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Columna
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Problemas

Es tarea de un político responder con iniciativas y con soluciones a los problemas que plantea la coexistencia diaria que es, como su adjetivo la califica, cambiante y fluctuante como la vida misma. No nos puede extrañar, por tanto, que ante asuntos que han conmovido recientemente a la sociedad, como el de la muerte de jóvenes andaluces por intoxicación de drogas llamadas de diseño o sintéticas, los políticos y las autoridades tengan que salir con algún tipo de respuesta ante las perplejidades suscitadas en los ciudadanos. Lo mismo podríamos decir de las aceleradas iniciativas legislativas que están tomando diversas instancias autonómicas para frenar el uso social de la llamada 'botellona'. No olvidemos que este uso se venía practicando en todas las grandes ciudades españolas desde hace ya varios años pero ha tenido que ser puesto en primera página por una reciente sentencia del Tribunal Superior de Andalucía para que todo presidente autonómico que se precie no haya anunciado una futura ley de lucha contra la botellona. El político está obligado a responder a corto plazo a la presión social que le ha llevado al poder, aunque me temo que algunas de esas medidas no acabarán con los estragos sociales de estas llamadas culturas juveniles.

Por ello nos extraña aún más que sucesos y fenómenos que sin duda están modificando mucho más profundamente nuestra forma de convivencia y de cohesión social tengan tan poca respuesta inmediata por parte de los mismos políticos. Diariamente estamos conociendo las diversas circunstancias y formas del fenómeno inmigratorio en nuestro país. La agricultura, la asistencia familiar de personas mayores o enfermas y el servicio doméstico de miles de familias están siendo hoy cubiertos por trabajadores ecuatorianos, colombianos, marroquíes, polacos, rumanos y tantos más que, en la mayoría de los casos, los realizan sin contrato ni permiso legal alguno. Más de un millón de personas que viven hoy en España son inmigrantes trabajando para nuestro producto interior bruto y lo único que se le ocurre al Ministro del Interior es relacionar el aumento de la delincuencia con el aumento paralelo de la inmigración. Aquí se nota un diferente rasero entre problemas y soluciones.

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