres de etnia gitana cada vez acuden en mayor proporción a los centros educativos para suplir su ausencia de las aulas en la infancia.

Sus hijas Rafaela y Eva, de 22 y 20 años respectivamente, miran a su madre sonriendo. La mayor va a clases para obtener el permiso de conducir y la menor quiere sacarse el graduado escolar. 'No nos vamos a parecer a mi madre. Nosotras ya tenemos otra cultura. Fíjate que con la edad que tenemos ni nos hemos casado ni pensamos hacerlo', relató Eva.

Ninguna de las hijas pudo terminar sus estudios en el colegio. La madre es la que trabaja en la casa porque el padre 'está enfermo de los huesos', y ellas tuvieron que quedarse al cuidado de los hermanos menores. Eva hasta el año pasado sólo sabía sumar 'y un poco de resta'. Después de varios meses asistiendo a las clases de este centro de educación de adultos ya sabe multiplicar, dividir, y ha corregido muchas de sus faltas de ortografía.

Encontrar el centro de educación de adultos ha sido para ellas una liberación y un mecanismo de autoconfianza.

En el mismo caso se encuentra Encarna Campos, de 40 años, madre de dos hijas y también de etnia gitana. Ella descubrió el centro de adultos y se ha llevado a sus aulas a la hija mayor para que pueda obtener el permiso de conducir como neolectora. La madre, además da un curso de corte y confección. 'Aprendemos aquí tantas cosas, no sólo a leer, también a relacionarnos con el resto de la gente, a saber lo buenas que son actividades como el caminar o el deporte...'.

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Eva Cortés coincide. Ha aprendido hasta maquillaje y echa de menos algún curso de estética. 'Ahora quiero recuperar todo el tiempo perdido sin ir al colegio'. Encarna aseguró que sintió una 'profunda pena' cuando decidió que sus hijas dejasen de acudir a las clases en el colegio para cuidar de los pequeños, pero ella tenía que ir a vender a los mercadillos 'y no podía hacer otra cosa'.

Los hombres de etnia gitana ya no se oponen a que las mujeres estudien y adquieran cultura, a que salgan de casa y tengan unas actividades propias, indicaron al unísono Rafaela y Encarna. El marido de la primera -del que se enamoró con 12 años un día de recogida de la aceituna cuando lo vio subido a un caballo- incluso ha acudido alguna vez al centro de adultos, 'sólo que no es constante', afirma Rafaela.

La directora del centro, María de los Angeles Sánchez, explicó que la presencia de las mujeres gitanas en las aulas se sitúa ya en un 7%, y la de los jóvenes de esta etnia en un 18%. 'Llegan atraídos por algún curso especial, pero luego repiten'.

Integración

El centro de adultos comenzó haciendo cursos específicos para personas de esta etnia, pero ya ha optado por la integración de estas personas en todas las clases. 'Las mujeres son las transmisoras, si las de esta etnia se integran en el sistema educativo, reglado o no, pasarán ese interés a sus hijos'.

La madre de las jóvenes observa una profunda revolución en las costumbres de su grupo y prevé mayores cambios aún para el futuro. 'Cuando yo era pequeña me asustaba cada vez que me regañaba mi madre. Me metía debajo de la cama, a ver ahora qué niña tiene una actitud así. Son más vivas, más listas', resaltó.

Eva achaca los cambios a la integración. 'La gente joven ya no tenemos amigos sólo de etnia gitana, nos juntamos todos y compartimos nuestra forma de ver las cosas. Además, sabemos mucho más porque tenemos los ojos abiertos y vemos el mundo, ya empezamos a tener cultura', añadió la joven de 20 años.

'Es que la cultura es fundamental, por eso yo no quiero dejar nunca de aprender..... hay tantas cosas en el mundo', apostilló su hermana mayor.

Rafaela Cortés hija, y su hermana Eva tienen claro que las personas de su etnia han evolucionado y están despejando 'actitudes machistas'. 'Somos gitanas del siglo XXI'.

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